La revista cumple dos años en la calle. En el mes del amigo, una entrevista con un grupo que se propuso un ambicioso objetivo y lo logró: todavía no se explican cómo.
Se ríen, gritan, se superponen, cuentan historias, sacan trapitos al sol, esparcen carcajadas sobre la mesa, abusan del «eso no lo pongas», comen facturas y toman mate. Es sábado a la mañana, casa de Paola y la reunión es rara: la nota girará en torno a ellos mismos. «Yo no voy a hablar de mi vida privada», dicen que dijo Ezequiel un rato antes de que se encendiera la luz roja. Y se burlan impunemente, a los gritos, ante la pobre defensa del acusado que acaba de charlar más que todo el resto junto.
Hora de las presentaciones. Ezequiel Perelló, el protestón. Profesor de letras, se encarga de decir los no necesarios a la hora de bajar a tierra. Marisa Ramos, la luchadora. Quien transitó por los pasillos del Instituto 12, es la que pelea por lo que piensa y lo defiende a capa y espada. Cecilia Páez, la fotógrafa y mediadora. Perfil bajísimo, intenta a cada paso tejer redes que contengan tantas pasiones. Paola Starder, la «bueno, dale». Conocedora del mapa de medios local, es la que habilita los pases necesarios para meter los goles. Rodrigo Goldsack, el racional. Armador del equipo, profesor, diseñador, hace contrabando hormiga de los cambios que considera necesarios en la estética de la revista. Equilibrado excepto a la hora del cierre. Pablo Aguirre, el artista. Fotógrafo de lujo. Capta la esencia de cada personaje con una mirada casi cinematográfica. Marcelo Jorge, el capitán. Estudió periodismo en Paraná y en el 12. Trabajó en medios gráficos a nivel nacional, en el área comercial. Pura pasión. Vuelve de cada entrevista con una abuela o un tío nuevos. Tímido pero emprendedor: es el Messi del equipo.
La idea
«Yo estaba un día en Rosario y me encuentro con una revista de allá que me sembró la inquietud: por qué no hacer algo así en Santa Fe. Por qué no generar una revista de buena calidad, que en su título contuviera el nombre de la ciudad», cuenta Marcelo.
Marcó el número de Ezequiel y le contó. El cuento duró tanto que casi llega a Santa Fe. «Fueron dos horas hablando por teléfono. Me desarrolló toda la idea, me dijo que teníamos que hacer algo así. Ya tenía todo en la cabeza: no esperaba un no», corrobora Perelló.
«Y los nueve meses que pasaron desde ahí hasta que salió la Toda a la calle fueron los necesarios para que Ezequiel dijera ‘sí, bueno’. Porque Ezequiel siempre dice que no», remata Paola. Carcajadas.
Marisa y Cecilia vivían arriba del departamento de Ezequiel y Marcelo. Marcelo y Cecilia eran amigos desde hacía casi veinte años. Hubo una reunión fundacional donde brindaron por un proyecto que todavía no tenía ni nombre. Ninguno de ellos traía experiencia previa en medios: de ahí surgió la necesidad de contactar a Paola. Así fue que empezaron a hilar voluntades. Llamaron a Rodrigo, que ya había trabajado con Marcelo. Y a Pablo, que también se sumó al equipo. «Es un grupo que se puso la camiseta de entrada. Por eso sale todos los meses a la cancha. El objetivo era claro: encontrarse cara a cara con una revista que nos gustara», afirma Marcelo.
El primer hijo nació con fórceps. «Era mucha la ansiedad, no parábamos. Cada uno tenía su trabajo, y el resto del tiempo lo dedicábamos a esto. Terminabas acostándote con la notebook al lado», confiesa Ezequiel.
«Era hacer algo de la nada. Qué debería ir, cómo lo haríamos: no teníamos nada en la mano como para comparar. Con una revista de vinos que tomamos como ejemplo, más una impresión que hizo Rodrigo, salíamos a explicar de qué se iba a tratar la revista», agrega Cecilia.
La revista fue bautizada con el nombre de Toda Santa Fe por Carmen Úbeda, madrina del proyecto. «La número uno fue un pasquín, horrible. La tapa era hermosa, y la nota también, pero el resto era un desastre, con errores a raudales. Salíamos a hacer las notas con Ezequiel, él con una camarita y yo con una libretita tomando nota. No nos conocía nadie, creo que logramos dos fotos», evoca Marcelo. Ezequiel menea la cabeza y se muerde el labio inferior.
Hoy el mecanismo está aceitado y los contactos son en su mayoría virtuales. Rodrigo se divierte imitando a Marcelo y Ezequiel, los sonidos de una casa entran en la otra, los ruidos de los chicos que dan vueltas hacen de telón de fondo: son días en los que la amistad y la familia se mezclan con el título, el copete, el aviso, las columnas, las fotos.
Todos hacen todo en la Toda. «Tenemos distintos estratos: vamos mutando. Hoy somos departamento marketing, dentro de un rato somos logística, después gerentes. También tenemos un community manager, lástima que hoy no pudo venir», se burlan.
Los mitos
Orientada prioritariamente a la cuestión de la imagen, el desarrollo periodístico fue evolucionando con el paso del tiempo. Hoy la publicación está instalada: a ellos el hecho no deja de sorprenderlos. «Cuando armamos el evento por el primer aniversario, nos llamó la atención la cantidad de gente que vino. Ahí uno toma conciencia», dice Paola.
Marcelo coincide, con la salvedad de que siempre hay detractores. «Pero bienvenidos sean», remata.
– Hay muchos mitos en torno a la revista.
– Sí. De dónde sale la plata, si sale de la droga o del narcotráfico, o de la Municipalidad, o si somos un anexo de El Litoral. Hemos escuchado de todo. Lo que estamos demostrando es que, cuando tenés ganas y te comprometés con algo, y formás un buen grupo de laburo, las cosas se pueden hacer. Esto es una apuesta a largo plazo, de todos.
La frase de Marcelo es avalada por Ceci. «Esto sigue siendo algo íntimo: la pasamos bien, hacemos cosas que nos gustan».
«Al principio decían: esto no es de Santa Fe. Como si para Santa Fe esto fuera demasiado, y causaba sorpresa que este producto fuera de acá, hecho por gente de acá y con los recursos de acá. Creo que hay además mucha voluntad y pasión: desde el fotógrafo hasta los que escriben y los que la gestionan. La revista es muy pretenciosa en cuanto a no tener un techo», completa Rodrigo.
Ezequiel busca explicaciones en el contenido: en que la revista se presenta hoy como un medio para que los personajes de la ciudad muestren otras facetas. «La mayoría de los que hoy están en la tapa, es porque quieren estar. Me parece que se ven cuidados. El trabajo es arduo e implica mucha preparación, maquillaje, vestuario: creo que no existen aquí antecedentes de este tipo de producciones».
Para Pablo, “es importante que haya acá una revista hecha por y para la gente de Santa Fe, que permita conocer más en profundidad sobre la gente de nuestra ciudad”. El fotógrafo que captura con su cámara la magia de las palabras y las cosas sostiene que el trabajo representó para él un doble desafío. “Por un lado, poder plasmar en fotos y en su justa medida la personalidad del entrevistado; y por el otro, desde la parte técnica, ya que la revista tiene un nivel alto de diseño y de impresión”.
Marisa arriesga su interpretación: «Yo pienso que es importante el hecho de ir rompiendo esquemas. Cuando van tres números con la misma dinámica, nosotros mismos nos aburrimos. Al principio veníamos con varias ediciones dedicadas a artistas plásticos, hasta que dijimos: tenemos que romper con esto. Y nos fuimos al Bichi Fuertes. Creo que la gente percibe eso, y hasta lo espera».
El caudal de artistas locales que buscaban difusión encontró su espacio en un desprendimiento de la revista, que vio la luz este año: la Toda Santa Fe Arte, una gran apuesta que tomó la forma de catálogo bilingüe, que circula tanto en el ámbito académico como en el comercial y que tendrá su segunda edición en noviembre próximo.
La mística
– ¿Cómo influyó este proyecto en el vínculo entre ustedes?
– Muchísimo. Ahora nos puteamos mucho más: por whatsapp, por mensajes, por skype – contestan a coro.
«La revista es pura pasión -toma la pelota, nuevamente, Ezequiel-. Ponemos mucho de nosotros. Mezclamos muchas veces todo, y cada uno defiende su postura. A veces se decide tomar distancia por un número o dos, para después ahogarte en la próxima edición. Y por otra parte, nos hicimos amigos de las familias. Rodrigo, por ejemplo, integró a su mujer y a sus hijos; nos invita a los cumpleaños; lo mismo Paola con su mamá o con su hija. Algunos de nosotros no tenemos a nuestras familias aquí, entonces esto funciona también a modo de contención».
«Podés enojarte, discutir, decirte las cosas, pero después ya está», asegura Paola. Marisa asiente: «Todo se discute mucho. Todos decidimos todo, siempre en ronda de mates: la idea es que lo que se vea en el papel sea un mosaico de interpretaciones». Y Marcelo aprovecha para largar el palo: «También hay lobbys aquí. Cada uno tiene sus temas preferidos».
«La idea fue mostrar las cosas que se hacen aquí. Y a medida que vamos avanzando, nos damos cuenta de que queda un montón por contar. Es una mirada distinta de Santa Fe sobre Santa Fe y su gente», agrega Cecilia.
Rodrigo se suma al coro: «Yo siempre busco que el producto me conmueva. Creo que el diseño fue mutando porque la propuesta evolucionó. En un comienzo las notas eran más cortas y había menos producción fotográfica; ahora todo eso cambió y se fue construyendo una mística en la revista que a mí, como diseñador, me preocupa reflejar. Igual hay una gran insatisfacción continua: por ahí me retan porque ando siempre cambiando cosas», asume, ante los demás que callan y otorgan.
Hoy, con la revista en la calle y algunos goles en su haber, el grupo para la pelota y se toma un minuto para celebrar. «La Toda se instaló, pero laburamos mucho para que eso pase. El tema publicitario creció, aunque cuesta. A todo el mundo le encanta la revista, pero a la hora de acompañar hay muchos espacios en blanco. Tenemos momentos de crisis: es difícil sostener una propuesta de este tipo, porque nadie nos banca. Trabajamos en esto simplemente porque lo deseamos y porque lo disfrutamos», concluyen. Se han puesto serios. Hasta que uno saca de la galera otra anécdota y entonces empiezan a asomar los jugadores suplentes: los papelones. Salen a la cancha uno a uno, sin haber sido convocados, con las risas de fondo como papelitos. Y el grabador escucha un «esto no lo pongas, por favor», una vez más. Todos los TODA
CRÉDITOS: Natalia Pandolfo
FOTOS: Pablo Aguirre