Una atmósfera insinuada sobre el sillón alumbra la boca que pronuncia. Habla, Pablo Tibalt, sobre el hombre en el que se fue transformando, de los caminos descubiertos casi por azar que lo llevaron a orillas insospechadas. La palabra ha sido la herramienta que le permitió cavar en esas profundidades, de las que nacieron intensas aristas de su polifacética personalidad.
“Las puertas de la Tierra” fue su creación primera, una publicación que se adentraba en el camino viejo de Juan de Garay, el paisaje de la costa, la impronta del río. En esa revista, que recorría los pueblos y ciudades del litoral, ya se insinuaba el afán de poner nombre al mundo con un profundo sentido estético. Pablo Tibalt acababa de pasar por las aulas del legendario Instituto N° 12, para formarse, simultáneamente, en dos carreras que ponen el énfasis en la palabra: Locución y Comunicación Social. Con ese bagaje se lanzaba a la experiencia de dotar a la ciudad de Santa Fe de nuevos espacios de expresión.
Cuando se trabaja en el desafío de crear alternativas, el primer paso que se ejercita es el de explorar los universos personales. En ese proceso minucioso, que algunos obran de modo intencional y deliberado, Pablo prefirió dejarse llevar por la intuición y el azar, en un convencimiento inconsciente de que sucede lo que es conveniente, y de que las personas hacen lo que, en un determinado momento y en un preciso lugar, están llamadas a hacer. Casi un determinismo de la libre elección. Y, si hay algo que este hombre ha hecho para llegar adonde ha querido es, precisamente, elegir sin condiciones los caminos que se le fueron presentando.
Pocos años después de aquel emprendimiento inicial de comunicación y turismo, surgió el desafío de trasladar a otros las herramientas que su formación profesional le había brindado: desarrollar la capacidad de hablar en público y cultivar el modo personalísimo de hacer de la oratoria, un arte. Los talleres, sin precedente de continuidad en la región, se perfeccionaron y hoy son cursos que se toman para pulir la capacidad de lograr una comunicación oral exitosa: “mi trabajo es como entrenador de personas que necesitan la palabra para lograr sus objetivos profesionales, académicos. Esa actividad me sirvió para vincular los conocimientos de comunicación con lo que después sería, también, la dirección de teatro; la voz, la presencia, la escena. Así empecé a dirigir”.
Como una cadena de causas, motivaciones y necesidades, la necesidad de expresión sumó otros caminos. De aquellas puertas de la tierra que lo parieron como comunicador, Pablo pasó a correr cortinas, para encontrarse en un mundo que lo interpeló para que lo enriqueciera: el teatro. Apareció como proyecto la “3068”, un espacio alternativo que dio a la ciudad el reducto donde pudieran disfrutarse obras y expresiones de alto nivel. La consolidación se logró un año después, con una sala que aún renueva voces, música, puestas, personajes.
La palabra fue tomando usos y poderes diferentes. De palabras está construido el pensamiento y el pensamiento, a su vez, las construye, las posiciona, las ordena, las hace decir realidades diferentes y mundos posibles. En ese afán, y admirando a talentosos directores y artistas que lo rodeaban, se atrevió a dar otro paso en su carrera: la dirección de obras. El debut en esta nueva función se dio con “Qué hiciste del amor”, y le siguieron “Corazón de melón”, “La prenda” (que escribió y dirigió) y, la más reciente, “Nenúfares, un espectáculo puto”, que recorrió parte del país; en la que, además, actuó y con la cual, también, se proyecta seguir ofreciendo funciones. Como asistente estuvo en “El jardín de los cerezos” y “Esto no es Calígula”, que reunió a sus inmediatos afectos y referentes artísticos como Raúl Kreig, Rubén Von Der Thüsen, Edgardo Dib.
¿Qué ha hecho de Pablo Tibalt un hombre multifacético? Sin dudas, la palabra, que lo fue convirtiendo y transformando en nuevos hombres siendo el mismo, o el mismo hombre en diferentes roles. En esos procesos de profunda reconversión fue pasando de los mecanismos introspectivos a un vínculo cada día más comprometido con sus contextos: “en la familia mi rol era el del que callaba, observaba y no decía. A esos obstáculos los pude superar en la carrera, no hubiese podido recibirme si no lograba superar ese ámbito”. La superación de impedimentos lo despojó de miedos y asegura que le queda uno solo: “mi único temor es a que en un momento no me responda el cuerpo, su traición, o la cabeza, que no me ayude con el placer o displacer de vivir. Era una persona con muchos miedos y los fui perdiendo con los pequeños logros que alcanzaba”.
A contracorriente de muchos artistas, que viven en un estado etéreo e imaginario, pletórico de sueños, Pablo pisa fuerte en su inmediatez espacial y temporal: “así como no tengo miedos, tampoco tengo sueños. Aprendí que no hay que planificar salvo lo cotidiano, la organización mínima del día, sin grandes metas a futuro”. Entonces la vida es para él, llenando de sentido y lógica, pensamiento y acción, una especie de obra centrada en un presente donde todo transcurre. Quizás sea ese, también, el pensamiento certero que le ayuda a superar las ausencias, las pérdidas, los remansos emocionales, el dolor: “el teatro me ha ayudado a recorrer esos caminos complicados y, lo que me da plenitud, mis mascotas, mis afectos, mis amigos, lo que puedo compartir con quienes reconozco y me reconocen, mi espejo”.
Lo que la vida traiga a la vida de este polifacético creador y comunicador es algo que él ignora, sin que ese desconocimiento le despierte el menor interés. Sabe, por experiencia, que la palabra jamás le ha fallado y que tendrá a flor de labios, como ahora, en un sillón y bajo la luz casi escenográfica que lo cubre, la precisión para definirse y convertirse. Es el don que lo habita.
Pablo Tibalt autodefinido:
Comunicación: mirar, respirar, emocionarnos, ponernos en el lugar del otro.
Arte: cuanto menos se parece a la realidad, más potente y transformador.
Público: algo mágico. Sentir en escena que su mirar sostiene mis silencios, la posición de mis manos, la respiración.
Teatro: un hacer, un lugar, una familia en la que me hace feliz estar.
“MADE, por amor al arte”
Una tienda, un pasillo, un atelier, un patio. Detalles por doquier y buena luz, de día y de noche. MADE es un espacio ubicado en barrio Candioti Sur, que inicia en 2018 su tercer año de trabajo. Diana y Josefina, quienes gestionan el lugar, son madre e hija. La primera artista plástica y la segunda comunicadora visual. Ellas han pensado un taller de trabajo propio y que, de a poco, se fue abriendo a la realización de muestras, workshops y capacitaciones sobre distintos temas y disciplinas.
Información y horarios
MADE, por amor al arte
Sarmiento 3060 – Santa Fe
Abierto de lunes a viernes de 17.30 a 20.30 hs.
0342 456-1770 – holamade@hotmail.com
Texto: Fernando Marchi Schmidt
Fotos: Pablo Aguirre
Maquillaje: Mariana Gerosa