Cada vez que nos enfrentamos al desafío de crear, de dar sentido a nuestro hábitat, se nos presenta un tema ineludible: la autenticidad y la naturalidad en la elección de un estilo.
Nos hemos referido, ya en otros números, a la necesidad de interpretar no solo las necesidades de quienes van a vivir esos espacios, sino también la esencia y la personalidad tanto del sujeto como del mismo espacio; esto hará que el resultado final, en algún sentido, nos relate seguramente historias de aquellos que lo habitan. Usos y costumbres, formas de vida y caja arquitectónica conviven y necesitan una solución creativa.
Esta idea creativa, es el instrumento, el mediador entre el habitante y su casa, sobre todo porque en la mayoría de los casos, aunque sea en una vivienda a construir, no comenzamos desde el vacío, sino que preexisten significados e historia, espacios que con el tiempo profundizaran sus sentidos con el uso y serán reescritos por sus propios moradores.
En la propuesta que nos muestran las imágenes observamos un espacio abierto y dinámico marcado básicamente por sus usos. Una vivienda unifamiliar en la que la intervención del diseño intentó aportar valor a toda la vivencia previa.
La madera es la protagonista fundamental. Desde las sillas estilo windsor, que se rescataron de la historia familiar, parte toda la propuesta del diseño. Con esencia nórdica pero anclada en la realidad de nuestra ciudad, esta propuesta indaga sobre las necesidades de una familia e intenta dar respuestas a sus expectativas.
Integrar todo este espacio, recurriendo a la unificación del muro longitudinal que divide la cocina del resto del espacio, con un color gris grafito, acentúa y contrasta el uso de maderas claras.
La mesa principal y las de centro, así como el sillón de un cuerpo que acompaña el sofá de estilo Chesterfield en el estar, fueron realizados en madera de petiribí maciza, rescatando así la nobleza del material, la belleza natural y las distintas tonalidades de sus vetas. Para el resto de mobiliario se eligió una melamina clara, que imita al roble escandinavo, con la que se logra equilibrar todo el conjunto. La cocina pre existente de líneas simples y colores neutros se integra al resto del espacio, a través de un mueble divisorio realizado en la misma melamina combinada con blanco laqueado y con fondos de vidrio que logran luz y transparencia. El mismo mueble integra un panel para ubicar el tv en un lugar estratégico para todo el espacio.
Para integrar el color elegido como fondo para las paredes, el patio que realza lo verde la naturaleza, se utilizaron algunas telas con base de amarillo que son el único contraste con toda esta equilibrada armonía.
Tanto la luz natural, que es abundante durante gran parte el día, como la artificial pensada como estrategia del proyecto, juegan un papel fundamental en el diseño, destacando formas y delimitando sectores.
Como dato importante, una lámpara de diseño especial para el espacio marca la zona de comer, de una manera simple y descontracturada.
Muy pocos objetos complementan la ambientación, piezas únicas de cerámica y algunos cuadros con historia familiar que seguramente refieren a los habitantes de esta casa.
Crear espacios que perduren en el tiempo, que maduren, se llenen de sentido y lleguen a envejecer con sus habitantes, se nos presenta hoy como un desafío, sobre todo en tiempos donde lo frágil de las modas y la imagen pasan y nosotros seguimos buscando identidad.
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Texto: Gustavo Wedertz
Nombre de sección: Interiorismo
Edición: N° 63