No puede pasar desapercibida donde sea que irradie su luz. Por su belleza clara, su risa o los rulos, esta chaqueña de 26 años que llegó a Santa Fe de la mano del amor, irrumpió en la escena del teatro de la ciudad nada más y nada menos que en el imponente Municipal y ante cientos de espectadores/ rostros desconocidos. Soñado debut de una bailarina y actriz que nunca había cantado.
En “Espíritu Traidor” fue elegida para interpretar uno de los papeles principales. Hacía sólo un mes que vivía aquí y ya era parte de una de las obras más impactantes, un musical con más de 40 artistas, entre bailarines, actores y músicos. “Por Espíritu me descubrí más, crecí agigantado, fue un abrazo inmenso de los santafesinos, una gran bienvenida”, dice divertida. Hoy es parte de la Compañía de Danza “Vendaval” con quienes disfrutó del éxito de “Frida, fugitiva y eterna”, un tejido de expresiones siempre en permanente resignificación. “Lo mejor que me puede pasar es que una obra no esté cerrada, que tenga posibilidad de dialogar con lo que sucede en ese momento”, dice la actriz.
La convicción del interior
Siendo niña, armaba shows con una vecinita allá en Resistencia, para aquellos conocidos “de la cuadra”. Reconoce haber sido reservada, tranquila, y haber tenido en sus hermanos el incentivo para crecer en los juegos. “En un acto de la escuela vi a unos compañeros bailar folklore, las polleras, me enamoré”.
Así, Magalí empezó a disfrutar del baile a los ocho años, en esa infancia donde sus maestros “Beto” Ojeda y Manolo Duarte dieron forma a ese enamoramiento, con sus consejos y guía. “Manolo me llevó a conocer la palabra, ahí está el acceso al teatro”, cuenta. En un ensayo previo a una competencia en Córdoba, el profesor la apartó y le hizo repetir unos versos. Era la poesía “Maestra de campo” de Luis Landriscina. “Tenía que pararme frente al micrófono y recitar, esa fue mi primera actuación fuera de la danza”. Y comenzó a hablar no sólo con el cuerpo. De ese recuerdo, se desprende la nostalgia del maestro que ya no está. “Todavía la leo y por dentro me mueve todo. Hoy pienso qué revelador que fue ese texto para mí, Manolo está siempre en mis pensamientos, siempre”, subraya. Magalí estudió también tango y al terminar la adolescencia, empezó a experimentar el teatro.
TS- ¿Qué es para vos actuar?
MA- Es un espacio de profundo diálogo entre lo que el artista tiene para decir y lo que el espectador tiene para recibir, y cómo puede hacerlo. En todas las manifestaciones artísticas hay un diálogo: en el cine, la pintura, o la música.
Transformar(se) a través del arte
Trabajó en Desarrollo Social en la parte de teatro y títeres para ahorrar y poder viajar e instalarse en Buenos Aires. En su ciudad natal tuvo las primeras experiencias que marcaron su mirada sobre el modo de ser artista. “Yo concibo el arte como una herramienta social. En ese entonces, armamos una murga con los chicos del barrio y un día, se acercó uno de ellos a decirme que antes él no encontraba un rumbo, y lo que hacía tenía que ver con tomar algo, la murga lo hizo trabajar en sus trajes y pensar en invertir en eso, ahí vi por primera vez este poder transformador que tiene el arte”.
A los 20, valiente y convincente, decidió mudarse a la gran ciudad donde bailó y actuó, hizo castings y estudió Licenciatura en Teatro y Profesorado de Danza. Formó un grupo, “El Cardumen”, de contención y acción: “armamos un laboratorio de experimentación en la búsqueda acerca de qué me puede brindar el teatro y qué puedo brindar yo a través de él, para qué lo hago”.
TS- ¿Qué soñás para tu futuro?
MA- Tiene que ver con lo que puede transformar el arte. Cuando trabajé en la cárcel, los chicos me llevaron a su cocina, vi pintado un horizonte en una de las paredes, y me señalaron ‘cuando entramos acá y lo vemos, ya no nos sentimos encerrados’. Mi sueño es seguir teniendo ese tipo de encuentros, en cualquier lugar.
Dice que no se cansa de ver “El gran Pez”, que lloró como niña al ver el Cirque du Soleil, que la música que escucha depende de su ánimo y que hace arte para poder experimentar transformaciones, chiquitas pero inolvidables, en los otros y en el mundo. Así es ella, sencilla y maravillosa, angelada en escena y aprendiz todo el tiempo. Una de las mujeres que más rápido se hizo querer por el público en la ciudad, y que afirma que inició y sigue un camino del arte dejándose “fluir”.
Crédito: Celina Di Notto
Fotos: Pablo Aguirre