“En las situaciones críticas es más importante la imaginación que el conocimiento.”, dijo alguna vez Einstein. Y allá voy… A pedido de la producción de este programa, desde hoy intentaré acercar al oyente una columna de análisis con alguna periodicidad. Para ello debo presentarme: soy Carmen Úbeda y se me puede asociar con cualquier actividad relacionada con la palabra.

No espere el oyente escuchar resultados estadísticos porque de esa actividad ya me alejé. De cualquier manera, le debo, haber sistematizado mi capacidad de observación de la sociedad y de su dirigencia.

Al ser ésta la primera salida, por cortesía hacia el oyente, corresponde que aclare los principios inamovibles desde donde miraré la realidad. Tengo la firme voluntad de evitar en parte los benditos diagnósticos. ¿Cuántos se han hecho sobre nuestro país durante casi cuarenta años de democracia? Cientos… miles basados en distintos principios. De esos cientos o miles, si se aparta su sesgo, la mayoría es acertada. Diagnósticos a veces inútiles por lo obvio y peor aún pronósticos aventurados e inciertos. Sumado a este ruido,  el presente nos obliga a escuchar más interpretaciones que hechos. Un verdadero daño. O como diría Kraus “El diagnóstico es la enfermedad que más prolifera”. En conclusión, el exceso de diagnósticos enferma más y retarda la cura. Sí, sí, las interpretaciones no solo empañan los hechos, los hacen desaparecer. Entonces, el periodismo es, en términos rápidos,  la difusión de dichos y hechos y el periodista, sólo su vehículo. Si la interpretación expulsa al hecho o distorsiona el dicho, el oyente es víctima de la mentira, aunque no siempre sea la intención de quien la  trasmite. En mi opinión, recalco, en MI OPINION, LA INTENCIÓN DE MENTIR es más frecuente que lo imaginado. Ese es el principio fundamental de esta columna: evitar la mentira aunque vengan degollando. Sin embargo, es imposible lograr la verdad objetiva. Simplemente porque el observador es un sujeto. En este sentido, yo, Carmen Úbeda, respondo a una línea editorial a la que adhiero, la de la revista TODA: estas columnas  son la misma bebida en otra copa. En su primer número, TODA aclaraba que la mirada estaría puesta en nuestra ciudad y la región, haciendo foco en sus logros y sus aciertos. “Encontrar la flor en el pantano”, fue la expresión que usamos, lo cual no fue ni es un deseo, OCURRE: no importa el contexto. Por más negro, sucio y mal oliente que sea el pantano, de él puede nacer una orquídea blanca. Es más: las inefables orquídeas blancas, sólo nacen en los pantanos más pútridos. No hay que olvidarlo. Aquí se tratará de respetar esa consigna. Destacaré los hechos y los dichos que realcen nuestra identidad y que mejoren o transformen el presente de la ciudad, la provincia y la región. Es decir,  usando el diagnóstico mínimo necesario, realzar lo bueno, no es mentir, es destacar esos hechos o dichos que nos hacen ser lo que somos desde el fondo de nuestra historia.  Si los santafesinos pudiéramos correr el telón negro de un presente desventurado y dejáramos girar la película ejemplar de nuestra historia, nos sentiríamos fortalecidos, orgullosos y capaces de emprender cualquier transformación. Volver a la esencia siempre actualiza la acción, disuelve las confusiones y vence al tiempo.

Los oyentes están seguramente advertidos de que siempre el puerto es el que ordena. No es mi intención despreciar a la capital de la República y a la riquísima provincia en la que se ubica. No obstante, su pulsión hegemónica fue simultánea a su forzada convivencia con el resto de las provincias argentinas. Recuerde el oyente que las provincias son anteriores a la nación y también, se acepta, posteriores a la república, en tanto y en cuanto, se respete el sistema federal en todos sus términos.

De igual modo, el innegociable principio de no mentir y el ansiado de destacar lo mejor de nuestras acciones presentes no pueden ser impedimentos para señalar lo que dañe precisamente esos principios. En la misma dirección y sin denostar los buenos diagnósticos, ellos son sólo pinturas, descripciones repetidas de lo que pasa pero en general no ofrecen salidas frente a los errores, las carencias, las omisiones. Esta es la diferencia que humildemente quiero marcar: diagnosticar lo mínimo necesario y brindar algunas sugerencias para transformar lo necesario. Insisto: con respeto ante aquellos en que su propio respeto los haga respetables.

Nada más estimulante para mis comprovincianos que mirarnos en el espejo de nuestra historia. Una historia que, sin dudas, definió Estanislao López y su legendaria valentía. Una historia que continuaron los inmigrantes en este centro tan pródigo como hostil de la patria. Fuimos cuna del mutualismo, que es la más alta expresión de la solidaridad organizada, lejos de la prebenda y la beneficencia. Una inmigración que llegó en barcos deplorables, con un atadito cargado en sus hombros y quizás una acordeón “verdulera”. Nada más que con una parcela de tierra vacía e inhóspita de la que extraían los mejores frutos de esta tierra.

No son tiempos de careos, estos son tiempos de encuentros, reconciliaciones y acuerdos, pero no de indignas entregas. Ningún compromiso puede apagar la dignidad.

En este sentido, la provincia clama por muchas Cepedas y ningún Pavón. Somos los autores de la primera Constitución provincial de 1819. Engendramos los pactos preexistentes que harían progresar la nación a la república y, aunque remanido, hay que recordar siempre, siempre, siempre, que somos la Cuna de la Constitución argentina con una Buenos Aires  ausente. Para que no haya confusiones: no estoy alentando una impostura belicosa contra Buenos Aires. Sí, una firmeza indomable en defensa de los intereses provinciales y regionales cuando los gobiernos de la nación los ignoren al mismo tiempo que los usen. No se trata de presentar la caballería frente a la casa pintada con la sangre de toro como lo hizo el General López. No se trata de repetir la historia sino de inspirarse en ella  como madre de nuestra fisonomía. Tampoco de exagerar nuestras virtudes porque hacerlo es conducirnos también al fracaso. Se trata de VERNOS , RECONOCERNOS y reflejarnos en nuestro mejor perfil. Saber que hoy somos porque fuimos y no renunciar a ello: pioneros del federalismo, pioneros del mutualismo, pioneros de la mixtura de razas, pioneros en educación, ciencia y tecnología y dueños de las tierras más fértiles de la patria. Hay que decirlo: generalmente la Nación se sirvió de ellas pero nos desestimó a la hora de reconocer nuestros derechos. Somos el centro de la patria gringa que motorizó la economía nacional junto con las otras provincias de la región centro con las cuales compartimos historia, etnia y educación. Esa integración existe de hecho. Solo se  necesita profundizarla y emprender planes comunes aunque estemos en condiciones de afirmar que Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe, silenciosamente y con una  estrategia cautelosa están dando los primeros pasos en esa dirección. Cada una o las tres merecen y les sobran derechos para protagonizar decisiones nacionales y disputar civilizadamente el poder. Hay más información veraz para difundir al respecto pero será en próximas salidas. Invito a los oyentes a compartir los resultados de mis búsquedas y el esfuerzo por mantener la palabra honesta y las  propuestas claras.

 

Créditos: Carmen Úbeda

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