El techo de cristal —hispanización del original glass ceiling, atribuido a Marilyn Louden en 1978— está construido sobre la base de rasgos que son difíciles de detectar. Esta barrera invisible aparece cuando las mujeres se acercan a la parte superior de la jerarquía corporativa y se les bloquea la posibilidad de avanzar en su carrera profesional hacia cargos de nivel gerencial y ejecutivo.
Graciela y su hija Macarena —la primera, con el cargo de Directora y, la segunda, Gerente del Departamento de Marketing— nos relatan en primera persona cómo dos generaciones de empresarias hacen para consolidar su lugar de liderazgo dentro de Presisso, hacerlo solidario e inclusivo, profesional y permeable a las transformaciones que estos tiempos nos proponen.
TS —¿Cómo se sienten ocupando estos roles?
GV —Me siento muy cómoda, es algo natural para mí. En Presisso nunca hicimos distinción entre hombres y mujeres, ni económicamente ni en valoración de las habilidades. Cada uno tiene una determinada competencia, única e irrepetible. Desde el inicio de la empresa, nunca discriminamos: tomamos una persona que quiera trabajar, que entienda nuestros valores y la manera ética con la que gestionamos. Para nosotros es natural la inclusión de la diversidad porque somos todos personas con necesidades y habilidades laborales diferentes que necesitan ser atendidas.
MP —De parte de mis padres, tanto yo como mi hermano recibimos las mismas posibilidades para desarrollar el trabajo que queríamos dentro la empresa; no hubo diferencias por el género de cada uno. Por mi parte, estoy muy ligada al área comercial y de negociación, lo cual está culturalmente asociado al rol del hombre. Desde chica, mi papá me hizo participar en reuniones de negociación con gente grande, en su mayoría hombres, lo cual ha resultado ser un desafío; pero, hoy en día, me siento cómoda y hasta me parece lo natural. Esto es algo que está evolucionando en la sociedad y siento que vamos por buen camino.
TS —¿De qué manera impactan sus respectivas formaciones académicas en el desarrollo de habilidades empresariales diarias dentro de Presisso?
GV —Estudié ingeniería química porque quería ser científica. La vida me fue brindando posibilidades de elección y yo fui tomando decisiones. Hoy por hoy, aplico el método analítico, entre otras herramientas de abordaje, porque fue parte de mi estudio y formación. Esta metodología me sirve mucho, ya que toma todos los aspectos del pensamiento crítico. Es decir, nosotros siempre buscamos cuál es la causa que genera las fortalezas y debilidades. Para eso necesitás información, estadísticas, datos y trabajar con papeles y personas. Mi jornada laboral, que es muy larga, pivotea entre la oficina y la planta para que haya un diálogo fluido entre la información más dura y el recurso humano que tanto valoramos.
MP —Este año termino la carrera de marketing, área en la cual me especializo dentro de Presisso. Mi mayor aporte fue crear el departamento de marketing propiamente dicho de la empresa. Contratar un equipo que me ayude, especialistas, programar campañas que tengan objetivos claros es algo que me encanta hacer, que disfruto. Además, cada día me preparo un poco más en la comercialización con grandes clientes, mantener un contacto con ellos, desarrollar los vínculos comerciales. Por otro lado, también me dedico a supervisar nuestros puntos de venta y, en algunas ocasiones, a atender clientes y mostrar el producto que la empresa ha logrado a través de la experiencia. En general, trabajo para lograr que lo que reciba quien nos elija, sea lo que tanto imaginó y proyectó.
TS —¿Cómo hacen para que sus personalidades sean un valor agregado como desarrollo del liderazgo dentro de la empresa?
GV —Todos los papeles o cuestiones que me llegan, están ahí porque están esperando que yo tome una decisión. Soy súper resolutiva, práctica y, además, todo lo que pienso, digo y hago está completamente en sintonía. No te voy a decir una cosa y hacer otra; pero ya en mi vida soy así, soy una persona confiable. Si dije algo, lo voy a cumplir por más que después me dé cuenta de que me equivoqué; y, de ser así, pido disculpas y doy mi postura, si es que cambio de decisión con respecto a esa acción o apreciación.
MP —Yo soy muy espiritual. No puedo estar en un lugar en el que haya mala onda, malas vibras. Algo que tengo e incluyo en el trabajo, es que hago que el ambiente sea agradable. Es más: nunca me voy a enojar. En la vida privada sí que soy más sensible, pero en el trabajo soy así, fría, tranquila, reflexiva. Esto lo trabajo mucho con Caro, mi reikista, que es mi guía en todo sentido. Es a quien recurro cada vez que me siento estresada, que las responsabilidades y la presión se hacen muy duras. Ella me baja a tierra y me hace ver la verdad esencial detrás de todo. Más allá, detrás de cada compañero de trabajo, hay un ser humano. Eso es algo maravilloso de ver y no todo el mundo lo logra.
TS —¿Por qué piensan que se transformaron en una referencia para muchas mujeres empresarias que aún están en lugares invisibilizados o no reconocidos dentro de la sociedad empresarial santafesina?
GV —Yo soy una mujer fuerte y una apasionada en cuanto al detalle, al orden, a tener todo controlado. Entonces, sé de qué hablo, qué digo y también cómo actúo. Con Ricardo, como fundador de Presisso, fuimos creciendo lentamente. Nunca tomamos la vía rápida, nunca estuvimos con ningún gobierno de turno. Todo lo hicimos de forma genuina. Incluso cuando necesitamos créditos fueron recursos que ganamos nosotros. Lo hicimos de esa forma y fue un crecimiento lento pero sostenido. Hoy, nuestra planta industrial en Calchaquí es una referencia para otras empresas. Está completamente automatizada, tiene muchas máquinas y cada persona que está con una máquina trabaja.
MP —Tuve que trabajar mucho la confianza y seguridad en mí misma. Ser una mujer en un cargo directivo empresarial no es fácil: es un tema cultural y social porque la sociedad te hace sentir que vos, por ser mujer y joven, no tenés las mismas habilidades que un hombre. Si nos preparamos, todas podemos competir en el mundo de los negocios como cualquier otra persona, rompemos ese molde de que las mujeres siempre tenemos que decir «lo correcto» o que no podemos mantener posiciones firmes y de autoridad, o tener ambiciones en el mundo de los negocios.
Madre e hija traspasan las barreras generacionales, nos proponen un binomio laboral que supieron construir más allá del vínculo sanguíneo y, por qué no, también más acá: se las siente disfrutando trabajar juntas, fortalecerse y apoyarse una a la otra, aprender de los miedos que las atraviesan y de las potencialidades que las impulsan a ser ellas mismas en la auténtica medida de lo que desean, sin que nadie les imponga un lugar ni las determine a la hora de asumir las responsabilidades cotidianas.
Texto: Redacción TODA