Integradas con la naturaleza y realizadas en madera, estos misteriosos seres antropomórficos parecen llegados de otro universo, dispuestos a proteger el Planeta y aprender de nuestras costumbres.
En Aniquilación, una fuerza absoluta y desconocida terminaba arrasando con todo lo que conocemos, integrándose con el entorno, transformando cada organismo vivo en parte de la naturaleza. El miedo y la fascinación que Natalie Portman siente en el filme basado en la trilogía literaria de Jeff VanderMeer nos cautiva, nos inquieta y nos hace reflexionar sobre nuestro papel en este mundo compartido.
Las emociones que siente cualquier espectador de la película son muy parecidas a las sensaciones que uno siente cuando ve alguna de las esculturas de Nagato Iwasaki. A través de la madera, el artista nipón crea una serie de fascinantes figuras antropomórficas, misteriosas y muy inquietantes.
Las esculturas están creadas a partir de trozos de madera cuidadosamente tallados para lograr que encajen unos con otros en un aparente caos previamente diseñado. Sin rostro, tan solo una superficie plana, pero con cabeza, cuello, torso y extremidades, vemos nuestro reflejo en ellas cuando parecen mirarnos.
Como si de un hechizo se tratase, las creaciones de Iwasaki parecen haber sido humanos encantados y obligados a vivir en el interior de los bosques para protegerlos de nuestras destructoras actividades.
O, quizás, estos semejantes tan dispares han brotado de la naturaleza para mandar un mensaje de concienciación medioambiental, similar a una advertencia tangible que en cualquier momento puede aniquilarnos si no respetamos lo que es suyo y, en el fondo, nuestro.
De hecho, las esculturas del artista están expuestas en las profundidades de los bosques japoneses, colocadas cerca de árboles y, en ocasiones, de forma aleatoria a lo largo de los senderos y de forma solitaria. Algunos los llaman “los espíritus del bosque” y, admirando su aspecto paranormal, no cuesta imaginar por qué.
Pero Iwasaki no solo distribuye a sus figuras en la naturaleza, sino que también podemos encontrarlas en el interior de edificios históricos cercanos a los bosques y en algunos túneles.
De momento, estas figuras creadas por el nipón nos recuerdan la importancia de cuidar de la naturaleza, nuestra fragilidad como seres humanos y nos revuelven por dentro un sentimiento de culpabilidad y miedo ante lo que no es más que un reflejo. Un inquietante y mágico reflejo.
Por María Toro