José Testoni
“Sólo sé hacer cosas de modo colectivo”
Se fue de su casa, a los 17 años, a Buenos Aires a alfabetizar adultos. Dio clases en escuelas de barrios pobres durante 20 años, hasta que se dedicó plenamente al gremialismo. Eso hizo que dejara atrás algunas cosas, pero no abandonó nunca la cancha para ver a Colón. Dice que las ideologías no separan amigos y tiene varios de derecha con los que come asados. Hoy es el secretario adjunto de Amsafe y el secretario general de la CTA Santa Fe.
TS —¿Por qué hay que militar?
JT —Una vez escuché a un crítico de arte que decía: “Van Gogh, Picasso, Degas desde niños pintaban bien”, y creo que la militancia también tiene eso, ya viene con uno. Es verdad, también, que hay familias de militantes. Me siento de esos tipos que en cualquier caso iba a serlo. Nada de lo bueno que logré fue solo: hice cosas de las que me siento orgulloso como crear una escuela, fundar un centro de alfabetización, formar parte de un colectivo que ganó un sindicato, formar la CTA (Central de Trabajadores Argentinos). No tenía ganas, no me motivaba, no sabía hacerlo solo. Yo encuentro la felicidad cuando vuelvo de una discusión que está bien resuelta.
TS —¿Se acuerda cuándo empezó a militar?
JT —Tenía el chip de mi vieja que nos decía: “si a ustedes los llaman ‘defensores de pobres’ no se hagan problema, si hay una injusticia plántense”, ese martillito está desde que nacés. El momento en que empecé a hacer cosas colectivas puede ser este: era estudiante de La Salle, en 1982, y un día fue a la escuela Monseñor Vicente Zazpe y nos dijo: “hay familias inundadas que las dejaron en los galpones de Iturraspe y Las Heras, los chicos están aburridos, no tienen nada que hacer, ¿pueden ir a jugar con ellos?”. Fuimos, y luego repetimos eso en los galpones de la ex Fiat en Sauce Viejo. Allá llegamos en la línea L (empresa que cubría el trayecto antes que la actual) y cuando estábamos en el colectivo, vimos que se subió Zazpe como cualquier pasajero, y con él entramos al lugar. Creo que como cosa organizada, colectiva y por la sociedad, ese fue un hecho fundante para mí. Obviamente, no fui solo, fui con otros compañeros. De ahí en más, tengo 40 años de militancia.
TS —¿Tiene amigos de derecha?
JT —Un montón, los quiero muchísimo, no tocamos ciertos temas en nuestras reuniones, pero si se habla, respondo, no todos saben diferenciar. A los compañeros les advierto que en el sistema educativo hay controversias; a mí, en muchas ocasiones, no me gusta lo que hace un superior (un director, un supervisor o el gobernador), pero soy humanista, jamás voy a estar en contra de una persona. Sí puedo estar en contra de sus actos, pero eso no quiere decir que esté en contra de él. Es valioso que podamos convivir, a pesar de las diferencias de ideas, es fundamental, porque al fin y al cabo ninguno de mis amigos de derecha es un magnate; entonces, en un mundo donde el 1% tiene un capital equivalente al 99% restante, ninguno de mis amigos es parte de ese 1%.
TS —¿El gremialismo es un camino de ida?
JT —La falta de conciencia de clase es la que te puede llevar a posicionarte equivocadamente. El compañero que tiene el “chip” de la clase trabajadora o la pelea colectiva no lo suelta, sino que profundiza esos conceptos. Sin embargo, en el gremialismo también hay muchos arribistas, son oportunistas a los que les da igual trabajar en un gremio, un comercio, una ONG, el Banco Mundial, y el motivo es que ven una oportunidad individual. Pero cuando se habla de gremialismo no se habla de estas personas. En organizaciones como Amsafe, lo que prima es el compañero que brinda mucho más de lo que le corresponde, que está mucho tiempo más de lo que debe. Nadie se salva solo, estoy lejísimo de pensar que son muchos los que hacen quedar mal al gremialismo, son pocos y nuestros enemigos los utilizan muy bien, creo que la corrupción es un elemento del poder para desacreditar la lucha de los trabajadores.
TS —¿Hay delegados que reivindican las políticas del gobierno actual?
JT —Sí, por supuesto, pero más allá de a quién hayan votado, lo que nunca encontré fue un delegado de Amsafe, un militante de la educación, un maestro que esté de acuerdo con que nos saquen la Ley de Jubilación, nos recorten licencias, nos bajen el salario o que el aumento esté bien si es de 11%. Hay cosas que están muy firmes, la idea de los derechos de los trabajadores, de que el país se fortalece con educación, que van a mejorar las condiciones con salarios altos, que los jubilados no deben morir antes de conseguir el beneficio jubilatorio —independientemente del gobierno que esté de turno— son las ideas por las que vamos a pelear.
TS —¿Qué abandonó por el gremialismo?
JT —No dejé de ir a la cancha, voy siempre, pero dejé de dar clases, soy un maestro de alma, me encanta enseñar y aprender. Soy maestro de grado, a los 17 años me fui a Buenos Aires, comencé a trabajar de alfabetizador en 1986. Desde ese año di clases y dejé de hacerlo cuando me dediqué plenamente al sindicato en 2006. Eso fue un golpe fuerte porque disfrutaba, sé que los chicos aprendían, recordaban, intentaba que el tránsito por la escuela sea feliz, siempre. Desde González Catán a Santa Rosa de Lima, luego a Pompeya, a Altos de Noguera, nunca trabajé en lugares ricos, ni siquiera de clase media, siempre en lugares pobres, entonces, debía lograr que esos chicos con un montón de necesidades insatisfechas tengan un momento de alegría. Ni hablar de los adultos, ellos decidían todos los días si iban al centro de alfabetización o no, porque tenían otras prioridades, eso debía ser un momento placentero.
TS —Debe ser muy impactante alfabetizar a un adulto.
JT —Es una maravilla… Pero a un niño también es emocionante alfabetizarlo, tomar conciencia de que aprende a escribir con vos, cuando te das cuenta de que escribió su nombre o el de su madre por primera vez. Hay momentos que son impagables, como el día del maestro, o el último día de clases (las últimas palabras la pronunció al borde del llanto), son momentos únicos.
TS —Si encuentra en la calle a José Testoni pero cuando tenía 17 años ¿qué le dice?
JT —Que haga lo mismo, que le dé para adelante, yo sabía que la política, que es el arte de lo colectivo, la educación y la militancia en mi vida iban a estar siempre, y es lo que soy: defensor de la escuela pública, maestro, que hace política gremial por los maestros y la escuela pública. Hubiera cuidado algunas cosas más, el error al que te lleva la militancia, a veces, es apasionarte demasiado, en ocasiones te peleás con compañeros por cuestiones secundarias, pisar el freno no es moderar las convicciones, pero no me arrepiento de nada.
Texto: Sergio Ferreyra
Nombre de sección: Perfiles y personajes