«En todos estos años había sembrado su semilla en muchos hombres. Hombres buenos como el pastor Zack que hacían lo que podían, mucho más incluso de lo que él mismo había esperado de ellos. Pero todos eran hombres con un pasado, con sus propias debilidades. […] Todos habían sido ovejas descarriadas, pasto del pecado, todos habían vivido su propio infierno personal en la tierra. Jesús corría por sus venas ahora.[…] Pero quien se ha dejado tentar po el demonio una vez, puede recaer. El pecado es un tumor que puede frenarse, hasta extirparse; pero una vez que ha colonizado un cuerpo siempre puede dejar una pequeña raíz esperando las condiciones para desarrollarse.»
La autora nos deleita con esta primera novela donde la prosa y lo poético se funden y cada palabra se teje, cuidadosamente, con la siguiente como si éstas fuesen retazos que conforman una gran tela.