Desde 2018 comenzó a funcionar el Instituto de Masculinidades y Cambio Social (MasCS), desde donde nos proponemos intervenir en el campo de las políticas de género destinadas a varones y masculinidades. Temas del ámbito de la educación sexual, el trabajo, la salud y las violencias son de nuestra preocupación. Aunar esfuerzo de algunos y algunas que veníamos trabajando en los temas mencionados por separado nos pareció productivo, siendo así comenzamos en el mes de noviembre del año pasado a activar en diversos frentes, entre ellos el académico. La interpelación del movimiento feminista de la cuarta ola, nos puso en marcha para trabajar con los varones y particularmente en el cuestionamiento a las vivencias de nuestras masculinidades.
Recordaba en un encuentro una publicidad de un automóvil de hace 10 años, cuyo título es «Hacete hombre» y que aún puede verse en las redes. Hoy sería impensable, no entraría dentro lo políticamente correcto, luego que pasara el «Ni una Menos» y «La Cuarta Ola Feminista» pusiera ciertas formas de expresión machista fuera del circuito de lo admisible.
La publicidad mencionada ofrece, con cierta censura de la realidad, una solución para aparecer como un hombre socialmente aceptado, sin pasar por una serie de ritos para demostrarlo. Comprando el auto está la solución. En el guión de la publicidad mencionada, un grito desgarrador anuncia un nacimiento, a la vez que con letras de molde aparece la palabra MUJER. Seguidamente aparece un o una recién nacido/a y la pantalla hace suponer que es una persona portadora de pene con la frase: «Y el hombre ¿Cuándo se hace HOMBRE?». El mensaje es claro, la mujer se hace supuestamente a partir de ser madre, ser madre es una cuestión natural, que debería por esencia identificarla como tal. Los varones no se hacen por la paternidad, la paternidad es cultural. La publicidad afirma el dicho popular: «Madre hay una sola», excluyendo a la paternidad de tal función natural poniéndola en lo público y cultural a la vez que pone a las masculinidades en el mismo ámbito.
La publicidad sigue mostrando una serie de situaciones donde el supuesto hombre a devenir debe pasar por ciertas pruebas y sólo confirma haberlas sorteado cuando otro varón, con una palmada en la espalda, se lo hace saber. Aparece otra mujer, una trabajadora sexual poniéndolo a prueba y, al final, una mujer más grande, luego de comprado el auto que lo hace hombre, que lo molesta con acciones de excesivo cuidado. Son claros los mensajes que transmite, la mujer o madre o prostituta, en el ámbito de lo privado y lo doméstico, los varones haciéndonos mediante pruebas de hombría, que aunque pueden pesar, nos dan un lugar de privilegio social y entre pares.
La publicidad omite por claras razones que la violencia hacia sí mismo, la violencia entre pares varones y la violencia hacia otras personas –mujeres o cualquier otra identidad feminizada por la cultura patriarcal– es una forma de hacerse hombre, de demostrar cuán hombre se es o cuánto mujer o femenino no se es.
La primera idea que surge es, entonces, que las masculinidades se construyen en un entorno que hace que sea nociva para sí mismos, nociva entre pares y, fundamentalmente, para mujeres y otras identidades.
Las masculinidades en plural como forma de visualización de las variadas formas de vivirla, cruzadas en un contexto histórico, de clase, de etnia, de si se vive en grandes ciudades o en áreas rurales, de la familia concreta donde se nace y se crece, de corporalidades normalizadas o disidentes, de orientaciones sexuales y prácticas sexuales múltiples.
Ante los cambios que vienen logrando los feminismos, los varones nos podemos sentir desorientados o tal vez con miedo. Pensar en una nueva ética del erotismo que tenga como base el consentimiento, nos lleva a la retracción, sin saber cómo relacionarnos, en el mejor de los casos, o reaccionando en el grupo de pares o a través de diversos movimientos con hostilidad y desacreditación hacia lo que las mujeres nos vienen diciendo desde hace décadas.
La desigualdad jerárquica entre los géneros posiciona a los varones en un desbalance de poder que raramente se quiere perder y, tal vez, allí resida uno de los motivos que impidan que podamos replantearnos nuestras formas de relacionarnos.
El modelo de masculinidad hegemónica, es cierto, viene siendo rechazado hasta por los propios varones, pero cabe preguntarnos si detrás de ese posicionamiento no se esconden formas de conservar el poder que nos otorga.
Desde el Instituto MasCS nos referimos al cambio social, resonando en las propuestas emergentes de los activismos feministas y sexualmente disidentes, apostando a contribuir a la democratización de las relaciones generizadas de poder, y a la construcción de una sociedad libre de violencias sexistas. Nos proponemos aportar al involucramiento de los varones y masculinidades en la construcción de ese cambio social, a partir de políticas de sensibilización e interpelación que habiliten a registrar, cuestionar y erradicar la reproducción de lazos de complicidad machista, la naturalización de privilegios, el ejercicio cotidiano de micromachismos y otras modalidades de violencia. Buscamos, también, visibilizar y apostar a la proliferación de masculinidades disidentes del mandato patriarcal; a la emergencia de formas de socialización masculina e intergéneros que logran desplazarse del guión de género dominante; y a la construcción de nuevas referencias cotidianas, públicas y colectivas, que inviten e inciten a los varones y masculinidades a estar a la altura del cambio social que vienen impulsando las mujeres y diversidades sexuales en nuestro país, en la región y en el mundo. Como dice uno de nuestros compañeros del grupo promotor de MasCs: «Para que el patriarcado se caiga, (los varones) tenemos que dejar de sostenerlo».
El grupo promotor de MasCs está integrado por Luciano Fabbri, Ariel Sánchez, Juan Carlos Escobar, Agustina Chiodi y Daniel Teppaz.
Para más información o comunicarse con MasCS:
www.institutomascs.com.ar
institutomascs@gmail.com
Facebook: Instituto de Masculinidades y Cambio Social
Texto: Daniel Teppaz
Nombre de sección: Diversidad sexual
Edición: N° 76