Tanto varones como mujeres, fuimos entrenados con códigos machistas / patriarcales. Aún para los varones más esforzados en revisar nuestros comportamientos en el camino hacia la igualdad, todo el tiempo hacen eclosión o afloran las formas de dominación tendientes a mantener el poder que se nos otorga, por el solo hecho de ser varones. Hecho carne también en las mujeres, al punto que se les hace difícil, muchas veces, reconocer. Aunque lo reconocieran, dijeran “no”, no dejan de plasmar una huella difícil de transitar en sus vidas.
Sostener ese poder no nos es gratuito a los varones. La brecha entre lo que en realidad somos y lo que se espera o exige que debemos ser, conlleva un gran gasto de energía y frustraciones. Desde pequeños estamos pendientes en la persecución de ese fantasma que es el varón IDEAL. Ahora bien, mucho más costoso sigue siendo para las mujeres, que en los casos más extremos lo pagan hasta con su propia vida.
En esta ocasión, prefiero volver, sobre quienes tratamos de transitar el camino hacia la igualdad y sobre los que suponen que las cosas han cambiado y que ya no son como en generaciones anteriores. En parte eso es verdad, las cosas han cambiado y cómo. Ahora bien, tengamos cuidado. ¿Cambiaron?, o perfeccionamos el estilo.
Para referirse a aquellos abusos de poder machista, que vienen en frasco chico, que son sutiles, pero no menos poderosos, el psicoterapeuta nacido en Argentina y radicado en España, Luis Bonino, introduce el término micromachismos.
“Es que estoy muy cansado para “ayudar” en las tareas domésticas, llego muy tarde del trabajo”- dice Juan, mientras va camino a una partida de juegos on line en su computadora.
No nos resulta extraño escuchar, estoy cansado, suponiendo la frescura de la mujer que pasó el día de un lado a otro, cuidó los hijos que tienen juntos, y además hace las tareas del hogar. No nos resulta extraña la palabra “ayudar”, aunque haya ayuda, cuando deberíamos pensar que denota: estoy haciendo algo que te corresponde a vos por ser mujer y yo hago el esfuerzo.
Este podría ser un ejemplo del practicante del machismo en pequeñas dosis, que llamaríamos utilitario. Actúan por delegación, aprovechando la disponibilidad femenina inculcada desde la tierna infancia, absorben energías actuando por omisión o delegación de tareas que deberían ser compartidas.
Otro ejemplo del utilitario, es cuando pareciera que, sí pueden hacer asado y pollo al disco, pero que proclaman no saber hacer ni un huevo frito para preparar la cena de todas las noches.
Otro podría ser el micromacho encubierto, ¡muy efectivo!, el que castiga con silencios, culpabiliza, el que no está disponible, el de las falsas negociaciones a su conveniencia, el del malhumor para manipular.
Un tercer tipo, según Bonino, es el de “las crisis”: el que aparece cuando ve que peligran sus privilegios, que el statu quo puede modificarse, ya sea porque pierden el dominio de la situación o porque aumenta la autonomía de la mujer. Es cuando aunque reconoce razones a regañadientes, pone acento fuera del núcleo de discusión y remata diciendo: ¡también vos tenés una forma de decir las cosas! ¡Siempre con lo mismo!
Y por último podríamos encontrar al coercitivo, aquel que trata de imponer la lógica masculina, llevando a la mujer a un repliegue que limita sus posibilidades: “sos la madre, se supone que los chicos te necesitan a vos para ciertas cosas”.
Claro, todas estas formas pueden aparecer exacerbadas como control y abuso, pero nos referimos aquí cuando aparecen sutiles, persistentemente, de manera que se hacen uso y costumbre, generando un clima hostil y tóxico, sobre todo para las mujeres.
Los escritos de Bonino están basados en las desigualdades de poder, interpelando a las parejas o relaciones heterosexuales, pero de ésta no se escapa nadie, o casi nadie, independiente de con quien se relacione en el deseo. Es inherente al ejercicio de una masculinidad modelada por el patriarcado.
Crédito: Dr. Daniel Teppaz