Nada fue fácil para ella y pudo con los imposibles. Para la diversidad sexual es una referente indiscutible. Con su edad rompe las estadísticas y se convierte casi en una sobreviviente; los números más duros dan cuenta de que el promedio de vida de la población trans no supera los cuarenta años. Esta realidad pesa como una mochila, donde se cargan los nombres de las compañeras y amigas muertas, que son muchas, y están siempre presentes. Se la nota cansada. Pero a pesar de todo, Noly, mira siempre un poco más allá, y se reinventa. No tiene grandes pretensiones y no proyecta a largo plazo, todo lo vive día a día. Trabaja en la municipalidad desde hace 7 años. Tiene las paces hechas con el pasado, no reprocha nada y se jacta de recordarlo todo. La tarde había empezado a agonizar cuando nos encontramos en su casa para charlar. El cigarrillo casi como ritual y el primer mate nos habilita la charla. No quiere interrupciones y me lo hace notar cuando el teléfono suena con algún mensaje impertinente. Con voz pausada, mirando siempre a un punto fijo, se deja llevar. No, no se arrepiente de nada. Dice que aprendió de todo.

TS —¿Cómo fue tu infancia?

MNT —Soy la cuarta hermana. Papá ferroviario y mamá ama de casa. Clase media. Tuve 3 hermanas mayores y llegué yo. Estaban buscando el nene. Ahí se cortó la fábrica. Yo creo que era lo que buscaban. Mi papá un tipo muy laburador, autoritario, ateo. Cosas que nunca pude hablar con él. Siempre me quedó la duda de porqué ese ateísmo. En esa época la importancia de la educación era fundamental. Nos mandó a escuelas privadas, creía que eso era lo mejor, que la educación era mejor. Para ellos, que pudiéramos estudiar era lo más importante.

Mi infancia fue mucho con mi mamá; él se iba de línea 3 días, y lo veíamos poco. Trabajaba mucho y creo que por eso nunca nos faltó nada, yo imagino que él tomaba todo el trabajo posible para ganar más dinero. Para ese tiempo éramos felices con lo que teníamos. Mi infancia estuvo llena de amor. Mi mamá me amaba incondicionalmente.

TS —¿Y cuándo te empezaste a dar cuenta de que ese nene no eras vos?

MNT —Desde chica. Me daba cuenta que me gustaba estar con las nenas, que disfrutaba estar con ellas. Me sentía mucho más representada. Recuerdo también que no me gustaba que me corten el pelo, yo quería tener el pelo largo, lloraba cada vez que íbamos a la peluquería. Con el tiempo te das cuenta del porqué. Antes no se hablaban de estas cosas, menos de identidad de género. Imagínate. No conocía a nadie que le pasara lo que a mí, entonces era como raro. No tenía gente del ambiente y no había con quien hablar, no tenía a quien contarle. Yo pensaba que era la única “monstruo”.

TS —¿A qué te referís cuando decís que eras así?

MNT —A tener una identidad diferente, a que me gustaran los hombres. Al único que conocía era a alguien que vivía a la vuelta de casa, la Chimico. Pero él era como muy afeminado para el momento y nadie hablaba de eso. Eran épocas donde nadie hablaba de nada. Yo era muy cerrada, tenía siempre miedo de hablar y meter la pata. Eran épocas muy difíciles, muy conservadoras. Mi papá era muy machista. Yo creo que el amor fue lo único que hizo que todo fuera más suave de transitar. La adolescencia fue mucho más dura. Ahí comencé a dejar de frecuentar lugares como el coro de la iglesia. Las burlas eran cada vez más frecuente. Ahí comenzó otro camino.

TS —¿A qué edad empezaste a poner en palabras lo que pasaba, lo que eras?

MNT —A los 15 años nos mudamos a María Selva. Ahí conozco amigos de mi hermana Mary —que ahora está fallecida—, por primera vez tengo contacto con chicos que eran gay. Un día caigo presa y ahí conozco a Marcela, una chica trans que ya falleció y ella me invitó a un cumpleaños. Ahí conocí a muchas chicas y no me quise ir más. Estaba en mi mundo. Es más, me fui por 3 días y me estaban buscando hasta con pedido de paradero. Ahí me di cuenta de que se podía. De chica jugaba a que era y, como no tenía referente, no sabía que se podía lograr y construir el género. Ahí me di cuenta de que no era gay; me gustaban los hombres pero no por gay, sino porque tenía otro género.

TS —¿Te acordás de un momento que sea como “tu bautismo” con esta nueva identidad?

MNT —No fue una construcción hecha de un momento a otro. Solo recuerdo que me animé a ponerme aritos, tenía los agujeritos en las orejas y el pelo un poco más largo, nada más. Eran los 70 y con los militares era difícil.

La última vez que caigo presa como menor —yo estaba en la secundaria— la pasé muy mal. Y el juez de menores no me quería entregar. La única manera era con abogados; mi vieja pagó un abogado y me soltaron con la condición de que no pierda el año electivo. Le prometí a mi mamá que terminaría la secundaria. Me corté el pelo, me despinté las uñas y me saqué los aritos. Y terminé la escuela.

TS —¿Y después?

MNT —Me fui Buenos Aires. Ahí si nació la “gran mujer”. Cuando volví a Santa Fe volví hormonizada, con curvas, con cabello largo. Era una mujer. Fue a fines del 82 o al término de la dictadura.

Yo, después de esa caída como menor, me tuve que cuidar mucho. Hasta terminar la secundaria tuve que llevar la libreta al Juez para decirle que estaba estudiando, te controlaban todo. Y eso solo de detenerme por “ser diferente”. No es que había hecho algo por lo cual me detuvieran. Nunca robé, nunca maté, era solo por estar insinuando o porque algún policía decía que miramos a un hombre, eso era.

TS —¿ Y con el tiempo qué rol jugaron tus afectos?

MNT —Mi papá estaba enfermo y murió en el 81. Se daba cuenta de que yo no era el hijo que él quería, pero como estaba enfermo ya no decía nada. De lo contrario, estoy segura que me tenía que ir de mi casa. ¿Cómo son las cosas no? Yo creo que si me tenía que ir por él, mi mamá se moría de no tenerme. La vida es sabia en esas cosas. Yo mientras estudiaba hacía una doble vida. Me iba los fines de semana a la casa de alguna de las chicas. Solo no continúe mi proceso hasta que terminé la secundaria, eso era lo que le prometí a mi mamá. Pero ella en esta historia fue lo más importante. Incondicional y con un amor gigante. A ella creo que le debo todo.

TS —¿Cómo era ser una chica trans en los años de la dictadura?

MNT —Ya cuando empiezo a salir de noche comienzo a caer presa y ahí yo lo veo de otra forma. Los militares le habían dado un poder absoluto a la policía. Con los códigos de falta hicieron lo que quisieron con nosotras. Sufrimos una persecución y represión que no figura en ningún lado. Nosotras éramos estadísticas para ellos; tenían que meter diez presos y buscaban a una prostituta, a una travesti o a un gay y así hacían número. Ibas presa por ser. Las veces que caí presa no fueron por trabajo sexual, caía por salir a la calle nada más. Nos teníamos que mover por dentro, por las vías, ya que ahí era territorio de la policía federal y no nos perseguían. Así caminábamos la ciudad entera. Desde ahí nos comunicábamos. Con el tiempo me di cuenta de que la dictadura era una mierda. Que la violencia, que nunca me gustó, es una mierda.

TS —¿Cómo viviste la reparación que hace el gobierno provincial a las travestis perseguidas por la dictadura?

MNT —La reparación es algo fantástico. Voy a cumplir 55 y siento que tengo 70 años. Estamos rotas. El tiempo pasó factura de las corridas, de las palizas, de las celdas húmedas, de trabajar en condiciones terribles. Soy una sobreviviente, la mayoría de las chicas trans tenemos un promedio de vida que no supera los 40 años. Solamente las que vivimos esa etapa —la dictadura— sabemos que no fue lo mismo para nosotras que para otras personas. Pero esa dictadura que termina en el 83 no terminó para nosotras. Para nosotras siguió “la dictadura”. En el 2010 se derogaron los códigos de falta. Nosotras seguíamos cayendo presas por salir, por pisar la calle, por querer tomar un helado.

El tema de la reparación, la pensión para detenidos por causas políticas que existe en la provincia, creo que fue una manera de desahogarnos. El Estado que nos persiguió ahora nos reconoce. Es una reparación, y nosotras nos sacamos una mochila. No van a quedar nuestras historias en el olvido. Es la posibilidad de abrir la cabeza. Y reconocer nuestra historia. Estuvimos invisibilizadas mucho tiempo, y merecemos que se nos conozca.

TS —¿La ley de Identidad de Género qué significó?

MNT —Fue algo que nunca imaginé que podría pasar. Ya no podía creer que el matrimonio igualitario haya sido posible. Lloré como no lo hacía de chica, no podía parar. La gente pensaba que era solo el nombre del documento, pero no. Era reconocerte como persona, como ciudadana. Por primera vez, nos estaban reconociendo. Fue un golpe lindo, entre los muchos golpes, fue un golpe lindo.

TS —¿Cómo fue el día que sacaste tu DNI?

MNT —El día que fui a sacar el acta para iniciar el trámite, el muchacho que me atendió me pide el DNI y cuando vuelve me dice: “¡vos no te acordás de mí!, soy Carlitos Sánchez, fuimos compañeros de la primaria”. Había pasado tanto tiempo que obvio no me acordaba. Y me lo dijo con tanta alegría, que me dejó pensando en todo lo que me perdí; me perdí seguir una relación con mis compañeros de la primaria, tantas cosas, tantos años.

Una naturaliza muchas cosas, aguantás y tratás de no pensar; naturalizamos ir a votar a la mesa de varones, ir a un hospital y que te llamen con tu nombre de varón y que, en cualquier lado, te miren raro, te señalen o hagan comentarios a tu espalda. Sacar el DNI era como cerrar una etapa. Son como cuchilladas y eso se terminaba. Era una etapa que cerraba y era fantástico.

 

*Recomendación: leer la nota acompañado de una copa de vino y escuchando “Non, je ne regrette rien” —“No, no me arrepiento de nada”— cantada por Édith Piaf, tema que le da título a esta entrevista y que es uno de los temas preferidos de la entrevistada.

 

 

Textuales

Trabajar en la municipalidad

Poder trabajar en la municipalidad al principio fue duro, tenía que estar demostrando que era capaz. Pero eso fue historia. Y obvio que creo que soy muy capaz. Creo que se logró quebrar muchos prejuicios. Me costó tener mil miradas cada mañana al llegar al trabajo, pero después fue fluyendo. Creo que también fue parte de mi militancia.

Trabajo sexual

Es un trabajo. La historia es que estar como clandestina y ser tan precaria no permite muchas cosas. Y el tema es tener opciones. Nosotras no teníamos opciones.

Un camino por el que no volver a pasar

Yo creo todo lo que se me dio en la vida es porque tenía que pasarlo. Aprendí de todo. De lo bueno y de lo malo y muy malo. Por algo se dio.

Si volvieras a nacer

Creo que no volvería a ser trans. Ya lo soy. Creo en las reencarnaciones. Mi Karma está cumplido en esta vida.

El pasado

Tengo las paces hechas con el pasado. Y recuerdo todo.

Tomar un café con alguien

Con mi mamá. Se fue pidiendo que me cuidaran. Ella sabía que las cosas no fueron fáciles. Así como me demostré a mí, me gustaría contarle que logré muchas de las que ella quería para mí. Me gustaría tenerla para que vea mis logros. Cuando ella murió pensé que el mundo se terminaba. Pero hoy me gustaría que esté un rato. No tengo deudas con ella, pero sí me gustaría que vea mi casa, mis logros.

Un consejo para una chica trans que da sus primeros pasos

Lo único que les diría es que tienen un camino hecho. Las cosas son más fáciles. Que pueden estudiar, pueden conseguir un laburo. Pueden conseguir operaciones gracias a la ley de género. Que tenemos cupo laboral. Y que tengan un proyecto de vida.

 

Texto: Gerardo Picotto Marino

Fotos: Pablo Aguirre

Nombre de sección: Diversidad sexual

Edición: N° 65

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *