Esta espectacular prenda es el mejor ejemplo de que el arte, la creatividad y, en concreto, el bordado puede romper barreras de cualquier tipo y conectar a mujeres de cualquier rincón del mundo.

Un vínculo entre personas sin importar las barreras físicas ni las diferencias culturales, un hilo rojo que se transformó en un vestido rojo. Esa fue la idea que tuvo la artista Kirstie Macleod en 2009 cuando lanzó El vestido rojo: un proyecto colaborativo que presenta bordados de cientos de artesanos de todo el mundo.

Macleod se crio casi como una nómada. Pasó su infancia viviendo alrededor del mundo y mudándose desde Venezuela y Canadá, pasando por Japón y Nigeria, entre muchos otros, por lo que su ADN era puro mestizaje y un cúmulo de culturas con los que creció.

A los 21 años, la artista viajó a la India, donde se sumergió en la industria textil y las tradiciones artesanales del país. A pesar de no hablar el idioma, encontró la manera de comunicarse con el resto de mujeres: “A menudo estaba con personas con las que no podía comunicarme con palabras, pero podía sentarme con ellas y coser una chaqueta”, compartió ella misma con el medio Crafts Council.

Así fue como descubrió que el bordado podía ser un vínculo tanto físico como simbólico entre personas de diferentes orígenes, ideologías y religiones y decidió lanzar El vestido rojo, una prenda que ha sido creada por 380 artistas de 51 países a lo largo de 14 años y que hoy ya está finalizada.

La forma del vestido, una prenda que alude a la feminidad, con sus mangas largas, corpiño encorsetado y una falda amplia y ondulante, le aporta un toque de elegancia y sobriedad.

El vestido rojo pesa 6,8 kilogramos, una cantidad reseñable que Macleod utiliza como metáfora: “Tiene el peso tanto de las historias individuales y las voces colectivas que esperan ser escuchadas, como de los hilos y cuentas que lo adornan”.

Ahora, la artista lleva El vestido rojo de gira por el mundo hasta 2026. “Tengo la intención de devolver la prenda a todos los artesanos encargados que compartieron sus voces en la tela para que puedan exhibir su propio trabajo junto a ‘El vestido rojo’ en el lugar elegido, en su propio país”.

Una historia de unión a través de la creatividad que viaja sin fronteras, porque el arte no las tiene, y la moda tampoco.

Fuente: Maria Toro para Cultura Inquieta.