La arpista tenía 9 años cuando conoció al que sería su compañero musical de vida. Fue en una tarde otoñal en Concepción del Uruguay cuando se produjo ese “amor a primera vista”. La docente, intérprete, investigadora guarda recuerdos vivos de ese momento y sostiene el carácter especial del instrumento. “Sin duda hay magia en el arpa”.
“En mi vida la música existe desde que tengo memoria”, afirma Marcela Méndez como preludio de la charla. Concepción del Uruguay es la ciudad adonde su familia dejó de ser nómada. Allí, ese padre empleado de prefectura naval decidió instalarse y, retirado de la fuerza, ejercer la profesión docente. Marcela cree que el destino jugó a favor de su vocación. El mismo año en que se asentaron en la ciudad, se abrió allí la escuela pública de música. “Todo se alineó para que yo estudiara con esa profesora que viajaba semanalmente desde Buenos Aires para enseñar arpa”. Esa profesora se llamaba Elena Carfi y fue un pilar para ella.
La familia llevaba poco tiempo en Concepción del Uruguay cuando se produjo el encuentro que marcaría la vida de Marcela. Fue una amiguita quien la llevó a conocer a la maestra de arpa de la escuela de música. “Yo tenía 9 años y tengo muy vívido aquel recuerdo de la casa antigua adonde funcionaba la escuela. Eran los últimos días de marzo, cuando las luces se ponen como doradas. Había un arpa también dorada allí adonde entraba un poco de luz”. Entre recuerdos ocres se dibujan las figuras de la maestra prometida y de ese instrumento fascinante. “Era como Narnia para mí. No sabía adónde el instrumento me podía llevar”.
Pese a la destreza en la ejecución de distintos instrumentos, Marcela asegura que no puede tocar otro en público. Subraya las cualidades extraordinarias del arpa. “Es un instrumento que siempre se asocia con la magia, la encantación. En el antiguo testamento, Saul pide que le traigan un arpista para alejar los demonios y mantener el espíritu en una línea de pureza. Los orientales dicen que es el único instrumento que tiene las cuerdas verticales y que, al vibrar, unen la energía de la tierra con el cielo. Hay arpas eólicas, a las que el viento hace sonar sin necesidad de que haya una persona. El arpa es vibración que nos conecta. Además como instrumento es hermoso”.
Marcela completó sus estudios con el acordeón a piano pero no volvió a tocarlo. “Me recibí porque en mi casa todo lo que se empezaba se terminaba”, señala con una sonrisa. Desde aquel encuentro dorado, su dedicación se centró en el arpa. Pasaba horas en la escuela de música, entre clases y práctica. “Los fines de semana eran desafiantes para mí porque la escuela estaba cerrada”. Marcela recuerda con exactitud lo primero que interpretó en público. “A fin de año se hacía un concierto. Toqué una pieza muy sencilla que se llama ‘Lavanda Azul’. Cada vez que mis alumnos la aprenden puedo verme a mí de chica con un vestido rojo que me había hecho mi mamá y un lazo de terciopelo. Ella estaba sentada en la primera fila”.
Por ese principio de que todo debe terminarse y por otro según el cual la música no es un medio de vida, Marcela estudió una carrera de la que se recibió con honores pero que no ejerció: profesorado de francés. A sus 21 años, sacrificio paterno de por medio, tuvo su primer arpa y fue convocada por la orquesta de Entre Ríos para tocar como solista en el concierto para flauta, arpa y orquesta de Mozart. “Ahí tuve la seguridad de que ese sería mi camino de vida”. Y en esos lazos particulares del destino, el idioma estudiado le allanó el camino hacia la beca Saint-Exupéry con la que perfeccionó sus estudios de arpa en Paris durante dos años.
“Desde que tengo memoria uno de los sueños era ir a estudiar a Paris y no paré hasta que sucedió. Mi instrumento tiene todo un linaje en Francia y a mí me interesaba formarme en la escuela francesa”. Marcela destaca la riqueza de esa experiencia, más allá del estudio: “Pude ver cuán vasto e inacabable es el conocimiento”. Sin embargo, siempre tuvo en claro su deseo de regresar a Argentina. No a Buenos Aires sino a ese interior en el que “había mucho por hacer”. “La cultura en un país federal es un derecho para todos”, afirma. La creación de la Asociación de Amigos del Arpa se basa en esa idea.
Desde 1993, año en el que ganó el concurso para el cargo de solista en la orquesta sinfónica de Entre Ríos, Marcela vive en Paraná. Hubo periodos de distancia con asentamientos en París, Milán y Santa Fe; pero no iban más allá de un tiempo limitado. Entre la época en que su arpa personal era casi la única en el Litoral al presente hay un largo camino “En un momento me empecé a dar cuenta de que era importantísimo dejar un legado, no desde el ego sino desde una mirada que traspase mi generación. Hoy, este es uno de los polos con más desarrollo del arpa en el país. Y lo digo con orgullo”. Ya retirada de las orquestas de las dos ciudades en las que se desarrolló durante décadas, mira con satisfacción como esos lugares y cátedras de arpa son ocupados por ex alumnas suyas. “Hay un recurso humano desarrollado acá”
En la actualidad el eje laboral de Marcela pasa por la docencia y la investigación. Cuenta que enseña desde que era ayudante de cátedra de su profesora en Concepción del Uruguay y que durante la pandemia, la rutina en suspenso le permitió sumar estudios. “Mi actividad era muy intensa y no me permitía hacer esos cursos que se daban solamente en EEUU. Cuando los abrieron a la virtualidad me formé y ahora soy parte del staff de la escuela Suzuki de Paraná con una nutrida cantidad de alumnos”. Explica que la premisa del método es que si un niño no necesita saber ortografía ni gramática para hablar su lengua materna, algo similar puede darse en la música. “Empiezan de tan chicos porque se trabaja desde la escucha, no desde la lectura. El canal de acercamiento a la música es distinto. A mí me resulta muy interesante”. Marcela es la primera docente especializada en enseñanza Suzuki de arpa en Sudamérica y la Escuela Suzuki del Paraná, abierta en 2020, también es precursora.
Marcela inició su carrera investigativa con un trabajo sobre la primera mujer que dirigió una orquesta en Argentina. El libro sobre Celia Torá se publicó en 2001. “En ese tiempo no había tantas investigaciones específicas sobre género. Se me partió la cabeza en mil pedazos al entender que esa mujer a principios del siglo XX había tenido el coraje de irrumpir en un mundo tan masculino como lo era la dirección orquestal. Fue una crónica no valorativa ni pensada desde una perspectiva de género en su momento, que se convirtió luego en libro obligado de consulta para posteriores investigaciones, y para mí ella fue una inspiración absoluta”. Le siguieron investigaciones sobre la historia del arpa en la Argentina, sobre la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos, sobre su última y muy valorada maestra de arpa, la italiana Mirella Vita. Relata que en un evento en Méjico en 1993 se preguntó por qué la música argentina significaba solo un 2% de su repertorio. De allí surgió un trabajo aún en proceso sobre la música original para arpas de pedales de compositores argentinos, además de una revisión de su propio repertorio. “Mi interés por la investigación va por el lado de recuperar historia que todavía no se escribió”
A décadas luz de aquella joven que corría a la escuela para encontrarse con el arpa, la actualidad la encuentra con varios ejemplares de su propiedad. Marcela tiene arpas de pedales, arpas barrocas obra de dos luthiers uno argentino y otro italiano, arpas celtas y muchas variantes pequeñas para que sus alumnos Suzuki puedan practicar. “Solo tomo alumnos Suzuki cuando tengo arpas para ellos”. Y cada arpa tiene su nombre con el que artistas y ejecutantes del instrumento de distintas épocas son homenajeados. “¿Qué tocaría para que niños pequeños conozcan el instrumento? Creo que dejaría que sean otros niños quienes lo hagan y quizá elegiría Lavanda Azul. Si fuera yo quien lo hiciera, tocaría algo de Bach…o Estrellita que todos conocen. Cualquier música sería buena. Sólo de verlo al instrumento ya hay un halo especial. Sin dudas hay magia en el arpa”.
Texto: Julia Porta
Fotos: Matías Pintos
Estilismo: Mariana Gerosa
Nombre de sección: Perfiles
Edición: N° 93