La ciudad de Santa Fe estrenó, este año escolar, la implementación de herramientas de la Educación Emocional en los jardines maternales o de infantes de gestión municipal. A través de la ordenanza Nº12435, aprobada en octubre de 2017, dichos establecimientos educativos comenzaron, de la mano de lxs docentes, a desarrollar este tipo de educación que ya forma parte del currículo.

Pero no solo en los jardines municipales, existe interés por parte de los privados y de gestión estatal provincial en incorporar a la Educación Emocional en sus propios contenidos pedagógicos. Incluso el diputado provincial Luis Rubeo planteó la necesidad de incorporarla dentro de los lineamientos que se están discutiendo para la futura Ley Provincial de Educación.

La principal autora e inspiradora de la Ordenanza en Santa Fe es la concejala Marcela Aeberhard, con quien Toda dialogó.

TS —¿La Educación Emocional (EE) es un compendio de autoayuda?

MA —La EE está lejos de ser un libro de autoayuda. Con estas herramientas no vamos a encontrar la felicidad en la vida, esto no es el ABC para hallar el camino que nos acercará a la felicidad. Aquí, simplemente hablamos de hábitos salutógenos (contrario a patógenos), es decir saludables.

TS —¿De qué manera se implementa en las instituciones educativas?

MA —A través de la capacitación a los docentes en el reconocimiento de las emociones, son pasos que las personas podemos empezar a dar para tener una vida mejor. Por ejemplo, reconociendo lo que nos está pasando, lo que estamos sintiendo, para que esa rabieta o esa frustración o ese enojo no nos afecte tanto. Cuando somos conscientes de que es necesario “parar la pelota”, contar hasta diez, no hacernos tanta “mala sangre”, como nos decían las abuelas, es más sencillo actuar en consecuencia. Nos herimos menos a nosotros mismos y al otro, se preservan las relaciones, aprendemos habilidades sociales.

TS —¿Qué herramientas pueden ser útiles para lxs más chicxs?

MA —Lo principal y más interesante que tiene la EE es darle a los más pequeños herramientas que los ayuden a reconocer las emociones, lo que están sintiendo. Preguntarles qué cosas les dan alegría, qué cosas los angustia. De esta manera, se va creando una lista de situaciones, vivencias, momentos, escenarios que empezamos a reconocer a través de lo que provocan en nuestro propio cuerpo. Sabemos que para destrabar un enojo primero hay que reconocerlo y tratar de dilucidar su origen para, luego, ver de qué manera solucionarlo.

Estas herramientas de ninguna manera intentan reemplazar a la psicología, psicopedagogía, fonoaudiología, etc., pero sí pueden complementarlas.

TS —¿La EE posee su propio marco normativo?

MA —Exactamente. El marco normativo que se empieza a aplicar en Santa Fe salió después de un largo y completo trabajo que realizamos con integrantes de la fundación de EE, y que tiene que ver con estas herramientas metodológicas de las que hablamos. Se planifica, se evalúa y una vez validadas se pueden incluso profundizar. Pero es importante destacar que, más allá de la teoría, estamos hablando de herramientas prácticas, concretas. Tenemos que pensar que las habilidades emocionales representan el 80% de lo que sentimos en la vida. Gira en torno a cómo nos sentimos con nosotros mismos y de qué manera nos relacionamos con el otro.

TS —¿Puede darnos ejemplos concretos que se pueden utilizar en un aula de jardín de infantes?

 

MA —Claro, por ejemplo se utiliza el juego, el dibujo, la recreación. Se les pregunta o se les pide describir cómo se sienten en una situación de enojo, por ejemplo. A la vez, el diálogo puede virar hacia aquellos momentos en los que se sienten mejor, más a gusto. Y la sugerencia siempre es, en la medida de lo posible, tratar de aumentar esa dosis de bienestar.

Todo esto vuelve a la institución educativa más atenta a situaciones complejas, como el bullying, el acoso escolar, la violencia, las adicciones. La preocupación es tratar de lograr mayor armonía, que los chicos se traten bien, que sepan respetar la diversidad, que accedan a más herramientas para evitar ciertos conflictos y favorecer la inclusión. Y que adquieran tolerancia a la frustración.

TS —Vaya que puede ser realmente difícil tolerar nuestras propias frustraciones…

MA —Pero es algo que se puede aprender. De a poco podemos aprenderlo, no es simple pero sí posible. Queremos empezar desde los jardines, desde los más pequeños; aunque tenemos esperanza en que se pueda aplicar en todas las instituciones educativas, de todos los niveles, reconociendo que han cambiado las dinámicas del aprendizaje lo que nos obliga a cambiar la dinámica de la enseñanza.

Es muy importante también entender que debemos interpelarnos como ciudadanía, debemos cuestionarnos sobre los niveles de violencia actuales y no pedirles a los chicos cosas que no somos capaces de hacer los adultos. De ahí la necesidad de capacitar a los docentes con la idea de que llegue también a las familias y a la sociedad toda.

Texto: Mariana Steckler

Fotos: Producción

Nombre de sección: Educación y trabajo

 

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