Es viernes a la tarde de una de esas jornadas santafesinas templadas de fin de verano. Melina Bruera vive junto a la laguna y, mientras hablamos, los colores y ruidos de la Setúbal se cuelan por el ventanal. Hubo sesión previa de fotos, habrá ensayo después; ella vive todo ese movimiento con alegría, entusiasmo y expectativa. Su historia con el canto ha tenido un rumbo tan particular, como sinuoso e interrumpido. Seguramente este es un buen momento para conocerla.
La música, el estudio y su enseñanza
“Lo mío con la música empezó a los seis años cuando mis padres me mandaron a estudiar al CREI”, cuenta Melina quien, inmediatamente, aclara: “Mi papá es el promotor de todo esto”.Así, podemos saber que ese hombre nacido en Pilar y trasladado a los diecisiete para trabajar a Santa Fe, tiene en la música una asignatura pendiente. Una pasión que lo llevó a decidir que, sus tres hijas mujeres, fueran a la institución de formación musical. Las niñasBruera escuchaban los discos que había en el hogar familiar y, siendo muy pequeñas, jugaban a cantar las canciones de Paloma San Basilio—mientras la española sonaba desde el vinilo y la tapa del LP, con la cara en primerísimo plano, oficiaba de máscara de las pretendidas cantantes.
Tanto Melina como su hermana mayor hicieron la formación completa en el CREI,paralelamente a la secundaria,y se recibieron de maestras de música. Ambas, en la actualidad, enseñan esa materia. Melina lo hace en el que fuera el colegio de todas ellas, San José,y en el barrio en el que siempre vivió, Guadalupe. Hubo momentosen los que no fue sencillo hacer dos estudios a la vez.“En la adolescencia, cuando todas mis amigas se iban a tomar mates a la casa de una de ellas y yo me tenía que ir al CREI hasta las nueve de la noche, era un sacrificio. Aunque, después, estar allí fuera un placer”. De aquella etapa, de flautadulce como instrumento elegido y guitarra como complemento, ella destaca los vínculos perdurables y los conocimientos recibidos. “Es un mundo inmensamente interesante el que te abre el CREI”. Hoy, en su cotidianeidad como docente especial de primaria, aplica aquellas enseñanzas. “A mis alumnos les pongo música clásica y les pido que cierren los ojos. O les hago dibujar con temas instrumentales. La música tiene color.”
Un rumbo sinuoso
Pero el camino de Melina en la música no fue lineal ni tuvo en todo momento ese tinte de pasión que hoy la impulsa. Al momento de elegir una carrera se decidió por ciencias económicas. El estudio de números, asientos y balances la llevó a dejar de lado las notas musicales aunque, poco tiempo después, un llamado de su ex colegio la acercó nuevamente a ellas. “En 2001, cuando estaba en tercer año de la facultad, me propusieron dar clases de música. La madre superiora me dijo que lo hiciera solo si era posible y tenía tiempo. Desde entonces lo hago. Es algo que me gusta y me desestructura. Me desenchufa enseñar y que los chicos aprendan. La música es muy atrapante”. Esa actividad, que en principio realizaría solo hasta recibirse, sobrevivió a la colación y convive con la profesión ejercida en su estudio contable.
Hace cuatro años, Melina regresó al CREI para incorporarse al coro de ex alumnas y, junto con ese retorno, comenzó a renacer en ella una pasión que durante mucho tiempo estuvo anestesiada. “Fue un placer enorme volver —cuenta— yo tenía esa necesidad de conjunto, de hacer música con otros”. Después, vendrían las primeras clases individuales de técnica vocal, el momento de audicionar para la obra musical Alicia en el País de las Maravillas y el ingreso, sin vuelta atrás, a un mundo que parecía olvidado. La actuación unida a la canción quizá la haya conectado con aquellos tiempos en que, tras ver cuatro veces el musical Drácula, hacía con su hermana las partes de los personajes del Conde y Mina. Lo concreto es que a ello seguiría su incorporación como corista al espectáculo Mujeres del Rock, una nueva etapa de estudio individual, la grabación de un jingle, actuaciones breves y el armado del espectáculo que la llevó como protagonista a un escenario, el de Sala Marechal del Teatro Municipal de Santa Fe,en noviembre del año pasado.
Un presente sin dudas
Desde Mujeres del Rock, Melina está relacionada profesionalmente con el pianista Jorge Villalba. Juntos armaron el espectáculo a fines de 2016, que tendrá una segunda vuelta en mayo próximo. “¿Cómo definimos el repertorio? Lo hacemos en conjunto. Él trae temas que podrían ir con mi voz. A veces, propongo yo”. Este es el caso de Casinha Branca, canción sugerida por Mariano, pareja de Melina, después de ver un video en el que el tema tenía la voz deMaríaBethania. Aparece aquí otro gran pilar en la vida de la cantante. Ese novio de origen cordobés, alguna vez estudiante de conservatorio y canto lírico, hoy empresario. “Él me apoya en todo esto, me impulsa a quelo haga” agrega la entrevistada con una sonrisa.
Además de la presentación prevista para el quinto mes del año, Melina grabó un video clip bajo la dirección del fotógrafo y realizador audiovisual FabiánHernández, cuya puesta en público están ideando con Jorge Villalba. Un bolero fue el elegido para poner imágenes al audio grabado y masterizado por Marcelo Cornut. Existen los proyectos de editar material, de ampliar el repertorio, de llevar a formato audiovisual otras canciones…Ahora que el camino está iniciado las posibilidades son muchas. ¿Componer? “Eso es algo pendiente. Ahora estoy focalizada en mi voz, en superar las limitaciones”. Una canción infantil, escrita con su novio, quedó guardada como tímido inicio de una actividad compositiva que puede crecer. Pero este no es el momento. Ahora todo está centrado en su búsqueda como cantante. “Encontré una pasión que se ve que tenía dormida. No sé si soy excelente pero cantar es algo que yo siento y con lo que busco transmitir. Estar en un escenario y saber que hice emocionar a alguien es un sueño hecho realidad para mí. Y en el futuro me veo en este lugar. Habiendo sentido algo así, sé que voy a querer seguir sintiéndolo siempre.”
Crédito: María Julia Porta
Fotos: Pablo Aguirre
Maquillaje: Mariana Gerosa