Desansiedad_Agorafobia

Sabido es y desde hace tiempo, que estos pequeños animales echaron luz a algún que otro pensador, sobre cierta dinámica de las relaciones entre las personas. Resulta que sus cuerpos, cubiertos por púas como espinas, regulan la distancia entre sí de modo tal que en invierno no queden expuestos al frío por su lejanía defensiva, ni al doloroso contacto por su cercanía en busca de abrigo.

La comparación fue ocasión para pensar en la proximidad y la distancia afectiva entre los humanos, estableciendo conclusiones que hablaban del modo como estaríamos expuestos todos al excesivo alejamiento como a su contrapartida, la unión desmedida, de no aprender a manejar estas distancias.

Sin duda este aprendizaje nos lleva toda la vida y hasta podemos afirmar que no es una lección que aprobemos de una vez y para siempre, sino que cada vez nos retorna como pregunta: cuán lejos y cuán cerca estamos respecto de los otros; qué consecuencias e impacto nos genera esta ubicación en la dramática vincular; qué margen de decisión podemos desarrollar en este sentido.

puercoespin 2Por momentos nos sentimos tan cerca de los otros y abrigados por la simpatía y alianza ideal hasta que ese aire se satura y parece ahogarnos o las púas de un interior singular disparan sus defensas inevitables. Nos alejamos luego para recuperar perspectiva y comienza a invadirnos la extraña sensación de la intemperie, el desconsuelo, la soledad transmutada en aislamiento.

Lejos nos ubicamos con estas líneas de hacer un compendio de alternativas que ilustren desde la etología, la filosofía o el psicoanálisis, el modo como la psicología de nuestra especie homo sapiens se maneja con los impensados de lo social. Sí tratamos de acercarnos lo suficiente a estas miradas como para estar advertidos de semejantes variaciones.

Avanzando en la comparación, podemos ubicar en un extremo a la masa uniforme y homogeneizante de algunas modalidades de organización del lazo social, grupal, institucional, político, en las que se pretende estructurar una simbiosis en la cual se pierden las particularidades con el fin del asegurar abrigo, situando todo lo diferente teñido de amenaza en un afuera absoluto. Esta unión desmedida podrá persistir hasta que se activen las púas, reclamando las personas la distancia necesaria para vivir en comunidad sin traicionar lo propio. Es decir, tarde o temprano emergerá la crisis de lo bipolar como intento por restituir un espacio donde las simpatías no devengan asfixiantes y persecutorias respecto de lo diferente ni las diferencias deriven en el puro individualismo.

Entre estos polos nos vamos moviendo en la vida de relación. Por un lado sostenemos relaciones estables a cuenta de guardar internamente las ambivalencias entre pasiones por acercarnos o alejarnos, tesoro pasional que retorna en el mismo momento en que perdemos la distancia óptima. Por otro lado y con respecto a los extraños, nuestra mirada de puercoespín temeroso los ubica muchas veces como amenaza que pone en riesgo nuestra integridad y/o la de nuestra pareja, grupo, institución, comunidad.

puercoespin 1Hasta aquí, estas reflexiones sobre vinculaciones primarias nos pueden servir de guía para intentar preguntarnos cuando nos invadan sentimientos hostiles dirigidos a otro más o menos conocido, de qué modo estamos operando con las distancias afectivas, qué excesos por uno u otro extremo nos están haciendo reaccionar, qué viejos y primarios moldes nos están empujando hasta la crispación. Pero claro, este es un capítulo que no tocamos aún, cómo algunas de estas distancias o proximidades desmedidas, forman parte de modos que aprendimos y repetimos sin interrupción con un alto monto de padecimiento.

Son éstos los movimientos y repeticiones entre los que transcurren nuestros días, algunos de los aprendizajes que la vida nos obliga a transitar a cada paso, aprender a estar con otros sin perdernos en lo común, aprender a construir lo común sin perdernos de lo propio, aprender a perdernos y encontrarnos, aprender a vivir con las púas propias y ajenas sin condenarnos por posiciones defensivas a dejar de ser por los otros ni dejar de estar con otros por temor a dejar de ser.

Valgan estas advertencias para los tiempos que nos toca vivir, en el litoral de nuestra geografía y en la geografía de nuestra sensibilidad, para que logremos encontrarnos con más entendimiento y menos desborde, con defensas más acordes con nuestras necesidades y deseos colectivos de abrigo y menos posiciones defensivas que polaricen las perspectivas. Tal vez así podamos ubicarnos ni tan cerca unos de otros, hasta sentirnos confundidos y lastimar nuestra autonomía, ni tan lejanos como para mirarnos como extraños sospechosos y amenazantes.

Finalmente, si aún advertidos ocurre el desborde, si nuestro accionar resulta igualmente extremo, entonces será tiempo de hacer el ejercicio de volver la mirada y aprender del puercoespín. Al fin y al cabo, sabremos que no somos ni tan cercanos ni tan extraños, que basta encontrar la medida justa para convivir al abrigo de lo colectivo y en respeto por lo propio.

 

CRÉDITO: Esteban Olivieri