Como una sucesión de capas superpuestas, los pisos de la esquina de General López y Urquiza van mostrando, a medida que se suben y a través de enormes cristales, el paisaje de un sur tradicional, histórico. Del mismo modo, pero en un proceso inverso, hacia adentro, una mujer se relata y quita los mantos de su propia existencia hasta mostrar la raíz profunda que alimentó durante 40 años uno de los espacios más significativos de la moda santafesina.
«Las antigüedades son mi nueva pasión, mi flamante metier, me encantaría formar el Sussan Museo, porque soy lo que soy gracias a todos mis antepasados, me tocó desarmar las casas de mis padres, de mis abuelos, siempre estuve rodeada de sus objetos, de todo lo que ellos usaban. A mis clientas les apasiona visitarlo porque se sienten identificadas», dice mientras el ascensor transparente se desliza desde la planta baja hasta la cúspide del último piso, mostrando en ese recorrido objetos de épocas pasadas, de materiales nobles, sobrevivientes del tiempo, puestos en una suerte de jardín vertical por donde no trepan enredaderas sino años. Atravesarlos es viajar, también, a los inicios de una empresa que forma parte de la identidad familiar de Susana, nacida en Villa Mercedes, San Luis: «Tengo toda mi familia allá y vine a Santa Fe a estudiar Abogacía. Me crié mamando el comercio, que era la ocupación de mis padres. A pesar de que ellos deseaban tener una hija profesional, yo siempre amé, seguí y me sentí atraída por lo que son los vínculos del intercambio y la venta. Aquí me casé con mi compañero de siempre, que me sigue acompañando, tuve mis hijos y comencé con lo que sería mi actividad durante toda la vida.»
Los inicios de Sussan Boutique poco tienen que ver con la solidez que transmite el edificio que se prepara para llevar a las vidrieras las tendencias de la primavera y el verano, en medio de un fluir de personas que van y vuelven con cajas, vestidos, zapatos y accesorios. Sí se sostiene la visión y la meta de una mente incansable que ha sabido hacer de las situaciones, siempre, una oportunidad: «Un primo me daba ropa y yo empecé a vender, con un bolso, en las oficinas públicas. Ni siquiera tenía auto, iba con mis hijos chiquitos y las clientas que visitaba me daban permiso para cambiarles los pañales en sus baños. Después crecí y vi que daba resultado otra estrategia: en lugar de vender personalmente, ponía en cada repartición pública una vendedora que me representaba y le daba comisiones. Después de 8 años, decidí que era momento de abrir mi primer negocio».
Así surgió el primer local, en Avenida Freyre y 3 de Febrero. Las ansias de evolucionar la llevaron a mudarse a un local más moderno en un edificio recién inaugurado y la visión comercial se clavó en la posibilidad de importar una afamada marca de sweaters uruguayos que la ayudaron a dar el gran salto cuantitativo que necesitaba para instalarse definitivamente en la cima del mundo de la moda: «Era un producto muy noble, era la única que los tenía acá en Argentina y las ventas mayoristas y minoristas que logré me permitieron crecer y vender muchísimo. Eso me ayudó a tomar un crédito hipotecario e instalarme en esta esquina de General López, que siempre había sido mi sueño».
De tal modo creció la empresa y tan intenso espíritu señaló el camino de Susana que sus hijos, ya profesionales, decidieron formar parte de ella. Se abrieron sucursales en el centro y en la ciudad de Paraná, consolidando el apogeo de los años felices. El golpe que significó la pérdida de su hija se transformó en el puntapié para reconvertir los espacios. Del dolor irreparable nació en Susana la calma que la llevó a mirar con nuevos ojos la vida, y el alma cambió la vestimenta más no su esencia, del mismo modo que las estaciones obligan a la mudanza de los ropajes. Es que el vestido, al decir de Barthes, tiene su expresión material y real, por un lado, y, por otro, la plasticidad y el color del ícono y, finalmente, su traducción en palabras, que le permite ser descripto. Así también la vida, que es carnadura, que es imagen, y es testimonio, se constituye en torno a las propiedades que permanecen pese a las mutaciones y cambios que la moldean.
Los ojos de Susana brillan, emocionados. El recuerdo anida en el fondo, en un costado sensible y humano, tan hondo como su disposición a la alegría que la vuelve a habitar con entusiasmo para hablar de la mujer santafesina: «Es espléndida, y exigente, le gusta estar jovial, manejamos por eso ropa de primer nivel y marcas de vanguardia, y también talles especiales, porque pensamos absolutamente en todas. Esto, más los años que llevamos a su servicio, han transformado clientas en verdaderas amigas, hemos formado una comunidad, y eso me ha ayudado, también, a mitigar todas mis dificultades».
Escuchar a esta mujer empresaria es aprender en pocos minutos una lección de superación. Conoce la moda, las tendencias, los vestidos y accesorios como objetos de deseo y expresión. Sabe, en definitiva, el método para satisfacer a mujeres que quieren hacer de su imagen una carta de presentación. Sin embargo, para sí, prefiere una apariencia casi de disimulo: «No soy muy coqueta. Tengo un perfil bastante bajo, me visto para trabajar a las 8 de la mañana y me desvisto en mi casa a las 8 de la noche, pero me gusta que mis clientas, mis amigas, la mujer, esté espléndida».
Hay en Susana una sensibilidad a flor de piel, suave y exquisita, similar, quizás, a la sutileza de las tramas que está habituada a tocar para determinar su calidad. Mientras el local se va habitando de voces y recambios a medida que avanza la primera hora de la mañana, la voz se le quiebra, movilizada y sonriente, sin embargo, por una charla que le hizo repasar la médula de su existencia en pocos minutos: «Siempre se puede, siempre, siempre… Pasé épocas maravillosas y otras muy duras. Este espacio es mi vida, por acá han pasado los últimos 40 años».
La caja de cristal vuelve a atravesar esa galería vertical poblada de objetos y belleza donde todo reluce. Es el símbolo de esa necesidad de aportar al mundo una mirada estética. Tal vez basten, como dice la canción, un vestido y un amor para que el círculo sea perfecto.
Texto: Fernando Marchi Schmidt
Fotos: Pablo Aguirre
Estilismo: Mariana Gerosa
Locación: Sussan Boutique Santa Fe
Nombre de sección: Retratos y perfiles
Edición: N° 76