Disfruta cotidianamente de poder trabajar para lo que mejor se ha preparado, sin que su investidura le impida hacer una vida normal, en su casa, con su familia y con sus amigos. Consciente de las cosas por hacer, sus proyectos se plantean desde el deseo de correr los límites de lo posible para hacer de Santa Fe una ciudad más vivible, más pareja para todos. La historia luego dirá si su huella fue profunda, mientras tanto detalles de su vida cotidiana nos completan la imagen más allá de la figura.
TS – ¿En qué momento definís tu vida como político?
JC – A los 14 años y lo digo con tanta precisión, porque recuerdo el momento. Fue leyendo una de las editoriales de la revista Humor, era marzo o abril del ‘83 y sentí una especie de llamado, algo parecido a lo que le ocurre a quien tiene una vocación religiosa. Y a las pocas semanas, fui por primera vez junto con un amigo al Comité de Renovación y Cambio en donde se reunían los secundarios. Por estos días se cumplen 30 años exactamente.
TS – ¿A qué escuela ibas en ese momento?
JC – Al Industrial, a 2do año. En la escuela al poco tiempo se armó una comisión pro centro de estudiante.
TS – Hasta ese momento los centros de estudiantes no funcionaban.
JC – No funcionaban y hasta estaban prohibidos. Comenzamos con un grupo de compañeros de diferentes fuerzas a armar esa Comisión Pro Centro de Estudiantes y fue entonces que me cambié de escuela e hice
4to y 5to año en el Almirante Brown, allí modificamos el estatuto de Centro de Estudiantes, hubo elecciones por lista y fui presidente en 5to año. Motivado, tal vez, con este vínculo con la política, decidí luego estudiar abogacía, pero lo interesante es que cumplo treinta años de militancia, saqué la cuenta hace unos días.
TS – ¿Tu realidad de hoy, coincide con tus sueños de esa época?
JC – Bastante, porque para mí es algo extraordinario lo que la vida me da con esta vocación, con este interés por la política y tener la oportunidad de ser Intendente de la ciudad es fantástico. Y lo hago con mucha alegría y entusiasmo porque, además, siento que me preparé para eso.
TS – ¿Sos consciente que la historia hablará de vos? ¿Eso te da valor o te da miedo?
JC – Si lo pienso mucho me da miedo, a mi me gusta hacer lo que hago cotidianamente y no se me escapa la importancia que tiene para mucha gente en términos de un gobierno de la ciudad que mejore la calidad de vida, que podamos dejar una ciudad mejor.
TS – ¿Pensás que la gente va a tener un buen recuerdo tuyo?
JC – Espero que sí, pero no lo tengo presente. Me parece que me paralizaría un poco pensar más en el bronce que en el día a día.
TS – ¿Tenés algún ritual cotidiano cuando llegás al despacho todos los días?
JC – Subir corriendo, pedir los diarios y el mate. Tengo la ilusión de que uno hace un poco de ejercicio, porque son dos pisos largos y me siento con más energía.
TS – ¿Cómo es un día libre del Intendente? ¿Podés tener un día libre?
JC – Si, trato de tenerlo, porque además me he planteado que mi vida sea lo más normal posible. En el sentido de tener tiempo para mis hijas, estar en mi casa, incluso para un momento de recreación. En general un día libre es en mi casa con mi familia. Leo mucho, siempre le digo al kiosquero los domingos: “vengo a llevarme unos kilos de papel”, eso además de los diarios que llegan a casa todos los días y cuando me hago un tiempo leo literatura también. Ese es mi momento de recreación, ver alguna película y, por supuesto, los amigos.
Ts – ¿Tenés amigos de la política o tenés amigos de la vida?
Jc – De los dos, tengo los amigos de la vida, que son los de la adolescencia, incluso alguno de la infancia y la
política me dio muchos amigos que también cultivo.
Ts – ¿Tus hijas pueden tener una vida común o a donde van son las hijas del Intendente?
Jc – Siempre alguna referencia hay. La más chiquita todavía no tiene conciencia, Manuela, la más grande si, pero su vida es su vida, tienen sus espacios y por suerte en la escuela soy el papá de Manuela y llevo a Catalina al Jardín, como un padre más, casi todos los días, tratando de ser un padre lo más presente posible.
Ts – ¿Podés dirigir la casa como la ciudad o tenés una oposición fuerte?
Jc – Con Mariana tenemos una vida en común de muchos años, nos casamos en el ‘98 y compartimos, hasta donde mi tiempo me lo permite, las responsabilidades y decisiones de la casa. Cocino, sobre todo los fi nes de semana, cuando estoy cocino más yo que ella.
Ts – ¿Sos buen asador o mejor comedor de asados?
Jc – Soy buen asador, pero también le hago a la sartén, al horno, a la olla. Me gusta hacer guisos, paellas, tengo un nutrido menú, y tengo muy buena bibliografía, entre ellas una edición del año ‘62 de Doña Petrona C. de Gandulfo.
Ts – ¿Los proyectos planteados son más que los realizados?
Jc – Siempre hay una tensión ahí, no? Porque por un lado hay que ser realista y plantear proyectos que sean viables, pero por otro lado hay que tener proyectos, que supone expandir un poco los límites de lo posible. Hay que animarse, creo que sin proyectos no hay realización y sin sueños no hay luego realidad. Soy realista y optimista a la vez, y soy un fanático convencido de la potencialidad de la ciudad de Santa Fe. Entonces, eso te anima a plantearte cosas ambiciosas.
TS – Conociendo otras ciudades, ¿qué te gustaría que Santa Fe tuviera?
JC – A mí me parece que tenemos que ser una ciudad más pareja, que hay sectores de la ciudad en el que tenemos muchas carencias, sobre todo en el oeste y en el norte: de obras, de servicios. Uno sabe que es posible tener ciudades más parejas, porque las hay en el mundo, son más vivibles en el sentido de que todos tienen acceso a los servicios elementales. Y por otro lado me gustan las ciudades donde se puede vivir a escala humana, donde se puede caminar, andar en bici, que se puede disfrutar a cualquier hora del día, que son seguras. Santa Fe tiene un tamaño ideal para eso, uno no termina siendo un puntito en la urbe, sino que la ciudad se puede vivir.
TS – Tu gestión se caracteriza por darle un rol importante a todas las manifestaciones culturales, ¿es una inquietud particular tuya o forma parte del programa político?
JC – Forma parte del programa político, porque el arte no es un adorno, una cosa accesoria, sino que es parte de la vida misma y por lo tanto es una manera de desarrollo, de expresión, de conocimiento, de creación, pero además, es un modo de vida en el sentido de generar riqueza y empleo.
TS – ¿Que lugar de la ciudad te gusta?
JC – Probablemente la costanera. Es la referencia, no me imagino ciudades sin río. Soy un bicho más de ciudad pero para mí el río es como una referencia. En Santa Fe la presencia del agua es muy importante.
TS – Ya que mencionás el agua, ¿podemos quedarnos tranquilos que no volveremos a vivir lo del 2003 ó 2007?
JC – No, no tenemos que estar tranquilos, a ver, nunca más lo del 2003 y del 2007, de estar tan poco preparados y tan improvisados. Eso nunca más, pero la gente tiene que saber en qué ciudad vive y estar preparada para que, si esas situaciones se presentan, saber qué hay que hacer para que suframos lo menos posible y volvamos lo más rápido posible a la normalidad. Hay un concepto que nosotros estamos trabajando porque estamos dentro de una campaña de “ciudades resilientes”, y nos han premiado por eso, es un concepto que se aplica a las personas también.
TS – Si, en psicología.
JC – En psicología, la resiliencia es que después de una situación traumática rápidamente se vuelve al estado anterior o parecido, pero a una situación normal. Hace unas semanas, cuando tuvimos 180 mm de agua, fue un día de muchas complicaciones, suspendimos las clases, el transporte, hicimos todo lo que teníamos que hacer. Pero, al otro día la ciudad había vuelto a la normalidad, entonces, cantar victoria no, pero ese examen lo aprobamos.
TS – Una virtud y un defecto.
JC – Una virtud la paciencia, tengo el umbral de tolerancia alto. Un defecto que se combina con la virtud, es que soy muy cabeza dura. Para la política puede ser, según de donde lo mire, un defecto o una virtud. Pero soy muy gallego, lo digo con orgullo, mis abuelos, la mitad eran gallegos nacidos en Galicia. Soy un poco cabeza dura y mis colaboradores lo saben, pero bueno, como digo puede ser para algunas cosas una virtud y para otras un defecto.
CRÉDITOS: Marisa Ramos
FOTOS: Pablo Aguirre