«La chica enmascarada»: los mandatos estéticos jamás son inocentes
Los ideales de belleza reproducidos en las distintas sociedades generan que cada vez más personas se vean afectadas por la presión estética que éstos imponen en diversos ámbitos.
Por Agostina Gieco
La chica enmascarada, nueva serie surcoreana producida por Netflix, fue estrenada a mediados de agosto. La tira propone diversos abordajes interesantes para ser trabajados de manera colectiva: la presión social para cumplir con un ideal de perfección inalcanzable; el bullying a causa del aspecto físico; los principios morales y éticos que podrían verse sobrepasados ante circunstancias límites; la baja autoestima y sus consecuencias, y la cuota de irrealidad de lo visto en redes sociales.
Kim Mo-Mi (Go Hyun-jung) es una joven oficinista cuyo sueño frustrado es pertenecer al mundo de la fama, puntualmente en relación con la danza. De pequeña llevaba a cabo performances en teatros o actos escolares demostrando talento hasta que comenzó a recibir críticas discriminatorias debido a su aspecto físico, por lo que abandonó su aspiración a convertirse en artista. Sin embargo, no desechó del todo esa parte de sí misma. Por las noches, al regresar de su monótono trabajo, realiza desde su hogar transmisiones en vivo por internet bailando de manera sensual y utilizando un peculiar accesorio: una máscara que cubre su rostro por completo volviéndola irreconocible.
La temática con la que la serie comienza a destacar en su narrativa –en auge en términos de conversación pública- tiene que ver con los estereotipos explícitos de belleza. El ámbito publicitario y los medios de comunicación, sobre todo la industria audiovisual y las redes sociales, son los principales responsables de producir construcciones irreales sobre las subjetividades que generan mucho daño a nivel físico como mental. Para las mujeres, que son las más afectadas, las representaciones de un cuerpo de medidas 90-60-90 considerado “perfecto”, sin arrugas, estrías ni celulitis, con una nariz respingada y un rostro anguloso, crean un ideal a seguir que sugiere que nunca es suficiente. La industria propone que siempre podes continuar realizándote intervenciones para alcanzarlo y, de esa manera, ser hermosa y joven, retrasando la vejez al menos ante la mirada del otro, como si fuese algo a lo que temer.
En la actualidad, Corea del Sur ocupa el quinto lugar a nivel mundial entre los países que mayor cantidad de cirujanos/as plásticos/as posee. No hace mucho tiempo atrás, tenía la tasa per cápita más alta de dichas intervenciones. Pues claro, en un mercado en donde la demanda abunda, tarde o temprano la oferta se hace visible. Desde hace varios años Argentina se posiciona dentro de los diez estados en los que se realiza la mayor cantidad de cirugías estéticas. A su vez, ocupa el segundo puesto con más casos de personas con trastornos de conducta alimentaria. En ambas situaciones, las mujeres representan el mayor porcentaje lo que, por supuesto, no es casualidad.
El hecho de que en el ámbito público abunden imágenes con un culto constante a la delgadez y, por oposición, en rechazo a la gordura, sumado a que quienes suelen mostrarse en la industria audiovisual y en redes sociales replican la tendencia, produce que desde niñas se nos enseñe que para ser exitosas debemos ser bellas y flacas, y sobre todo si de manera habitual estamos expuestas a la mirada de las demás personas. Como se puede observar en la nueva producción de Netflix, sólo importa cómo te ves físicamente, quedando relegados a un segundo plano el talento o las habilidades que poseas.
El caso de Silvina Luna responde y está imbricado con este mandato de belleza en donde si querés pertenecer al medio debes ser delgada y bonita para tener la oportunidad de llegar a competir con las demás mujeres que también desean ese trabajo o actividad. En La chica enmascarada queda más que claro que ser linda es una aspiración, algo a lograr para poder ser feliz, como si toda tu existencia dependiera de ello. “La belleza marca la diferencia” señala una gigantesca publicidad en la calle por donde la protagonista transita y retrata, de esa manera, el pensamiento de muchas jóvenes cuya autoestima depende de si las demás personas las catalogan como atractivas o no.
A lo largo de la serie, que hasta el momento consta de una temporada de siete episodios, es posible visualizar en diversas escenas y con distintos protagonistas esta presión estética. La producción sugiere una mirada crítica, probablemente tanto hacia la sociedad surcoreana como la población mundial en general, y nos hace preguntarnos hasta cuándo continuarán los mandatos hacia los cuerpos, cuyas consecuencias son en ocasiones mortales, y hasta cuándo tendremos que seguir haciendo campañas en contra de la gordofobia y luchando por la implementación de la llamada Ley de Talles, entre otras cuestiones. La chica enmascarada deja una huella y permite problematizar la violencia estética a la que nos vemos sometidas todos los días.