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Una conversación que deja sabor a más.

 

CU- Detrás, debajo o sobre la “marca” periodística que Ud. configura ¿quién es Rogelio Alaniz para Rogelio Alaniz?

RA- Si me alabo, me van a decir vanidoso y con mucha razón, y, si me critico, van a decir que estoy posando de modesto, atributo que ni yo mismo me lo creería. El que quiera saber algo de mí debería consultar a mis amigos íntimos y a mis enemigos más cordiales que son los que más me conocen. ¿Por qué no buscar las huellas y señales más evidentes de mi biografía en las notas que desde hace casi treinta años escribo en el diario?

 

CU- Fuera de lo privado e íntimo, me considero una de las personas, alguna vez enemiga como usted dice, que más conoce su trayectoria porque lo he seguido desde su pluma y desde su oralidad. La intención era que usted se defina, desafío que muy pocos logran vencer. Atrévase, le aseguro que es una experiencia muy enriquecedora…pero, ¿Cómo llega a ejercer el periodismo?

RA- No lo sé bien. Mentiría si dijera que fui dominado por una obsesiva vocación. Siempre me gustó leer y escribir, pero conozco gente que lee, escribe y no es periodista y conozco a muchos que son periodistas, pero se ofenderían si le regalaran un libro y tienen enormes dificultades para escribir “Viva Boca” en la pared de un baño. Entré a trabajar a un diario de casualidad y para escribir una suerte de aguafuertes santafesinas titulada “Como una escuela de todas las cosas”. El azar hizo lo suyo, pero cuando las cartas estuvieron sobre la mesa, decidí jugar en serio y nunca tomé al periodismo como un entretenimiento o un empleo para ganarme la vida. Lo poco que tengo de bueno y lo mucho que tengo de malo lo invertí en el periodismo.

CU- Sí, sí, conozco sus aguafuertes y no se imagina de qué modo concuerdo con usted en la segunda parte de su respuesta. Hay periodistas que serían muy buenos vendiendo calabazas… Por otra parte,  estoy convencida de que en la infancia es donde debe buscarse lo que después seremos o haremos, ¿qué recuerdos relacionados con esto se le presentan de su infancia?

RA- Le decía que desde chico siempre me gustó leer y, según mi maestra de primaria, era más o menos bueno para las composiciones. El resto habría que consultarlo a mi psicoanalista, tarea complicada porque, según me contaron, se suicidó hace muchos años.

CU- A raíz de este ejercicio, ¿recuerda alguna anécdota graciosa o algún equívoco hilarante?

RA- Me encuentro en un bar con un tipo que conocía de otras noches. Había estado preso y según tenía entendido debía una o dos muertes. Nos sentamos a tomar un café y me pide el favor de que en la edición del día siguiente y en un episodio relacionado con el allanamiento a una sala de juego clandestino, no salga su nombre y apellido. El tipo había estado preso por crímenes, asaltos y estafas, pero estaba preocupado por un inocente allanamiento a un garito. Después de decirle que yo no estaba a cargo de la página de Policiales, pero que iba a hacer lo posible para que su nombre no salga publicado, me tomé la licencia de preguntarle por qué tanto cuidado por un detalle menor. Su respuesta me sorprendió, sobre todo por tratarse de él: mi mamá (no dijo mi vieja) lee el diario y me amenazó de que si yo volvía a salir en la página de policiales no me dejaba ir más a almorzar los domingos a su casa.

CU- No sé si hubiera podido elegir mejor anécdota, es extraordinaria. El reo le tenía más miedo a la mamá que a la fuerza pública. ¿Se da cuenta de qué manera nos marca la infancia?… Pero continuemos con  Ud. ¿Tiene o ha tenido referentes o modelos que  lo orientaron en su profesión?

RA- Hubo un corresponsal de guerra que escribía crónicas del frente de batalla y que en Estados Unidos se consumían como pan caliente. Se llamaba Ernie Pyle. Después se hizo una historieta y el personaje pasó a llamarse Ernie Pike. Cuando era pibe quería ser como él: contar historias donde los hombres viven en situaciones límites. Después, hay dos periodistas políticos que hasta el día de hoy admiro: Walter Lippmann y Raymond Aron. Mi programa de radio “Hoy y mañana” es un homenaje  a la columna que firmaba Lippmann.  Puedo darle otro nombre: Manuel Buendía, asesinado  en México en 1984 por sicarios.

CU- ¿Así que cuando era pibe?… Se da cuenta de que no tengo necesidad de recurrir al fantasma de su psicólogo suicida… En tanto, ¿Cómo define Ud. la labor periodística y qué caracterización haría en términos generales del ejercicio actual?

RA- Un periodista es alguien que se propone hacer pensar a la gente. Para ello debe saber de lo que escribe y, además, escribir bien. Sin esas dos condiciones no hay periodista. La distancia existente entre lo que digo y la realidad responde a la pregunta acerca de la caracterización que se puede hacer del actual ejercicio de la profesión.

CU- Otra vez una absoluta coincidencia en lo sustancial y eso que pudimos ser “enemigos”… Recuerdo un panel que organicé hace varios años en la carrera de periodismo del que Ud. participaba y respecto a la pregunta de un alumno sobre el polémico concepto de independencia periodística, Ud. nos miró unos segundos con gesto irónico y lo entendimos como su rotunda negativa.

RA- A veces me cansa ese estilo políticamente correcto del periodista independiente y objetivo. Yo no creo en esas patrañas. En el mejor de los casos se puede ser más o menos independiente o más o menos objetivo. No mucho más que eso. Todo lo demás es retórica, hipocresía y sarta de lugares comunes. Yo trabajo en un diario que se llama El Litoral y sé que le caería muy simpático a muchos si dijera que yo no tengo nada que ver con la línea política de la empresa. Caería simpático, pero mentiría  y –como se sabe- en este país hay mucha gente- demasiada- que le gusta más que le mientan  a que le digan la verdad. Trabajo en El Litoral y si escribo editoriales y firmo cuatro o cinco columnas por semana, es porque –si no soy un esquizofrénico- algún acuerdo o coincidencia tengo con la línea editorial de la empresa. O sea, que yo escribo lo que pienso, pero ocurre que lo que pienso es coincidente con lo que piensan los propietarios. Algo parecido le ocurre a Horacio Verbitsky en “Página 12” o a Mariano Grondona en “La Nación”. Cuando daba clases en Paraná, uno de los ejercicios que hacíamos con los estudiantes era escribir sobre un tema político tal como lo pensaría un conservador, un liberal y un izquierdista. Un periodista que no es capaz de resolver estos ejercicios lo mejor que puede hacer es dedicarse a jugar al ludo o a la oca.

CU-  Usted es un encantador de serpientes, ¡qué bien utiliza argumentos profundamente veraces con los que coincido y evade mi atrevida pregunta sobre si a veces no nos vemos obligados a escribir por mandato… Y no me refería tanto a la empresa como a la libertad de expresión… Además, la objetividad no existe más o menos, sencillamente no existe porque somos sujetos… De todos modos, en mi opinión hay un proceso decadente en esta actividad que comenzó con lo que llamaron hacer periodismo de periodistas, después vino el periodismo militante y luego otras etapas que no atino a denominar, algo así como “en el mismo lodo todos ‘manoseaos’” ¿cuál es su juicio al respecto?”

RA- Es como usted dice. Pero no hay nada nuevo bajo el sol. Hay algunas aguafuertes de Roberto Arlt sobre los periodistas de los años treinta que son demoledoras y que muy bien podrían escribirse ahora. Con la televisión, la radio y el internet se ampliaron las fronteras, pero los vicios persisten. Para eludir la imputación de pesimista, diría que siempre hubo periodistas apasionados por su profesión. Nunca fueron muchos, pero son los que valen y, si sobrevive, es gracias a ellos.

CU- Coincido, pero hay etapas en las que el vicio recrudece… Por otra parte, Ud. tiene real conciencia de que cultiva seguidores fanáticos y detractores a ultranza, yo misma lo fui durante algunos años. Actualmente, sostengo algunas disidencias y otras coincidencias, pero trato de buscar la síntesis superadora, algo que no noto en Ud.… a veces, lo supera el malhumor cuando se le oponen… A veces, creo entender que desprecia la ignorancia…

RA- Cuando decidí ser periodista también decidí no proponerme quedar bien con todo el mundo. Siempre supe que comprometer opiniones es un oficio en el que se ganan algunos admiradores y muchos enemigos. ¿Me enojo cuando me critican? No lo creo. No me fastidian las críticas sino los insultos. Seguramente usted se refiere a los debates o riñas que mantengo con algunos oyentes de la radio. Al respecto, le recuerdo algunas cosas: soy yo el que decido que esas llamadas insultantes salgan al aire. Me resultaría más cómodo decirle al operador que las borre y nadie se enteraría. Sin  embargo, salen y no sé si en otro programa se permiten que digan incendios contra el conductor. En general, los que disienten con mis opiniones no me molestan,  al contrario; es más, el programa se construye en parte con esas disidencias porque se dará de cuenta de que con aquellos que llaman para felicitarme o decir que soy un genio, no queda mucho margen para dialogar. Una confidencia: a veces me enojo y a veces me hago el que me enojo. Por otra parte, creo que tengo cierto derecho a enojarme con algunos. El que insulta y agravia cuenta, además, con  la ventaja del anonimato. Yo no sé con quién estoy  hablando y él sí lo sabe. Respetemos las medidas: el programa de radio hace más de quince años que lo hago y alguna audiencia he ganado en la región. Admita que para que ello ocurra es porque el programa algún mérito tiene… Y sin mis virtudes y defectos no sería yo…

CU- Sí, desde luego, nadie puede saltar su propia sombra… Y su programa no tiene algún merito, tiene casi todos… ¿o va a caer en lo que deploró al principio “la pose de modesto”? Ud. sabe que yo admiro su pluma en los editoriales.  Es indiscutible la construcción verosímil de su discurso y sus estrategias argumentativas, pero ¿no cree que a veces suele caer en cierto criterio sesgado?

RA- Le recuerdo que entiendo que la imparcialidad es una falacia, pero cuando el periodista es conciente de que está formando opinión y tiene el derecho de verbalizar sus posturas ¿no tiene  también el deber de realizar algunas concesiones respecto de otros puntos de vista?

En primer lugar, un periodista debe aprender a elaborar su propio punto de vista. No se trata de ideología, ni partidismo político, sino de una visión o una percepción de la realidad, de la historia y de la vida. A los grandes periodistas se los conoce por un estilo, una manera de construir las frases, un modo de pensar. Yo no sé si lo logro, pero trato de hacerlo de la mejor manera posible. Como le gustaba decir a Bertold Brecht, me importa defender la parcialidad correcta, es decir, defender lo que creo y defenderlo con  los mejores argumentos. Acepto otros puntos de vista, pero yo no escribo para darles la razón a los otros sino para defender mis propias razones. Si mañana dispusiera de poder, no permitiría que a nadie lo censurasen por sus opiniones, pero como periodista la opinión que defiendo es la mía.

CU- ‘Touché’… yo misma puedo dar fe de esto: los artículos que publiqué en su revista jamás fueron censurados, no suprimió ni una preposición y estoy segura de que no coincidía con todo. Pero ése es el tema… hoy adhiero al pensamiento blando de Gianni Vattimo… por ahí me engaño con la peregrina idea de que acercar posiciones nos va a salvar… Asimismo, como periodista político, de opinión y editorialista es de Perogrullo no considerar que sus afirmaciones parten de una perspectiva ideológica y personal. Creo que Ud. en este sentido siempre se ocupa de advertir al lector u oyente su posición como pocos, con la máxima honestidad, pero yo como muchos oyentes me pregunto si su obstinado e inconmovible antiperonismo no desmerece en algunos casos su solvente inteligencia y su atractiva originalidad de razonamiento…

RA- Se lo digo con toda sinceridad. El peronismo ha sido una desgracia para la Argentina. No pienso lo mismo de los conservadores, socialistas, democristianos, desarrollistas, radicales, cada uno con su propia verdad. Pero el peronismo, como todo peronista de ley lo admite, es algo más que un partido político, es una visión totalizadora de la realidad y un formidable dispositivo de poder. Y a esa visión totalizadora y a ese concepto del poder lo rechazo en toda la línea. Conozco al peronismo por razones generacionales. Más que conocerlo lo he padecido. Yo no inventé a Isabel, Lastiri, López Rega, Menem, los Montoneros y las Tres A, los Kirchner y Lázaro Báez. Creo haber leído todo lo que se escribió sobre el peronismo; puedo explicar por qué surgió y en qué condiciones ejerció el poder; puedo establecer algunas diferencias entre los diversos peronismos existentes y hasta puedo plantearme el interrogante sobre lo que es el peronismo y lo que han hecho los peronistas con él. Hasta allí llegó mi amor. Mis diferencias con el peronismo no incluyen mis diferencias con los peronistas, porque como en todas partes, en el peronismo hay gente buena, mala y más o menos. Pablo VI solía decir del comunismo: odio al comunismo, pero amo a los comunistas. Como yo no soy Papa, no tengo la obligación de ser tan exagerado para amar, pero respeto a los peronistas y entiendo por qué muchos hombres de buena fe optaron por esa solución política.

CU- Creo que no expresé bien mi pregunta, quizás debí recordarle que esa “desgracia para la Argentina” nos viene marcando hace 70 años y estimo que desconocerlo es desconocernos, ¿ahora me explico?… Dejémoslo así sería motivo para otra nota… volvamos al objetivo de ésta, dada la conmemoración del 7 de junio y el día del periodista, los editores de Toda Santa Fe quisieron que esta conversación sea entre Ud. y yo… Mientras ejercía esta profesión, me marcaron a fuego algunas afirmaciones de Mariano Moreno… Hay una que, palabras más, palabras menos, expresa “… si se oponen restricciones al discurso, la mentira, el fanatismo, el embrutecimiento causarán para siempre la ruina y la miseria del pueblo”, ¿la suscribe o le encuentra costados relativos?

RA- No tengo ninguna objeción que hacer a la frase citada. Tampoco tengo objeciones importantes contra Mariano Moreno como jefe político revolucionario. Lo que pondría en tela de juicio es que su proyecto represente al periodismo tal como lo entendemos hoy y tal como se entiende hoy la libertad de prensa. Moreno funda un diario para cumplir con objetivos revolucionarios. Es un diario pensado desde el poder y su objetivo es fortalecer el poder. Perfecto, pero alguna vez escribí que, a mi criterio, el periodista que más se parece a lo que entendemos en la actualidad como un periodista, fue el director del Telégrafo Mercantil, don Francisco Cabello y Mesa  y no Mariano Moreno, que, dicho sea de paso, estaba más interesado en ser reconocido como revolucionario y no como periodista.

CU- De acuerdo, pero mi intención era traer este pensamiento a la actualidad para comprobar que cualquier restricción al discurso lleva al embrutecimiento ¿no?… no quiero agobiar con ejemplos actuales…Por otra parte, usted también ejerce la docencia. Para continuar con el pensamiento de Moreno, ya que lo recordamos, ¿qué agregaría a otra de sus sentencias para mí más preclaras? “Si los pueblos no se ilustran… nuestra suerte será cambiar de tiranos sin destruir la tiranía.”

RA- Comparto. Agregaría las frases de Sarmiento “Hacer de toda la república una escuela” o “Hay que educar al soberano”.

CU- Quizás para algunos lectores, ésta sea una pregunta menor, pero me interesa sobremanera conocer su postura frente al lenguaje en el ejercicio periodístico. Me refiero al cuidado del idioma, por un lado, y a su aceptación o no de vocablos procaces.

RA- Escribir bien significa conocer las reglas gramaticales,  pero sobre todo disponer de una percepción. No se escribe bien porque no se cometen errores de ortografía, se escribe bien cuando se ve más lejos, se distingue aquello que otros no distinguen. Con respecto a las llamadas malas palabras, lo que me importa es rechazar la vulgaridad y el mal gusto. Una mala palabra puede usarse, pero en proporciones mínimas, como el vinagre en la ensalada, con unas  gotitas alcanza y sobra, lo demás es grosería y estupidez, sobre todo la estupidez de quienes creen que siendo vulgares son “populares”, para no mencionar a quienes  son vulgares porque aunque se lo propongan les resulta imposible ser otra cosa…

CU- Un periodista puede tener un olfato mayor al del ciudadano medio, pero si no domina la sintaxis (que no se agota en las reglas ortográficas), que es lo único que estructura el pensamiento, jamás podría comunicar una mera percepción.

En fin, de lo que no dudo es de que con Ud. no es posible hacer una sola nota. Disiento, concuerdo, lo aplaudo, lo abucheo, pero como sea lo admiro. Es muy sabroso conversar con Ud.

 

 

CRÉDITO: Carmen Úbeda

FOTOS: Pablo Aguirre