Señoras, señores: estamos ante la presencia del chongo camaleón. El comodín del chongerío. El macho versátil por vocación.
Autóctono de Argentina, este modelo de chongo supo ser en una época el rey de nuestra selva, amo y señor de las preferencias bombacheriles de nuestra geografía. Es que claro, el macho peronista tiene un aire a compromiso social con delirios de grandeza que deja absorta a cualquier desprevenida. Optimista, remador, de labia entrenada e intensa. Si te agarra con la guardia baja te hace cantar la marcha peronista con las nalgas y el corazón.
No se puede catalogar su vestimenta, aunque el peronista de base puede verse mayormente de jean y camisa manga corta o chomba. Alpargata o mocasín. Usa calzoncillo slip porque no le gusta tener la huevera sin control.
Cumbia, tango, chamamé, Folclor. Románticos latinos para cantar bajo la ducha a viva voz.
Asado y vino desde tetra hasta el mejor.
Es el tío borracho que se pone la corbata de vincha y les toca las tetas a las viejas en el carnaval carioca.
Andar desprolijo, rulos al viento. Siempre tiene un bombo y un diario a mano. Siempre está dispuesto al cafecito. Siempre está preparado para la próxima reunión.
Aprendió las verdades peronistas cuando andaba queriendo ser presidente del centro de estudiantes allá por el secundario y ya pensaba en su futuro: sindicalista o funcionario del partido si no llega a senador.
El chongo peronista siempre está midiendo a la presa: puede sacarte a comer un choripán a un carribar o conseguir de canje o de favor una mesita en el mejor bar.
Generoso como pocos en el arte del revolcón, no mira demasiado a la hora de la elección. El discípulo de Perón no le busca el pelo al huevo para desparramar su amor y su única y unitaria consigna es clara al respecto: si es mujer, mejor. En la cama juega de 5, de 10, de arquero o de feroz delantero. No siempre bien equipado, aunque el partido se le haga cuesta arriba sale a la cancha a dejar lo mejor.
El principal problema de este espécimen radica en su espíritu frentista y de acomodamiento a la situación. Hoy está, mañana no. El macho peronista gusta tanto de la rosca y el entrevero que frecuentemente termina cayéndose de pija arriba de cualquier otra o formando (con hijos que fue dejando por ahí) una agrupación.
No, la fidelidad no es su fuerte. No.
Un chongo básico, efectivo, sorprendente. Para tener siempre a mano en la libretita negra que sacás después de cualquier separación.
Crédito: Romina Mazzola
Ilustración: Lucas Cejas