La extensión del discurso psicoanalítico en las últimas décadas ha tenido como efecto, entre otros, una divulgación de palabras que resuenan como propias de ese discurso en oídos y decires que no son los de los psicoanalistas sino los del conjunto más amplio delos ciudadanos. Muchos de quienes han pasado por la experiencia de un análisis saben, reconocen, que estas palabras (darles estatuto de términos, conceptos o herramientas teóricas incluso, sería ir más lejos de lo que aquí se pretende circunscribir), dicen siempre más y otra cosa que lo que se entiende. Valga aquí el popular chiste: “va caminando un psicoanalista y se cruza con un conocido, quien al pasar le dice “hola”.Unos pasos más adelante el psicoanalista se pregunta: “¿qué me habrá querido decir?”. En otras ocasiones, estas palabras toman un peso que no les es propio, que se les abrocha al modo de interpretarlas, por ejemplo, como etiquetas que predestinan al sujeto. Si bien se sustentan en una mixtura de saberes y terminologías de diverso origen _como es el caso de sujetos que se autoproclaman “yo soy TOC”_, a veces ni siquiera hace falta demasiada confusión nosográfica sino que basta el deseo de cerrar, a modo de un saber que no se pregunte nada, cuestiones que tienen una complejidad importante, como es el caso de la actual psicopatologización de la infancia. Entonces, las palabras adquieren una función aplastante. Valga aquí otro chiste: “Un hombre le dice a otro: usted es un pelotudo. Y esto no es un insulto, es un diagnóstico”.
La propuesta de estos psicorrelatos, de estas ficciones psicoliterarias, es poner de relieve cuestiones que atraviesan la circulación de estas palabras y escenas por las que el psicoanálisis se pregunta y con las que trabaja,y a su vez con la extensión producida por su condición de escenas y palabras que forman parte de nuestra cotidianeidad. Una cotidianeidad que a veces leemos en clave psi, como efecto de época, de estructura, en fin, de lenguaje. Hay un correlato entre estas claves de lectura y los efectos que producen, y el mismo no está explicitado sino que queda a disposición de los lectores, de su juego.
Sin explicar.
Sin responder.
…Abriendo.
A veces, para darle su justa medida a una palabra, lo más importante es aceptar que esa medida no es a priori “justa”, que no se trata dela pieza de un rompecabezas que encajaría perfectamente en algún lugar y sobre todo que, si parece encajar, nos permitamos la risa o la pregunta para tolerar el inevitable desajuste.
Uno. (1985) A las 5, hora oficial.
Me dijo que me llamaría a las 5. Ya ordené la casa, limpié el baño, le di comida al perro para que no ladre de fondo cuando me llame (no me gustaría que le quede ese sonido relacionado con mi voz), para eso preparé el TDK justo en la canción que estábamos escuchando mientras bailamos el sábado. Qué detalle. Está puesto en pausa para que arranque justito. Pero falta como media hora y ya no hay nada más que hacer. Si prendo la tele no voy a escuchar el teléfono, ¿por qué tiene que estar tan lejos el living de la habitación de mi vieja? Y ¿por qué el teléfono tiene que estar en su habitación? Cierto, para que no se lo pidan los vecinos, que ¿puedo hacer una llamadita rápida?, o ¿me toca el timbre en un rato que me va a llamar mi nuera desde Carlos Paz?; faltaba solamente que vengan a marcar el 113 para comprobar si la hora del reloj pulsera estaba ajustada a la hora oficial. Yo lo hago todos los días cuando me levanto. Una cosa es que lo hagan los dueños del teléfono, pero ellos…En cambio si lo tenés en la pieza no pueden venir a usarlo, ya meterse ahí sería mucho…Estuvo bien mi vieja, pero al menos hubiera comprado una de esas mesas que vienen con rueditas, para mover el tele. Mi tía hasta lo saca a la vereda en verano, para mirar Cosquín. Bah… yo lo prendo. Igual voy a escuchar el teléfono. Lo pongo bajito y listo. ¡¡Los Dukes de Hazzard!! Qué lindo, pero no me voy a arriesgar. Mejor lo pongo mudo, así se escucha bien. (¿?).¿Cuánto falta? ¿Todavía 20 minutos? ¡Ay, no! Nunca me avivé de controlar si el teléfono tiene tono! A ver… sí, tiene. Porque con los de Entel nunca se sabe. Qué suerte que me di cuenta de fijarme. Igual hay que tener cuidado, porque si uno controla mucho _ya me pasó _ te pueden llamar justo cuando levantaste para controlar y ahí les va a dar ocupado. Y capaz que no llama de vuelta. O por ahí piensa que si avisó que llamaba a las 5 y uno está hablando con otra persona, entonces tanto no me importa porque si no a las 5 estaría esperando, y no hablando con otra persona. ¿Qué hago mirando el teléfono? Como si tuviera una pantalla donde pudiera ver algo del otro lado, jaja. Me voy a comer unos caramelitos Fizz. No me animo a hacer el experimento, pero me los voy a comer. Dicen que si los abrís y te ponés el polvito en la nariz te da como una efervescencia, pero mirá si después me gusta. Adicción al caramelo Fizz. Qué horror. Y así se empieza. No, no, a mí me gusta lo natural, todo lo natural. Con la comida, con la vida, con la gente. Vivir con naturalidad.¿Qué hora es? Menos mal que le dije a las 5, porque si no le decía hora me iba a tener que quedar todo el día acá adentro. Esperando.
…
Son las 5 menos 5, faltan 5 para las 5 ¿cuántas veces dije 5 sin contar el último 5?
…
Son las 5. Transpiro tupido. Qué impuntual. Yo no puedo estar con una persona impuntual. No va a llamar, seguro que no me llama. Pero ¿si me llama? Tal vez no controla como yo su reloj con el 113. Basta, basta, basta. No es seguro. Que me llame. Que no me llame. Nada es seguro. Las 5 y 5. ¿Hasta cuándo es prudente esperar? Porque yo le dije llamame a las 5 pero no le dije hasta qué hora esperaría si no llamaba exactamente a las 5. La culpa es mía. Desconecto el cable que va del teléfono al auricular. Trepo a la cama de mi vieja, estiro el brazo derecho, hagoun nudo con el cable. Me voy a ahorcar. ¡Es perfecto! La culpa será suya. No puedo quedarme esperando toda la tarde, ¡y no me avivé de poner un plazo! Hago bien el nudo. Me cuelgo. Salto de la cama y adiós. ¡¡¡¡AAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!!!
(Recuérdese que los ahora llamados teléfonos “fijos”, en oposición a los posteriormente llegados, “inhalámbricos” y “móviles”, poseían un cable espiralado, que “a simple vista” medía aproximadamente un metro, pero que poseía la cualidad de estirarse. Léase en consecuencia ese grito final como el hallazgo del piso. Sucedió a las 17 horas, 8 minutos, treinta y dos segundos. Hora oficial).
Crédito: Ps. Claudia Rosciani