Muchos autores apuntan a la pregnancia de lo femenino en el pensamiento freudiano, lo cual se relaciona con el contexto en que emerge este discurso, marcado por la entrada de lo femenino en la escena social. En la Viena de fines del siglo XIX, inicios del siglo XX, Freud, escuchando el malestar femenino, funda el psicoanálisis al dar crédito y oídos a la histeria como portadora de una verdad que subvierte la racionalidad científica y filosófica. Podemos situar este hecho con relevancia al decir que entre los escenarios que inauguran la modernidad, un hecho novedoso dentro de la historia del pensamiento occidental, es el advenimiento de un discurso que se inaugura sobre lo femenino.

En 1928, por otro lado, el manifiesto surrealista celebra la histeria como obra de arte, forma de expresión poética de subversión de la razón. Según Jacques Derrida, “la operación femenina nitzcheana”, al apuntar que la mujer es la verdad porque ella sabe que no existe la verdad, disloca la filosofía del campo de la verdad a los de la ética y la estética, marcando un proceso de feminización de la filosofía contemporánea:

  • Lo femenino es formulado (siguiendo a Derrida) como lo otro asimétrico que deconstruye el logofalocentrismo occidental.
  • Según Deleuze y Guattari, el devenir mujer se plantea como un devenir múltiple de líneas de fuga en relación a las máquinas duales.

Breton, líder del movimiento surrealista iniciado en Francia en 1919, concluye en su libro “Nadja” publicado en 1928 respecto de este destacado lugar dado a la histeria:

“la belleza será convulsiva, o no será”.

 

¿Por qué es tan importante y disruptiva esta entrada de lo femenino en el discurso y en la escena social? Entre otras cuestiones porque, como señala Foucault, entre los dispositivos de adiestramiento de los cuerpos y de la sexualidad emergentes en el siglo XVIII, se destaca la patologización e histerización del cuerpo femenino, con el objetivo de excluirlo del espacio público. Este mismo autor nos ha esclarecido hasta qué punto el elemento sexual representa una instrumentación en las relaciones estratégicas de poder. Inspirado en la genealogía nitzcheana, nos dice que no hay sujeto ni sexualidad universal sino que los modos de sexuación y subjetivación están determinados históricamente. En esa época, específicamente respecto de lo femenino, los dispositivos de saber y poder producidos por las ciencias sexuales, patologizan el cuerpo de la mujer:

La operación de histerización del cuerpo femenino consiste en presentarlo como excesivo, desviado, nervioso, configurándolo así como una sexualidad peligrosa para la sociedad y con intención de excluir a la mujer del espacio público.

 

En el siglo XX, se inaugura desde diversos espacios la entrada de lo femenino conduciendo el pensamiento a un cuestionamiento crítico del todo, de lo cerrado, del logocentrismo, en beneficio de lo abierto, ilimitado, descentrado.

Es en este escenario donde sucede el encuentro histórico del psicoanálisis con lo femenino: un acontecimiento inédito en la historia del pensamiento en dos sentidos. En primer lugar, porque está enunciado a partir del discurso de las mujeres (se funda al escuchar lo que las histéricas tienen para decir), y en segundo lugar porque se constituye sobre lo femenino como interrogación primera y fundante de su aparato teórico.

Lo femenino en el origen del psicoanálisis se inscribe como marca que sigue produciendo efectos dentro de este discurso y a través de él. La vigencia de esta interrogación es múltiple y en nuestras circunstancias sociales actuales, ineludible.

     

El psicoanálisis y lo femenino: un horizonte de la modernidad (Regina Neri, ED. Civilizacao Brasileira, 2005).

Crédito: Claudia Rosciani.