Henri Émile Benoît Matisse, conocido simplemente como Henri Matisse, nació hace 149 años, el último día de 1869 en Le Cateau-Cambrésis, una comuna al norte de Francia que en ese momento no superaba los diez mil habitantes. La obra de este pintor vanguardista aún sigue viva y muchos historiadores del arte aseguran que el siglo XX tuvo dos grandes pintores: Pablo Picasso y él.
Pero, ¿por qué? ¿Cómo hizo este hombre, hijo de comerciantes, trabajador administrativo y estudiante de leyes, para transformarse en uno de los grandes genios del arte occidental? Su historia en la pintura empieza cuando tenía 20 años. Contrajo apendicitis y, para pasar el rato y soportar los dolores, su madre le llevó elementos para pintar. «En ese momento descubrí una especie de Paraíso», dijo años después.
En París asistió a cursos en la Académie Julian e ingresó en la École des Beaux-Arts, recibiendo clases del pintor simbolista Gustave Moreau. Empezó perfeccionando su dibujo desde lo más tradicional, luego pasó a pintar paisajes luminosos, y más tarde practicó esporádicamente el divisionismo. En 1896 expuso en la Société Nationale des Beaux Arts con notable aceptación, aunque la primera muestra individual la realizó en la galería Ambroise Vollard en 1904 con poco éxito. Sin embargo eso no le impidió seguir explorando en lo que finalmente entendió que era su habilidad, su fuerte, su genio: el uso del color.
Lujo, calma y voluptuosidad fue pintado en 1904 y se considera como una obra síntesis del postimpresionismo, que se convirtió en un manifiesto de lo que sería el fauvismo. El puntillismo, pero también la utilización subjetiva del color y la simplificación del dibujo, dejó a todo el mundo boquiabierto. El título de la obra rememora un verso de Charles Baudelaire, del poema «Invitación al viaje» del libro Las flores del mal.: «Allá, todo es orden y belleza, / lujo, calma y voluptuosidad».
Hoy está en el Museo de Bellas Artes de Boston, pero Matisse pintó Carmelita en 1904. Dentro de sus obras, esta es una representante de su trabajo con el desnudo femenino. No se trata de un retrato convencional, sino más bien de una forma del cubismo, eso es, falsear la realidad. Las formas redondeadas del cuerpo de la modelo, fuertemente modeladas en luz y oscuridad, se destacan del paisaje más rectangular. El reflejo de Matisse se se ve en el espejo.
Según los estudiosos del arte, La alegría de vivir es la respuesta de Matisse a la hostilidad de la crítica de aquel entonces. A partir de esta obra pintada en 1906, su arte se afianza y se vuelve, no sólo novedoso, también respetable. Se podría decir que es una obra clave en su carrera. En ese entonces tenía 37 años. Le quedaban muchos cuadros por pintar, muchas obras por crear, muchos moldes por romper.
La habitación roja —aunque también
hay quienes llaman a este cuadro Armonía en rojo— es un óleo de 1908 de grandes dimensiones pintado por encargo del millonario ruso Sergei Shukin. «Lo que busco sobre todo es la expresión», solía decir Matisse y aquí, en esta obra, se ve claramente cómo forzaba los tonos para lograr un efecto en el espectador. La habitación roja es una de las obras icónicas del fauvismo, movimiento que iría más allá de lo logrado en la pintura de su momento hasta volverse provocador.
En 1909 pintó La Danza: su fascinación por el arte primitivo. Hay una fuerte intención de reivindicar el hedonismo y la libertad sexual. Hay dos versiones de esta obra: la primera está en el MoMA y las segunda en el Museo del Hermitage en San Petersburgo.
Henri Matisse murió en 1954. Nueve años después se abrió en Niza el Museo Matisse, que reúne gran parte de su obra. Allí hoy se puede ver de cerca sus trazos, los tonos, las iluminaciones. Allí se ve su habilidad, su ruptura con las tradiciones. Eso fue Matisse, un rupturista: esa fue su genialidad.