La semilla de la Susy artista germinó en los ’80, cuando también germinaba esta última etapa democrática en el país. Una semilla venida de una familia que le legó el amor por la danza y el folclore (y el amor en general). Al calor de la autogestión y el deseo de libertad, Susy empezó a darle forma a una senda diversa, perdurable y poderosa.
Dos discos de canciones –Buena vida y poca vergüenza en 2015 y el flamante Traviarca–y cuatro libros editados –Revuelo Sur, 2007; Relatos en canecalón, 2011; Poemario Trans Pirado, 2011; Crianzas, 2016; y Hojarascas, 2017–,difícilmente puedan dar cuenta de toda la trayectoria y el enriquecido presente de esta artista trans sudaca, coplera, tanguera, rockera, poeta.Entre sus funciones deSusy y la Banda de Colibríes, las presentaciones en vivo de Poemario Trans Pirado, la coordinación del ciclo Cotorras, diálogos sudacas desde el fracasoy las muchas actividades que hoy la convocan, Susy se hizo un tiempo para conversar con TODA.
TS —¿Cuándo supiste que lo tuyo era el arte?
SS —Vengo de una familia que baila mucho, sin ser profesionales del baile, lo hacen porque tienen ganas. Entonces, mis encuentros familiares, sobre todo de la parte tucumana, fueron verles bailar [Susy detiene un segundo el relato, respira y explicita con satisfacción una continuidad]: aún hoy, verles bailar. Así fue que de chiquita me mandaron a aprender danzas folclóricas. Por eso digo que en mí el arte apareció desde el cuerpo y con una preponderancia por poner el cuerpo.
TS —¿Ya estaba lo político? ¿Cómo se implican entre sí lo artístico y lo político?
SS—Empecé a estudiar teatro a los 14 años, a ser parte de grupos y de ese mundillo del teatro autogestivo, independiente, muy ideológico. Era el regreso de la democracia y eso atravesó a mi generación. Ese redescubrir libertades, ese repensarse luego de años muy duros, represivos. Ese situarnos en este continente donde las democracias comenzaban tímidamente a reaparecer y se hablaba de lo que no se había hablado, volvían quienes se habían ido. Entonces, desesperadamente, desde el arte sobre todo, se buscó ser críticos y críticas. Esa adolescente que era yo entendió que no hay nada que no sea político, no hay arte que no lo sea.
TS—¿Qué te permitió y de qué creés que te puede haber privado la autogestión?
SS —Más allá de lo romántico, de esta cuestión de estar un año ensayando una obra, de pensar que esa obra iba a cambiar el mundo, yo con la autogestión aprendí que era posibleconstruir mi deseo, aprendí la autogestión del deseo. Y también, que al no depender de un subsidio, ni de que un teatro te programe ni de ninguna otra cosa, esa obra que una ensayaba se iba a hacer: en un tinglado, en la calle, en la casa de alguien, donde sea, pero el deseo se iba a cristalizar. Desde aquella época hasta ahora, que tengo cincuenta años, nunca me faltó público, porque lo construimos: el público también se autogestiona. Y no creo que la autogestión me privara de nada, me sostuvo en la idea poderosa de que hay otro tiempo. Yo nunca pensé que tuviera que llegar a algún lado.
TS —¿Qué referencias tiene una artista transtrava sudaca? Pienso en Pedro Lemebel, por ejemplo. Y, por otro lado, ¿con qué artistas te has nutrido, cuáles fueron tus lecturas, tus escuchas?
SS —Obviamente, Lemebel está, pero hay un montonazo de gente. A mí me gusta la poesía desde chiquita: [Raúl González] Tuñón, [Juan] Gelman. Amo a [Armando] Tejada Gómez y a Hamlet Lima Quintana. Me formé con ese tipo de poesía que, en el caso de estos dos últimos, se puede convertir en música popular. Y soy claramente una admiradora de mis compañeras de época: Claudia Rodríguez, de Chile, Naty Menstrual, Camila Sosa Villada. Admiro ese modo tan personalísimo de cada una de escribir, de estar contándonos juntas esta época.
TS —Hay una reacción feroz ante los triunfos del deseo. Parece que ganamos terreno quienes defendemos la libertad de ser, pero del otro lado están los Bolsonaro, los cultos conservadores, la derecha explicitando su intolerancia y obteniendo apoyo de grandes sectores de la sociedad. ¿Veremos ese futuro trans del quesolés hablar?
SS —No sé si el futuro trans travesti que deseo y sueño, no sé si llegaremos a verlo de viejitas. Pero, como diría Nelly Fernández Tiscornia, hay cosas que no voy a ver pero bien valen los compromisos para que sucedan. Pese a algunas coyunturas súper violentas, hay cada vez más infancias posibles de crecer lejos de eso, con más información, sin sentirse solitos o solitas. Y hay más herramientas para los adultos y las adultas. Si no las toman es porque no quieren, porque deciden distraerse.
TS —Comprendo que no es el deber de las travas, lxs pobres, lxsgordxs y lxsmarginadxs de toda índole salvarnos del odio que ellxsmismxs reciben, pero imagino a las travas esperando con su regazo preparado, para que nos desahoguemos, para que reconozcamos en un llanto liberador lo crueles que somos como sociedad. En concreto, imagino a LohanaBerkins con los dedos travas peinando los pelos de esta sociedad que llora en su regazo ¿Alguien, hoy, está llorando en el regazo de las travas?
SS —Quizás hayamos empezado a abrazarnos las unas a las otras. No tenemos ese ejercicio de la ternura a mano todo el tiempo, porque cuando nos encontramos estamos luchando, reclamando, organizadas. Pocas veces tenemos ese minuto de paz para sostenernos las unas a las otras simplemente como nido. En este momento,nos imagino un poco más en esa situación, sobre todo a las que hemos pasado esa edad terrible que nos signa [se refiere a la expectativa de vida del colectivo trans: 41 años] y nos preguntamos:«¿estamos vivas?». Quizás empezamos a abrir los regazos para las que vienen, para nosotras mismas, para sanar tanto, para pensarnos viejas y rodeadas de las compañeras y las hermanas y de tanta juventud que también nos abraza y nos sostiene en sus propios regazos.
Texto: Mariano Peralta
Fotos: Marieta Vázquez – Fernanda Quiróz
Nombre de sección: Literatura
Edición: N° 75