Es el actual secretario general de La Bancaria en Santa Fe, el gremio que representa a los trabajadores de ese sector, y en noviembre irá por un mandato más. Es oriundo de Gálvez (departamento San Jerónimo), allí cursó sus estudios primario y secundario, y es el lugar donde comenzó a trabajar desde los 8 años.
Proviene de una familia de clase trabajadora, su padre se jubiló como sereno de estación de servicio y su mamá bordaba. “Esa era la forma que teníamos de subsistencia”, le contó a Toda Santa Fe.
Actualmente, convive con sus dos hijos: Bruno que estudia Ciencias Económicas y hace una pasantía, y Mauro que estudia Derecho. También está en pareja con Romina, trabajadora bancaria y militante gremial.
“Cuando terminé la escuela secundaria (actualmente EETNº 456 Hipólito Irigoyen, donde se recibió como maestro mayor de obras), comencé a trabajar en una distribuidora de golosinas y tenía como tarea ir a los bancos. Un día me encontré un cartel que decía ‘se necesita personal masculino mayor de 18 años’. Me anoté y, en el concurso, salí tercero sobre un total de 100 personas y me llamaron para comenzar a trabajar. Allí tuve mi primera gran desilusión de trabajo, porque estaban intentando acomodar a los que habían salido cuarto y quinto, e inventaron que yo tenía un problema de columna, discutí eso y logré mi puesto, pero después de ellos; realicé estudios médicos de forma privada y luego desde el banco adujeron un error”.
También, Girardi le contó a Toda que “siendo muy joven, milité para la candidatura a presidente de Antonio Cafiero (competidor de Carlos Menem en 1989). En ese entonces, en Gálvez, había mucha militancia porque existían tres espacios del peronismo que aglutinaban el 75% de los votos, uno lo lideraba Oscar Lamberto, el segundo Juan Carlos Galotto y el tercero Jorge Del Bianco”.
TS —¿En la escuela secundaria ya militaba?
CG —Algo habíamos hecho durante la dictadura, en ese entonces, queríamos armar un centro de estudiantes cuyo único objetivo era recuperar una fotocopiadora usada que nos querían ceder desde Sancor, en Sunchales. En Gálvez había una sola máquina, por lo tanto había un monopolio y nos costaban caras las copias. Pero el director de ese momento, nombrado por la dictadura, amenazó con expulsarnos si hacíamos eso.
TS —¿Cuándo llega la militancia, entonces?
CG—Una vez que ingresé al banco Litorcoop (que luego se llamó Litoral y que era parte de los bancos cooperativos que desaparecieron Carlos Menem y Domingo Cavallo en la década de 1990); pasaron 6 meses, éramos 37 empleados en la sucursal, un día me llamaron a una reunión y me ofrecieron un cargo superior, a cambio de “comentar lo que pasaba entre mis compañeros”, y lo rechacé. A partir de allí, me pregunté de qué sirve la capacidad si hay que convertirse en entregador de compañeros.
En ese momento del país, comenzaban a normalizarse los sindicatos y, en nuestro banco, había un delegado al que los más jóvenes le protestábamos porque la única condición que yo tenía era esa. En una discusión que tuvimos con él me preguntó “¿porqué no lo hacés vos si crees que es tan fácil?”. A los pocos días de este episodio había elecciones de delegados de comisión interna, nos propusimos y lo integramos a ese compañero. Me eligieron como Secretario General de la comisión gremial interna de ese Banco, y en esa seccional había que representar a más de 200 trabajadores, solo tenía 23 años. La situación era fantástica, la gente nos había votado y nos apoyaba, pero lo que tenía yo eran solo ganas, no había leído ni la Ley de Contrato de Trabajo, ni la de Asociaciones Profesionales, ni el estatuto y, en ese momento, no había la posibilidad del doble clic para buscarlo, había que pedirle fotocopias a algún dirigente que las tuviera. De esa forma, me inicié en la carrera gremial, con un grupo de compañeros y amigos, algunos de ellos todavía siguen conmigo. Cuando pasó eso, fui a contarle a mi papá, que no tenía participación política alguna.
TS — ¿En su familia no había militancia?
CG —La había tenido mi abuelo paterno pero, del lado de la derecha, o sea, nada que ver con la militancia gremial ni mucho menos de los sectores populares. En ese entonces, comenzó a ser notoria nuestra participación gremial porque realizamos muchas acciones gremiales y solidarias. En ese momento el compañero Jorge Del Bianco ( fallecido) que era diputado provincial, se acercó a mí y me invito a participar de su espacio político, acepté y comencé la militancia con presencia que fue de menor a mayor, con aciertos y errores.
TS —¿Tuvo pasos por la función pública?
CG—Primero fui unos meses asesor del legislador y me designaron como director de Industrias Penitenciarias (IAPIP) a principio de 1996, y hasta Diciembre de 1999.
Antes de eso, a fines de los 80 cuando conducía La Bancaria Rubén Rodolfo Sacks—Diputado Nacional del peronismo que votó las privatizaciones, del riñón de Rubén Cardozo—, en el gremio se formó una lista de oposición de la cual fui parte y ganamos.
Luego, el banco donde yo trabajaba fue absorbido por una entidad cordobesa y posteriormente por el Galicia, lo que presagiaba lo peor. En ese momento, y haciendo uso de licencia en mi puesto de trabajo por estar ocupando un Cargo Público, decidí terminar mi relación laboral con la empresa, dado que no pretendía ser empleado de ese Banco.
En 1999, terminado el cargo en la función pública, no tenía trabajo. Cuando asumió Carlos Reutemann como gobernador yo era uno de los tipos no queridos por él lo cual era lógico por las diferencias ideológicas que teníamos.
En abril de 2000 ingresé al Nuevo Banco de Santa Fe, en Gálvez, luego me comunican el traslado a Rosario, porque creían en realidad que yo trabajaba en Villa Gobernador Gálvez; subsanado ese error, igualmente me trasladaron a Santa Fe y viví en una pensión seis meses con cinco estudiantes, y en ese contexto, viviendo así, obtenía más alegría que las tenía en el trabajo, en el cual no había muchos derechos, lo único que hacíamos era cobrar el sueldo, no se podía protestar por nada. Uno de esos estudiantes, actualmente es contador, y es cercano a mí.
Luego, eso cambió, porque fui trasladado a Gálvez. Antes vivía con estudiantes 15 años menores que yo, sin ver a mi familia durante la semana y, a partir de ese traslado, convivía a diario con mi familia, lo cual cambió radicalmente mi vida.
En abril de 2002, post corralito, cuando todavía seguía contratado en el banco, recibí una llamada y me vuelven a trasladar a Santa Fe, donde volví a alquilar una pensión. Más adelante, retomé la militancia gremial, junto a la compañera Victoria Capoccetti y ganamos la elección de delegados del Banco de Santa fe, en ese momento, sobre 350 empleados eran solo ocho afiliados al sindicato, no querían votar por el miedo que había. Luego integré una lista de la Bancaria Santa Fe.
De todos modos, ganamos las elecciones, empezamos a construir un espacio en el cual se pensara más en el sindicato y así crecimos en el número de afiliados. Así es que en 2007 creamos un espacio diferente, previamente nos diferenciamos de la conducción que en ese momento estaba en el Sindicato, algo similar a lo que les pasó a los compañeros del Banco Macro, y así comenzó a nacer y comenzamos a construir la lista 2 Naranja Bancarios Independientes.
Nunca dudábamos de lo que estábamos haciendo, así es que fuimos a una elección en el año 2010 que hubo que cuidarla mucho, por ejemplo, dos horas antes de que se terminaran de contar los votos, los adicionales de policía se retiraron, igualmente algún resguardo teníamos y esa elección la ganamos por 16 votos.
Sergio Palazzo fue una figura importante que apostó a este espacio que pretende ser abierto, creo que conformamos un buen grupo de trabajo.
En 2014, ampliamos la convocatoria a grupos que habían estado en la lista opositora a nosotros, de tal forma que, en la última nómina que cerró, hay unidad total de todos los sectores de La Bancaria. Sobre 1500 bancarios hoy contamos con 1300 afiliados.
“El gremio siempre debe ser solidaridad y compromiso”, rescató.
Texto: Sergio Ferreyra
Fotos: Pablo Aguirre
Maquillaje: Mariana Gerosa
Nombre de sección: Perfiles y personajes
Edición: N° 66