Murió Marc Augé, un lúcido pensador francés que fue más allá del “no lugar”
El reconocido antropólogo francés tenía 87 años y fue uno de los intelectuales más brillantes de su generación
Esta madrugada, a los 87 años, murió el etnólogo y antropólogo francés Marc Augé, célebre por haber acuñado uno de los términos más populares a la hora de explicar ciertos aspectos de la cultura contemporánea: el “no lugar”.
Nacido en Poitiers el 2 de septiembre de 1935, y marcado tanto por el impacto de la descolonización de mediados del siglo XX como por el legado del iluminismo europeo, Augé forjó su identidad intelectual en el exigente circuito del humanismo académico francés: alumno de la École Normale Supérieure, se licenció en Letras clásicas; luego se doctoraría en Letras y Ciencias Humanas con una tesis dirigida por el sociólogo y antropólogo Georges Balandier.
“Yo acababa de terminar mi profesorado de literatura y sentía una gran necesidad de escribir. A eso se sumó la pasión por los viajes. Me pareció entonces que la etnología era el justo medio entre todas mis ambiciones”: así describió Augé, su opción por la investigación social.
En este sentido, realizó numerosos trabajos en África, principalmente en Costa de Marfil, aunque también visitó el continente americano; en esos primeros estudios desarrolló el concepto de lo “ideo-lógico” (el modo en que la producción simbólica organiza “lo pensable” para cada sociedad). A mediados de los años ochenta, Augé comenzó a ampliar el campo de sus observaciones y llevó la mirada etnográfica al núcleo de la vida urbana occidental. Si la inmersión y el extrañamiento eran la base de la observación que los investigadores occidentales realizaban en el seno de comunidades africanas u originarias de América, ahora esos mismos parámetros se aplicarían a la propia cultura y a una modernidad que, globalización mediante, adquiría cada vez más vértigo y complejidad.
En 1985 fue elegido director de la École des Hautes Études en Ciencias Sociales (EHESS). “¡Un antropólogo a la cabeza de la École!, escribió, a propósito de ese nombramiento, el periodista Frédéric Gaussen en Le Monde; no sin ironía, Gaussen destacaba un cambio de época: era la primera vez que esa institución pasaba a estar presidida por alguien que no era historiador. Augé permaneció hasta 1995 al frente de la EHESS, espacio al que siempre le reconoció la pluralidad y el esfuerzo por combatir la “atonía del pensamiento”.
También dirigió diferentes investigaciones en el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) y, en 1992, fundó con los antropólogos Gérard Althabe, Jean Bazin y Emmanuel Terrav el Centro de Antropología de los mundos contemporáneos.
¿A qué se refería Augé cuando hablaba de los “no lugares”? Básicamente, a aquellos espacios, por sobre todo producto de la modernidad tardía, construidos no para permanecer sino para transitar: aeropuertos, autopistas, supermercados. Son espacios prácticamente iguales los unos a los otros, de los que nadie se apropia subjetivamente –un campo de refugiados también podría considerarse un “no lugar”– y donde lo que prima es el anonimato, la ausencia de lazo y, en ciertos casos, los vínculos ligados al consumo.
La noción de “no lugar” está muy vinculada a otro concepto trabajado por Augé, la “sobremodernidad”: algo así como un exceso de lo moderno –su velocidad, su culto a lo nuevo– que se lleva al límite, con un inevitable impacto en los modos de vida y en la trama social. La idea de “sobremodernidad” permite pensar fenómenos ligados a la aceleración tecnológica, la movilidad y las dinámicas de las grandes ciudades contemporáneas, entre otros.
De su extensa biografía, se publicaron en español Los no lugares: espacios del anonimato, Hacia una antropología de los mundos contemporáneos, El viajero subterráneo: un etnólogo en el metro (todos de Siglo XXI); La humanidad planetaria, Travesía por los jardines de Luxemburgo, Las formas del olvido, La guerra de los sueños (Gedisa).
Augé fue bastante más que una mente lúcida y un prestigioso habitante del mundo académico; en muchos de sus últimos libros –por caso, ¿Qué paso con la confianza en el futuro?– había una clara voluntad por intervenir en la discusión pública y, sin necesidad de posturas altisonantes o apocalípticas, alertar sobre las zonas de riesgo que no cesa de abrir la civilización actual.
Un amor por el pensamiento y por la palabra que pudieron disfrutar quienes asistieron a la charla que dio en su última visita a Buenos Aires, en 2016, en el CCK, en el marco de la Noche de la Filosofía.
En su entrevista con Corradini, Augé aseguró que su sueño era “un mundo donde el hombre haría una auténtica revolución, donde la ambición del poder económico pasaría a un segundo plano y lo verdaderamente importante sería todo aquello que facilitara el conocimiento humano.” No llegó a verlo hecho realidad, pero podría pensarse que en sus libros y testimonios se guardan algunas de las claves para algún día lograrlo.
Fuente: Por Diana Fernández Irusta, para LA NACIÓN