No parece pesarle y menos provocarle arrepentimiento no haber terminado su carrera en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL, le faltó muy poco. No fue impedimento para seguir su sendero, pero por otra vía: la gremial. Desde muy joven, recién llegado de la provincia del Chaco ingresó a la administración pública e inmediatamente comenzó a militar por los derechos laborales. Antes intercambiaba ideas y militaba como estudiante. Tuvo una rara contradicción, fue opositor de Alberto Maguid, su mentor como secretario general de UPCN.
TSF – ¿Cómo y cuándo comenzó su militancia?
JM – En la facultad, cuando estudiaba derecho con un grupo de jóvenes, a principios de 1982, esa fue mi primera participación política, previa a mi faceta sindical, sin antecedentes familiares, todavía no estaba clara la apertura democrática, pero ya había inquietudes políticas en la sociedad, se vislumbraba un fin de ciclo, sin la certeza de cuándo ni cómo, más allá de que todo se precipitó con la declaración de la guerra de Malvinas. Éramos muy pocos militando en ese momento porque en la facultad era muy difícil imaginar algo similar a los tiempos actuales. Por ejemplo en Derecho había tres turnos, no había carteles en la pared, era un museo en comparación con lo que es hoy, no veías ni un papel en el suelo. Era otro país y otro mundo, ahí empecé a militar.
TSF – ¿Cuál fue la inquietud que le despertó la militancia?
JM – La vocación política, la sensibilidad social que uno debería conservar siempre, yo me identifiqué toda mi vida con el Peronismo, con la clase trabajadora, con el pueblo, la clase popular, con el concepto de la universidad al servicio del pueblo, que en la etapa liderada por los militares estaba de espaldas a la sociedad y todos esos conceptos nos fueron juntando a un grupo de compañeros, de los cuales muchos han seguido en la política y otros no.
TSF – Usted es santafesino por adopción, ¿de dónde llegó?
JM – A los 17 años vine desde Roque Saenz Peña, una localidad del centro de la provincia del Chaco, si bien mi familia es de la provincia de Santa Fe. Mi papá era ferroviario y como los bancarios en otras épocas, para buscar su ascenso se mudaban de localidad. Mi papá era de Villa Ana, mi mamá de Vera, se conocieron en un lugar que se llama Charaday (localidad chaqueña fundada en 1905, y que según el Censo de 2010 cuenta con 1519 habitantes), se casaron ahí y al poco tiempo mi papá consiguió un traslado a Sáenz Peña (cabecera del departamento Comandante Fernández y cuyo resultado del censo de 2010 arrojó casi 90 mil habitantes) y después nací yo, cursé la escuela primaria y secundaria en el mismo colegio y recién recibido me vengo a Santa Fe, y nunca más fui. Al poco tiempo, mis padres lograron venir a Santa Fe y se jubilaron acá.
TSF – ¿Qué le diría al Jorge Molina que llegó a Santa Fe, se acuerda de aquel primer día?
JM – Si, cómo no, 29 de enero de 1979, venía a vivir solo con una serie de incertidumbres, expectativas. Era un mundo nuevo para mí, yo había vivido en una ciudad muy tranquila, mi vida se limitaba al colegio, jugaba al básquet y era todo muy seguro y tranquilo, pero venía a un lugar nuevo. Una de las recomendaciones de mi padre era que no me metiera en política (risas) pero no era sólo a mi, si no que era un lugar común desde 1976. No le hice caso y por medio de un compañero entrerriano de la facultad, que tenía familiares en Santa Fe, me llegó una posibilidad de trabajo. Lo pensé un día y acepté. Como estudiante, en ese momento vivía de la mensualidad de mis padres y entonces pensé que era una forma de evitarle el gasto de alquiler, manutención, libros, y fui a hablar con una persona que estaba en IAPOS. Me respondió que vaya al otro día, esto fue en Abril de 1982. Al poco tiempo me hice un grupo de amigos y nace la vida gremial. Hay que considerar que era un país distinto porque después de la Guerra de Malvinas había en la sociedad una efervescencia de mucha militancia, algo que se perdió en los 90 y hace poco tiempo volvió y con ella el compromiso político. En el 83 u 84 el joven que no militaba era probablemente un extraterrestre. De alguna u otra manera estaba vinculado a alguna agrupación. Lo mismo ocurrió en la administración pública, comenzaron las actividades sindicales, que venían muy cuestionadas por su actuación en la dictadura y UPCN ingresó en un proceso de normalización a través de una comisión, nosotros constituimos una agrupación que era opositora a la conducción de Alberto (Maguid) y por circunstancias gremiales y políticas, antes de las elecciones de octubre de 1984, firmamos un acuerdo y nos integramos al oficialismo.
En esa etapa, y con poco más de 20 años llegué a la Comisión Directiva de UPCN, algo que hoy tal vez no sea tan sencillo.
TSF – ¿Cómo lo conquistó Maguid?
JM – Teníamos diferencias tácticas con Alberto, pero por otro lado un gran respeto, siempre fue una persona admirable, un orador inigualable, cuando hablaba inspiraba respeto y silencio, más allá de que lo combatíamos, con el tiempo pude darme cuenta de que tenía un trato casi paternal conmigo. Desde el primer día depositó en mi mucha confianza y nunca dejaré de agradecerlo. Más adelante, con 28 años, Alberto se presentó en una campaña política, toma licencia gremial y yo quedé a cargo del gremio. Mi relación con Alberto no estuvo exenta de desencuentros y discusiones, pero yo no me hubiese desarrollado gremialmente sin su confianza, decía que éramos una familia.
TSF – ¿De dónde salen las nuevas ideas? porque para mantener una estructura como la de UPCN hay que tenerlas.
JM – Todos los días planteamos que hay que hacer algo mucho mejor de lo que se viene haciendo, es necesario un mecanismo de creatividad constante, hemos incorporado en la atención al afiliado cuestiones metodológicas y tecnológicas de las últimas que existen en el mercado, tenemos un call center, whatsapp, web, aplicaciones telefónicas, promotores, todas nuestras delegaciones en el interior están integradas a través de internet, streaming (utilizado para la transmisión en simultáneo de un curso de capacitación sobre el nuevo código civil para los afiliados de toda la provincia, mediante un convenio entre el gremio y la UNL) nuestra relación con el afiliado es muy dinámica, todas las aplicaciones modernas de gestión que podamos utilizar nosotros las aplicamos al sindicato. Una de las grandes críticas que se le hace a las estructuras gremiales es que los afiliados no están informados de lo que hace el gremio y si pasa eso es lo mismo que el gremio no haga nada.
TSF – ¿El sindicalismo le dio más de lo que le quitó?
JM – No entiendo mi vida sin el sindicalismo, si bien la vida no se agota en una actividad, en mi caso, todo mi desarrollo laboral y profesional fue en el marco de UPCN.
TSF – ¿En el sindicalismo actual hay renovación?
JM – Es imprescindible, las personas tienen un ciclo vital, si las conducciones no se renuevan, envejecen, eso también fue una enseñanza de Alberto Maguid, nosotros cada cuatro años tenemos elecciones y en todas las ocasiones un tercio de la comisión se actualiza. Por eso apuesto a las generaciones nuevas, aunque actualmente no veo fácil que un chico de un poco más de 20 años pueda interesarse por militar, igualmente, nosotros tenemos un fuerte trabajo desde la secretaría de la Juventud. Si no entendemos los ciclos de la dirigencia, no podemos ser buenos conductores, necesitamos apostar a la renovación de recursos metodológicos, tecnológicos y humanos. De lo contrario estamos destinados a frustrar el esfuerzo de los que nos antecedieron que tuvieron la inteligencia necesaria de entender la importancia de los ciclos.
TSF – ¿Qué hace cuando no es sindicalista, tiene algún pasatiempo?
JM – Si, tengo varios, uno de ellos es mi pasión por el fútbol, un capítulo de mi vida es Unión, en otros términos personales me gusta la jardinería, el verde oxigena, soy un jardinero veterano, tengo habilidad, tengo un lugar en el cual tengo orquideas, plantas y una huerta. Lo que tenga que ver con la naturaleza es una actividad gratificante. Una sola vez regalé una orquídea, a mi mamá. No me gusta cortarlas, las tengo para mirarlas, naturalizadas, que es cuando se apoyan en un árbol y ya viven solas. Tengo un orquideario acondicionado, son todas de temperaturas tropicales o subtropicales, cuando se conoce qué temperatura y humedad necesitan, la tarea es más fácil. Me gusta verlas así, cortarlas equivaldría a mutilarlas.
TSF – ¿Se acuerda cuál fue el último consejo que le dio a su hijo?
JM– Siempre rescato un concepto que lo aprendí acá: “no hay éxito sin esfuerzo, sin dedicación, es decir, las cosas no se dan solas, hoy para sobrevivir y mantenerse se necesitan esas dos cosas, hay que apuntalar a los jóvenes en estos dos sentidos. Siempre me incliné por la seriedad y responsabilidad, con mucha dedicación, creo que la fórmula del éxito es 99% transpiración y 1% talento».
Crédito: Sergio Ferreyra.
Fotos: Pablo Aguirre.