Marcela es simpatía y faro. Los relatos de sus experiencias van componiéndose, como notas en una ascendente y constante armonía de su ser. Ella es palabra y arpa, melodía inquieta y libros. La historia de una niña que soñó en un pueblito de cincuenta mil habitantes del Litoral y llegó a ser la mujer que aún sueña, ya despierta, entre cuerdas y pedales. “La necesidad de comunicar, la palabra, me atraviesa mucho, y con la música. Es más fácil tocar que hablar para mí.”(
Su primer recuerdo del contacto con un arpa tiene una imagen de luz: el sol por la ventana haciendo brillar tenuemente la grandeza y el color dorado. Tenía nueve años cuando llegó, de la mano de una amiga, a la Escuela Municipal de Música de Concepción del Uruguay y conoció a su primera maestra Elena. “Ella me puso las manos en el arpa y, eso, es trascendente”, afirma. Allí asumió la verdad de sus días, atravesó para siempre una frontera. Completó el conservatorio en diez años. “Pienso en la niña y me da emoción porque tenía muchos sueños y sabía claramente lo que quería, no del mismo modo que lo sé hoy, pero yo lo sabía”, recuerda. Perseverancia y avidez son las palabras con las que Marcela se define cuando mira hacia atrás. “Un artista joven tiene mucho para aprender, recibir, hasta que en un momento es tal la condensación de datos y experiencias que uno tiene, que se transforma en una síntesis de todo eso”.
En 1991 la arpista fue invitada por primera vez a tocar como solista de la Orquesta de Entre Ríos, en conmemoración del Bicentenario del fallecimiento de Mozart y, desde ese momento, es parte de ella. Luego, llegaría un tiempo en Buenos Aires y una beca del gobierno francés para instalarse en París. La fuerza de su pasión la llevaba a crecer por caminos increíbles. “Cuando llegué a Europa los estándares de Sudamérica en lo que es el arpa, comparado a lo que había allá, eran muy distintos, estábamos muy lejos, ahora no es tan así”. Luego el amor la llevó a Italia, siempre sintiendo la convicción de volver con ese bagaje a su región. “Tenía claro que quería venir acá, no a Buenos Aires, aunque toco un instrumento que es raro, difícil. Pero, en realidad, ser un artista en Argentina lo es. Volví con la firme intención de dejar algo, de sumar artistas e instrumentos”.
Marcela recuerda en el vuelo de regreso una señal que sellaría esa convicción. “Volviendo con tantas sensaciones, habiendo dejado un amor, abrí los ojos en el avión y reconocí a la Patagonia. Estaban pasando la película “Historias Mínimas”. Justo era el momento en que una mujer sube al viejito que estaba haciendo dedo y éste le pregunta qué hace. Ella responde: ‘soy bióloga y vivo en Argentina, dos cosas que no van juntas’, y yo dije: ah bueno, esto es sincronicidad: yo toco el arpa y vivo en Argentina, también son dos cosas que no van juntas”.
Unidos por el arpa
“Tenemos q aprender a trabajar con el otro”, dice Marcela. Y este parece ser el emblema por y para la cual ideó y fundó la Asociación Amigos del Arpa que dirige en nuestra ciudad.
“Los argentinos tenemos una condición que nos hace mucho daño: nos relacionamos por lo que nos separa: un equipo de fútbol, la política. Primero vemos qué nos divide para después no poder estar juntos. En el mundo del arte el ego es muy fuerte, y el ego separa, lo que une es el alma.”
La arpista cree en el trabajo colectivo para crecer y crear, expresar y hacerse oír. “Como docente, puse el acento en que los alumnos aprendan a ayudarse. Tocamos un instrumento raro como el arpa donde todo cuesta mucho, no hay instrumentos, no hay cuerdas ni partituras. Si colaboramos, seguro va a florecer algo”.
Uno de los objetivos de la Asociación, además de sembrar un camino del arte para las futuras generaciones, es mejorar el instrumental; por ejemplo, el de la Orquesta Sinfónica Provincial de Santa Fe, de la cual Marcela es solista hace dieciséis años. “Si un músico es bueno pero toca un instrumento malo, el resultado va a ser mediocre”. La asociación recibe donaciones de la comunidad a esta “pequeña semilla, el germen en la sociedad”, dice Marcela.
“Si nos ocupamos de que todos los niños puedan tener una experiencia musical, los vamos a dotar de tres aspectos que el hombre está perdiendo: la disciplina que perdemos con la tecnología que nos distrae, la perseverancia en el estudio, y la capacidad de estar solo escuchando y escuchándose. El día de mañana, quizás ese niño no sea músico pero va a ser mejor en su profesión, un ciudadano más comprometido que va a entender muchas cosas. La música es importantísima para purificar y depurar a la sociedad”.
“Hoy pienso qué clase de ancestro quiero ser, y plantearme eso da la posibilidad de ver que uno puede brindar muchas cosas desde otros lugares, a los jóvenes, niños y al público. Mis programas de concierto ya no se parecen, el tiempo de atención del otro cambió, el tipo de música que uno da también. Se amplió mi mirada”. Volver y devolver, recibir y transmitir los saberes, esa es la historia que escriben Marcela y el arpa.
Marcela Méndez editó cuatro libros: Historia del arpa en Argentina; Celia Torrá ensayo sobre su vida y su obra en su tiempo; Orquesta Sinfónica de Entre Ríos Crónica Histórica y Amigos de la música y la vida cultural en Concepción del Uruguay.(
Actualmente, trabaja en una nueva producción literaria que dedicará a la “maestra de la madurez” como ella la describe, quien la inspiró en sus años en Italia.(
Para asociarse o hacer donaciones a Amigos del Arpa: amigosdelarpa@gmail.com. En Facebook: @amigosdelarpaasociacioncivil. En Instagram: @amigosdelarpa. A fines de marzo, la Asociación lanzará una campaña de Crowfunding en la plataforma IDEAME.
Texto: Celi Di Notto
Fotos: Gentileza Marcela Méndez
Nombre de sección: Acordes y sonetos
Edición: N° 70