El hombre del siglo XXI es prácticamente inexplicable fuera de las redes, no solo las cotidianas, de trama palpable, sino las virtuales, donde la imagen se hace ícono y puede describir prescindiendo de la palabra. La carta de presentación de este joven fotógrafo lo muestra nadando hacia el fondo de un mar, atravesando un desierto, con una selva bordeando el horizonte y bajo el dominio crudo de la nieve. El mundo es parte de sus pasos y deseos, y se rinde a la obturación de una lente y de su ojo.

 

Las imágenes se suceden: luces en un estudio, pantallas, cámaras, harina espolvoreada en cámara lenta sobre una mesada de mármol, una lata de cerveza que transpira el frío interno, el atardecer a orillas de la laguna, un avión que levanta vuelo para observar la ciudad distante, molinos de viento futuristas, pantallas de laboratorio. La creatividad en sus expresiones más sofisticadas. A varios metros del suelo, la siesta de noviembre en una terraza sobre la peatonal santafesina es un anticipo caldeado de la lluvia en primavera. Es un espacio despojado, casi minimalista, con unos muebles de madera que el tiempo erosionó hasta darles un aspecto casi marítimo. David Pagura, bajo el sol, es una mezcla de rizos y ojos centelleantes que busca con tranquilidad las frases justas para describirse: “Confieso que es la primera vez que me entrevistan para una revista…” No hay ansiedad en el tono, ni postura fingida en el modo de acomodar el cuerpo, por lo que se trasluce desde el gesto un hombre transparente —quizás parecido al adolescente que desde Santa Fe tuvo una formación en polimodal con orientación en gestión de empresas, que no sería su vocación, pero que terminaría aportando algunas herramientas para calibrar el paso en lo que la vida le fue presentando— Siguió con ingeniería ambiental, ya en el ámbito universitario, y, finalmente, comunicación visual. Pero ninguna de estas experiencias le sacó la pasión a flor de piel, sino que fue la fotografía el gran paso que lo llevó a experimentar su lado creativo. “Siempre la cámara estuvo ahí y me sorprendía que, desde los inicios, la gente me preguntara cuánto les cobraría para hacerles retratos o fotografías. No existían las redes sociales todavía, todo era muy lento. Decidí tomarme un año para ver qué pasaba con esas oportunidades que se abrían como una profesión y no volví nunca más de ese lugar. Mi familia fue siempre un apoyo en cada paso”.

 

Los primeros trabajos se refirieron a productos comerciales en Santa Fe y, de ahí, este joven inquieto saltó a hacer fotografías de eventos sociales y corporativos, en un momento donde se abrían brechas generacionales y surgían nuevas formas de mirar el mundo a través de la cámara. Pese a que tuvo la posibilidad de migrar a cualquier lugar del planeta, “nunca me sedujo demasiado el irme, siempre me quedé por acá cerca, porque pienso que desde aquí también se puede construir y, si algo me faltaba, solo era cuestión de generarlo. Cada vez que me fuí, siempre hubo fecha de regreso”. En ese afán de transformación, de experimentación constante como llave motora del crecimiento y habiendo tenido su paso por los eventos, puso la energía en otros desafíos: “empecé a dar clases, tímidamente, y eso que comenzó casi como una cuestión terapéutica creció muchísimo y se convirtió en una actividad súper importante para mí… hoy tengo la vida en dos lugares: acá en Santa Fe sigo con mis clases y en Rosario tengo mi estudio, en el que retomé al 100% el trabajo que hacía con imagen publicitaria.”

Ese espacio, y su cuerpo de profesionales, es Inkuva, el sueño cumplido de desprenderse del nombre como marca personal y darle un sello empresarial que lo trasciende. “Fue un proceso de tres años. Kuva es una palabra que aprendí en Finalndia, significa imagen en finés, y le agregué después “In” por una cuestión fonética, para terminar siendo algo así como una incubadora de imagen.” En ese tiempo y en esa geografía que dictan la creatividad, David define su modo particular de observar el mundo para plasmarlo en una imagen: “es algo muy técnico, con mucho detalle, se está generando un concepto con muy buena estética, en un tiempo casi récord; estamos entregando trabajos en 24 o 48 horas, que son plazos que el mercado aprecia. Es muy distinto a mi pasado en los eventos cuando no existía esta inmediatez, en este rubro, demorar es casi un suicidio comercial.”. En una frase logra sintetizar, casi, los espíritus de lo contemporáneo: belleza e instantaneidad. Esos elementos, que el ojo entrenado rastrea e hilvana, marcan una identidad de los trabajos que se manifiesta en retratos, piezas publicitarias y proyectos audiovisuales; donde se cuidan hasta los detalles más nimios, en una búsqueda constante de perfección y armonía del movimiento. “Me define a nivel identidad la búsqueda de la diversidad. Necesito cambiar, probar cosas nuevas todo el tiempo, y desarrollo una gran capacidad de adaptación. Por otra parte, me resulta muy fácil captar la idea que tiene alguien y, lo que hago, es darle un código visual acorde a esas expectativas. Mi competencia más fuerte es la imaginación del cliente y es mi desafío más grande el materializar sus ideas en una pieza visual. Siempre trato de que todos los que formamos parte del proceso creativo estemos a gusto, es vital la búsqueda de un bienestar en cada proceso porque se nota en el producto final”.

 

Mientras la tormenta se alza desde el Sur y amenaza con desatarse, David parece retratado sobre ese fondo de oscuridad. Declara, a nivel personal, fotografiar lo que desea ver y no lo que ve en realidad. Sus imágenes son expresiones de sus deseos, utilizando síntesis, geometría, simetrías, íconos, en una armonía que no siempre se encuentra en lo real.

En consonancia con la diversidad que deja ver, David es además pianista de toda la vida, amante del jazz fusión, de la improvisación. Actualmente explora el dibujo asistiendo a talleres con Sebastián Kaminsky, y explorando la materialidad que ofrece el dibujar en papel a diferencia de los procesos digitales. “Para mí, el boceto es siempre una pieza fundamental en cada creación fotográfica. Empecé buscando mejorar eso y me quedé en el dibujo para alcanzar otros horizontes, otros niveles de sensibilidad y expresión”.

 

Estados Unidos, Asia, Europa, Rusia fueron circuitos que David recorrió. Esos paisajes quedaron registrados en imágenes y en un ojo ávido por capitalizar emociones y experiencias, que siempre se vuelcan en el trabajo creativo. “Lo que logro es construir una imagen que sintetiza íconos y personajes, y ese ejercicio es aplicable luego a los laburos que me puede llegar a pedir un cliente”.

Por un lado, el pasado que lo fue forjando, por otro, un David Pagura que se proyecta y se imagina, casi como una mirada que busca la toma ideal: la de sí, la del deseo sobre sí. “Quiero ser un tipo capaz de contagiar, de transmitir a otros la pasión por la imagen, lograr una simbiosis con la gente, de fluir, vincularnos a través de la fotografía, de lograr encuentros reales, de materializar, de despegarme un poco de las redes sociales”. Ahí aparece la distinción, casi una vanguardia: construir un hombre creativo que, lejos de la masividad, pueda pensar y concretar un mundo particular, exclusivo y exquisito, capaz, desde la instantaneidad, de lograr el milagro de lo duradero.

 

 

Para conocer más:

www.davidpagura.com. / www.inkuva.com

Instagram @davidpagura

 

Texto: Fernando Marchi Schmidt

 

 

Nombre de sección: Perfiles y personajes

Edición: N° 68

 

 

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