Desde su juventud es defensor y hacedor de la educación pública. Podríamos decir que es hijo de una Universidad Nacional del Litoral que lo vio crecer hasta llegar a convertirse, en este momento histórico, en el Rector anfitrión de los primeros cien años. Sin embargo, Enrique se adelantó al decir que la UNL es el hijo que antecede a los tres que tiene. Un hijo que le llevó mucho trabajo y al que, asegura, le dedicó y le sigue dedicando más tiempo que a los otros.

La Manzana Histórica es testigo de la celebración del centenario de la Universidad Nacional del Litoral. En la semana aniversario, con el debate presidencial en el centro de la escena, el edificio lució su puesta en valor trabajada a lo largo de más de un año. Allí, con vestigios de la obra aún latentes, Enrique Mammarella me recibe en una oficina enorme en la que predominan la madera, los libros y el mármol. Su despacho está en un rincón, acomodado entre puertas y repleto de papeles. Al costado, un living con sillones que parecen cómodos se ubica junto a la ventana a través de la cual, cuenta, entra una cálida luz solar. No es su segundo hogar, sino en el que pasa más horas del día. Llega alrededor de las siete y media de la mañana y se va cuando terminan las actividades programadas. Nos ubicamos en una mesa grande y amplia y comenzamos a dialogar.

TS —¿Ser Rector de la UNL en el año de su Centenario viene a coronar su extensa carrera dentro de esta misma Universidad?

EM —Son muy pocas las personas que tuvieron la oportunidad de llegar aquí electas a través de la Asamblea Universitaria y eso implica una responsabilidad muy grande. Vengo de ocho años de ser decano y muchos años de trabajo en la Universidad. Empecé temprano, en la Escuela Industrial Superior, hice mi carrera universitaria y mi doctorado y también fui docente. Son muchos años y uno va siendo parte de esa Universidad que va construyendo comenzando por la militancia estudiantil, pasando por la responsabilidad en los claustros y los espacios del cogobierno universitario. De allí es que cada uno nos hemos ido dando cuenta de lo que representa ser universitario del litoral: ser partícipes en la construcción de una realidad desde el lugar donde nos toque estar. A mí no sólo me toca conducir los festejos de los primeros cien años sino también conducir el tránsito y el pensamiento de los primeros años de los próximos cien, así que el desafío es aún mayor para seguir sosteniendo a la Universidad en la altura a la que la han conducido los rectores que me precedieron. Debemos pensar con claridad en ese futuro que no sabemos cómo será pero que tenemos que construir, siendo responsables de que las cosas pasen.

TS —Quienes pensaron la Universidad lo hicieron con la educación pública como pilar de desarrollo de un país, una misión que los inspira hasta hoy.

EM —A principios de siglo se piensaba una Universidad grande, con facultades a 600 km. coordinadas desde Santa Fe. Dos de ellas estaban ubicadas en la ciudad, tres en Rosario, una en Paraná y una en Corrientes. En esa época, pensar una universidad regional era pensar en un nuevo modelo que venía a proponer una nueva lógica que no sólo tenía que ver con la idea de formar profesionales sino con el avance de la educación como desarrollo de la región. La sociedad santafesina pedía algo más que la nacionalización de una universidad y tener esa claridad conceptual de pensar y desarrollar este tipo de universidad, que los profesores pudieran viajar o quedarse a vivir en esos territorios para crear masa crítica fue y es una misión muy fuerte para la universidad. Ese pensamiento inicial fue diferenciador, de un país grande que no fue y en el que la educación era muy importante. Desde su inicio, la universidad está acostumbrada a gestas históricas relacionadas con la democracia, el desarrollo, la investigación y la sociedad. Hoy nos está faltando que las políticas de gobierno vuelvan a posicionar a la educación como clave para el crecimiento.

TS —¿Qué importancia tiene la articulación de la Universidad con los gobiernos de turno?

EM —Tiene que ver con aprovechar lo que se tiene en la región y depende de cada uno de los gobiernos. Muchas veces desde ellos no nace una articulación que también debemos fomentar a través de las universidades, porque no sólo tenemos la responsabilidad de formar profesionales que estén capacitados técnicamente sino que necesitamos que estén capacitados para entender que, como ciudadanos, son responsables de la transformación de nuestro país. Todo lo que producimos en la universidad, que a nivel de investigación es muy importante, tiene que ser transferido a la sociedad y también a los gobiernos para comenzar a ser parte de las políticas públicas.

TS —¿Cómo se piensan los próximos cien años de la UNL?

EM —La universidad se planifica en periodos de diez años, que trascienden los de gobierno de un rector porque entendemos que son las políticas de Estado las que hacen que las instituciones puedan crecer. Estamos proyectando lo que será el plan de los próximos diez, tomando algunos temas que creemos que son de trascendencia. Sin dudas que la inclusión es muy importante para nosotros; también lo es entender el desarrollo de las nuevas juventudes y estar a la altura de lo que se nos piden tanto los millennials como la gente que está formada en otro paradigma; aggiornar a nuestras carreras a los nuevos lenguajes y estructuras; trabajar fuertemente en nuestra graduación y en que los tiempos de estadía sean más adecuados; favorecer que las investigaciones lleguen a la sociedad y, a través de la extensión, interiorizarnos en saberes no formales que se construyen culturalmente en la sociedad para traerlos a la Universidad. También debemos fomentar todo lo que tiene que ver con el desarrollo y la economía, porque tenemos que formar profesionales que cambien el paradigma que nos ha venido rigiendo hasta ahora y nos ayude a pensar en la solución a los problemas coyunturales que llevan más de un siglo. Resolverlos implica diálogo y un cambio en la lógica de un conocimiento que ya no es más individual sino colaborativo. Podemos dar saltos grandes si todos trabajamos con un mismo objetivo.

TS —En plena evolución, ¿hay tradiciones que se conservan?

EM- La mayor fuerza de la tradición está en lo simbólico que representa el sello mayor de la universidad –que nosotros llamamos el efebo– y lleva el lema de «la luz que nunca se agota». Esa necesidad de llevar la educación libre a todos los niveles ha estado desde el principio con los cursos para obreros, la extensión universitaria, la creación de los medios de comunicación, la educación a distancia y el tratar de llegar hasta el último rincón con la educación, entendiendo que es la herramienta transformadora que conduce a la libertad.

TS —Hay propuestas educativas para todos los niveles, sin distinción de edades ni formación.

EM —Son los frutos de un crecimiento que nunca se detuvo. Tenemos un jardín, una escuela primaria, tres escuelas secundarias, diez facultades, dos centros universitarios, una sede universitaria, carreras de posgrado y también cursos de oficios. Cada una de esas experiencias tiene que ser transformadora como práctica diferenciada y debe luego volcarse hacia la sociedad como una forma de ser.

TS —Imagino que estarán ansiosos de que el primer debate Presidencial se realice en esta Casa…

EM —Las responsabilidades son grandes. Que la UNL sea un lugar que se entienda, como universidad pública, como un lugar de debate de ideas, pluralidad y ecuanimidad es nuestro orgullo como universitarios del interior, ya que podría haber ocurrido en cualquier otra provincia o espacio. Trabajamos mucho y seguimos haciéndolo para asumirlo con responsabilidad. La nuestra será la cuarta Universidad en el país en pasar la barrera de los cien años y puede contar hechos importantes como dos Reformas de la Constitución, la organización del primer Debate Presidencial y un Rectorado convertido en manzana histórica.

TS —Podríamos cerrar diciendo que es hijo de una Universidad que lo vio crecer y hoy lo encuentra como anfitrión del festejo de sus cien años.

EM —Yo diría que la UNL es el hijo que nació primero que los otros tres que tengo. En sus pasillos crecí y me desarrollé como profesional y como persona. Es el hijo al que más le he dedicado tiempo y trabajo, incluso sigue siendo así porque paso aquí la mayor parte de mis días y tampoco me tomo muchos descansos de mi actividad porque necesito estar y saber cada cosa pasa… (se le llenan los ojos de lágrimas, y respira para seguir con el relato). Por suerte tengo una familia que me ha acompañado, comprende lo que significa para mí y también lo comparte.

 

 

Texto: Belén Bustamante

Fotos: Ignacio Platini

Maquillaje: Mariana Gerosa

Nombre de sección: Perfiles y Personajes

Edición: N° 77|

 

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