Quienes tuvieron el gusto de probar los productos del Emprendimiento Emilianas, o de recibir el variado servicio de catering que ofrecen, seguramente notaron una diferencia, marcada no solo por su calidad y accesibilidad sino también por el afecto que sus integrantes convidan en ese gesto de dar y darse.

Una dulce invitación, un mimo al paladar, al estómago; el necesario desayuno en un congreso o el oportuno tentempié en el break vienen con el sello, con la ‘marca’ de una sonrisa sincera y un gesto esmerado. Un gesto que busca —y generalmente encuentra— en la palabra o en la mirada del otro el necesario reconocimiento que, a todos, les permite sentirse parte de ese ‘algo’ constitutivo del lazo social.

Sobre todo porque los trabajadores de Emilianas traen consigo —de manera más o menos consciente— una cruz cargada de padecimientos subjetivos, estigmas y exclusión en alguna de sus formas.

Este emprendimiento funciona como una empresa social vinculada a la salud mental. Tiene por fin generar fuentes de trabajo y producir salud. Surgió en septiembre de 2007 como una apuesta conjunta entre la Dirección Provincial de Salud Mental, la Dirección del Hospital General Polivalente Mira y López (antes llamado “Psiquiátrico”) y su Cooperadora.

A casi diez años de su constitución, cuenta con tres unidades productivas: una planta de producción de panadería y comidas, una cantina y servicios de catering para jornadas de trabajo y capacitación. “Emilianas y otros similares, son dispositivos alternativos o sustitutivos en salud mental. Una propuesta diferente a la internación y a la medicalización de las problemáticas subjetivas. Propicia la contención, la capacitación y el trabajo con una lógica cooperativista; se aprende un oficio y se genera un vínculo concreto con el mercado laboral”, explicó Natalia Colombo, Trabajadora Social y una de las coordinadoras del espacio.

 

El fin del “manicomio” y la apuesta a la integración

En línea con lo que proponen la pionera Ley de Salud Mental en la provincia de Santa Fe y la más recientemente aprobada a nivel nacional, Emilianas nació modificando el propio edificio del hospital, para darle otro sentido a un espacio que se abre y cura desde otra lógica. “Lo que antiguamente eran salas de internación se fue reestructurando y dieron paso a una cocina enorme”, ilustró Natalia.

Eso supone (en lo material y lo simbólico) una transformación radical. Paulatinamente, los pabellones para “pacientes psiquiátricos” dieron lugar a una empresa social en salud mental de tipo comunitaria. Esta concibe al trabajo como un derecho inalienable, al que todos deben acceder, más allá de sus limitaciones y centrándose en sus capacidades.

El emprendimiento comenzó con personas que circulaban por el hospital. “Algunas internadas, otras que eran asistidas de manera ambulatoria, otras iban llegando de los centros de salud o se enteraban y se interesaban”, recordó Colombo. Hoy conviven un promedio de 15 trabajadores estables, algunos desde hace diez años, otros se capacitaron y formaron sus propios emprendimientos.

“Emilianas asume una lógica cooperativista. La palabra circula. Hay asambleas y decisiones en equipo sobre lo que va surgiendo desde las necesidades, malestares y deseos de cada uno”, enfatizó la trabajadora social.

Mientras tanto, los integrantes siguen sosteniendo sus espacios clínico-terapéuticos, ya sean médicos y/o psicológicos, siempre acompañados por el equipo de coordinación.

 

Efectos y proyectos: Hacia una nueva cantina

Cerrando, Natalia Colombo destacó que la participación en Emilianas ha generado efectos impensados en la vida de los usuarios del sistema de salud mental. “Pensemos en sus historias: muchos de ellos habían quedado fuera del mercado laboral, ocupaban el lugar del ‘loco’ en la familia, el barrio o la escuela. Y hoy tienen un trabajo, cumplen un horario, se capacitan, tienen proyectos, sueños, dinero, más autonomía, y forman parte de un colectivo con beneficios terapéuticos notables”, dijo.

Y enfatizó: “La capacitación es permanente para mejorar la calidad y diversificar la oferta. La idea es que nos contraten por eso y que compitan en el mercado; no por una cuestión caritativa. Además y como corresponde, los trabajadores reciben su remuneración”.

Finalmente, Colombo adelantó que el gran proyecto a corto plazo es que los integrantes de Emilianas abran una cantina en pleno centro de la ciudad.

 

Emprendedores

Miguel Vázquez, Lucas Zapata, Rodrigo Buscaroni, Sandra Romero, Silvia Fuga, María Sol Montenegro, Daniela Mencia, Patricia Lencina, Diego Aquino, Mario Fernández, Pablo Villot, Adrián Coronel, Ricardo Alcayde, Graciela Romero y Sandra Pecorari, amasan artesanalmente las confituras, los panes; hornean y preparan los servicios y todas las delicias según la demanda.

 

Esta pequeña gran empresa en salud mental representa una oportunidad concreta en donde también van reconstruyéndose, resignificándose y dignificándose sus vidas, sus historias e identidades, en y por el trabajo colectivo.

Coordinan y acompañan en ese camino de alivio e integración con el afuera María Olga Dutto (Psicóloga), María Soledad Schmuck (Trabajadora Social), Viviana Becker (Trabajadora Social), Mariángeles Estapé (Trabajadora Social), Natalia Colombo (Trabajadora Social) y Nicolás Trempos (Cocinero).

 

Texto: Mariano Ruiz Clausen

Fotos: Pablo Aguirre