Mujer, abogada, escribana, política, feminista, madre, esposa, abuela. Alicia Tate porta con satisfacción todas esas calificaciones. Desde la militancia estudiantil hasta su presente en el Consejo de la Magistratura, la acción y el contacto con las personas siguen siendo las bases de una labor profundamente signada por la mirada de género.

Hija de una santafesina y un porteño, Alicia Tate nació en Paraná; la mayor de cinco hermanos. Cuenta que en su familia no había militancia partidaria pero sí compromiso. «Mi papá era una persona con ideas muy progresistas.»

Al referirse a su mamá usa la expresión «resiliente», alguien que, tras transitar una infancia marcada por la orfandad, enfrentó en la adultez la muerte de dos hijos en tragedias aeronáuticas. «Y nunca bajó los brazos —cuenta Alicia—, a pesar del dolor siempre se mantuvo entera.»

Facultad, militancia y reivindicaciones

Alicia Tate llegó a Santa Fe con el objetivo de estudiar abogacía. «Cuando era joven tenía una visión tan idealizada, tan poco ajustada a la realidad, que yo creía que iba a ser Alicia la justiciera», cuenta entre risas.

Fue en la UNL, en la década del sesenta, adonde se dio su encuentro con la militancia. El espacio elegido fue MURA (Movimiento Universitario Reformista Auténtico), agrupación local que transmutaría en Franja Morada, nombre que se utilizaría también a nivel nacional. MURA tenía un líder indiscutido: «Changui» Cáceres, un militante de la juventud radical que sería, años después, su esposo y un dirigente político destacado.

Vida en democracia y proximidad con necesidades populares, aparecen como ejes en su accionar. «Las reivindicaciones en ese momento iban del comedor universitario a, obviamente, la recuperación de la democracia. Pedíamos elecciones libres, sin proscripciones ni condicionamientos.» Alicia cuenta que eran épocas de militancia en la calle, fuerte represión policial y cobijo en las casas vecinas a la facultad cuando la policía montada parecía querer arrasar con todo.

Su acercamiento al radicalismo se dio tras la destitución del presidente Illia, de alguna manera como gesto de repudio ante el avasallamiento institucional. «Al derrocamiento lo tomé como una afrenta, algo que no se podía permitir», señala. Los primeros pasos en la militancia partidaria estuvieron vinculados al trabajo en villas: «Sentía que podía acompañar, ver las carencias y solucionarlas en la medida de mis posibilidades.»

El lugar de las mujeres

Después de ejercer durante un breve tiempo la profesión, Alicia ingresó en la justicia. Durante diez años fue secretaria en un juzgado de paz. Los viajes diarios y las necesidades de una familia que comenzaba a crecer, llevaron a Tate a buscar alternativas más cercanas. Aunque idónea y responsable, encontró obstáculos en su carrera. En plena dictadura, el conocimiento de su filiación partidaria y el machismo imperante jugaban en contra. «Fui a hablar con el director del registro civil y me dijo: “Acá no la podemos nombrar porque las mujeres para esto no sirven.” Después, cuando nombraron a otro juez, tuve que ir un mes para enseñarles… a los que “sí servían”.»

La estructura patriarcal atravesaba también a la actividad partidaria. Alicia recuerda la anécdota de una reunión en el interior provincial a la que fue como representante de la juventud radical. «Hoy tenemos una flor que engalana nuestra mesa», la presentaron. «Ese era el lugar que nos daban. No les pasaba por la cabeza que pudieras estar para aportar una idea o para discutir algo.» Pero nada impidió que Alicia continuara en la política. Integró la Junta Coordinadora Nacional, grupo de gran presencia durante la restitución de la democracia. «La juventud radical fue la espina dorsal del alfonsinismo», afirma. Posteriormente, sería asesora legislativa y arribaría a la función pública como diputada provincial y nacional.

Sobre el lugar de esposa de un dirigente reconocido, señala que no fue sencillo: «Es un freno para la autoestima. Es como que estás siempre a la sombra.» Ser diputada provincial electa fue un paso hacia la renovación de su autovaloración. Allí llegó ya dictada la Ley de Cupos, una normativa por la que Alicia trabajara denodadamente. «En ese momento, los dirigentes partidarios decían: “No podemos aprobar la ley de cupos porque no tenemos mujeres.” Las mujeres siempre estuvimos, el problema es que los hombres no nos veían. Y no nos ven aún hoy.» Durante su mandato, presentó el primer proyecto de Ley de Paridad, el cual no prosperó.

Alicia cree en la acción conjunta de las mujeres. Desde sus espacios formó grupos de intensa actividad. Integró el multipartidario Foro de Integración de la Mujer Santafesina. Fue abogada patrocinante de las mujeres que reclamaban el efectivo cumplimiento de la Ley de Cupos; propósito con el que llegaron hasta la Corte Suprema. Los recortes de diarios conservados muestran su acción permanente, la participación en foros internacionales, su gesta en la defensa de pares.

Entre las figuras referentes, Alicia menciona a María Teresa Merciadri de Morini y a Margarita Malharro. «Ellas fueron quienes me marcaron el camino», afirma. Cuenta que la cordobesa Merciadri fue la primera diputada del radicalismo. «Era una mujer que militó hasta el último minuto de su vida. Tenia casi cien años cuando yo fui diputada nacional y ella iba a recorrer los despachos impulsando algún proyecto que siempre tenía que ver con los derechos de las mujeres.» De su paso por la función pública recuerda con más satisfacción la diputación provincial. Destaca el apoyo de la Multisectorial de Mujeres a su proyecto legislativo de salud reproductiva. «Ellas se encargaron de recoger firmas, de movilizarse, de expedirse públicamente cuando todo el establishment estaba en contra.» Otro logro de su gestión fue el proyecto de registro de deudores alimentarios morosos, que logró que se convierta en ley.

«Yo veo un avance significativo del feminismo», señala. «Ha habido un repunte, un crecimiento, una visibilización muy importante en los últimos tiempos y también una generación de esa consciencia de sororidad que es imprescindible para el éxito del feminismo. Creo que no puede haber feminismo de mujeres contra mujeres.» A la vez, Alicia hace una advertencia que se resignifica a la luz de los recientes retrocesos en EE.UU. «Siempre digo que los derechos legislados pueden ser suprimidos por otra ley en cualquier momento. No tienen que verse como cosas del pasado, sino como conquistas que hay que mantener en el presente y asegurar para el futuro.»

La Cámara de Diputados Nacional fue su último lugar de acción partidaria. «Al año siguiente de terminar mi mandato, entré en el Consejo de la Magistratura —relata—. Seguí en la militancia feminista pero ya no partidaria.» Hasta que la pandemia marcara distancias obstructoras, Tate fue directora de la Unidad de Derechos Humanos, Género y Trata de Personas.

La militancia como forma de vida

La maternidad fue un deseo con obstáculos para Alicia. Después de fallidos intentos y numerosas consultas, llegó a un primer embarazo no exento de complicaciones. Finalmente, ese rol se multiplicaría por tres. Es madre de dos varones y una mujer. «Sebastián es un gran dirigente político del radicalismo, Martín es excelente funcionario judicial y Alejandra, la más chica, es la que rompió todos los moldes. No es abogada como sus hermanos ni sus padres. Es licenciada en comunicación social, artista, baila tango y está filmando una película sobre Osvaldo Pugliese. Tengo motivos para estar orgullosa de los tres.»

El presente suma a su vida cinco nietos y una estadía en Santa Fe, que alterna con Buenos Aires. Sigue en el Consejo de la Magistratura. Sus mañanas son a disposición del trabajo y el resto del tiempo se distribuye entre familia, amistades y su siempre activa labor en la militancia feminista. «Integro la Multisectorial de Mujeres de la Nación, la Comisión de Identidad de Género, estoy en todos los foros en donde pueda aportar o aprender algo.» Y, aunque alejada de la gestión partidaria, sigue brindando su conocimiento y experiencia. «Me parece muy valioso tener un compromiso manifiesto. Si, además, tenés preparación y fuiste a la universidad, mil veces mejor. Pero ese vínculo, eso que te da el contacto con el otro, no te lo da ningún título.»

 

 

Texto: Julia Porta

Fotos: Ignacio Platini

Dirección de arte: María Virginia Platini para Estudio Fotográfico «Mario Platini»

Estilismo: Mariana Gerosa

Nombre de sección: Perfiles

Edición: N° 89