Músico desde siempre, percusionista desde que descubrió allí su instrumento. Un santafesino que creció en Tostado o un tostadense que se desarrolló en Santa Fe. Permanente buscador de experiencias y de talentos, se topó en algún momento con la función pública. Y pese a los embates salió con más experiencia y saber. Amante del tiempo libre, amiguero, con vocación de servicio, Eduardo Bavorovsky admite que ha tenido suerte aunque también hay mucho de su actitud allí. “Siempre valoro lo que tengo porque soy consciente de lo que no tuve. Y, sí, suelo ver el lado bueno de la vida”.

“Nací en Santa Fe pero viví en Tostado hasta los 18 años. Mi viejo, talabartero y tapicero, mi mamá profesora de geografía. Soy el mayor de cuatro hermanos y el único varón”. Eduardo Bavorovsky relata que en esa familia con raíces polacas y suizo alemanas, no había músicos aunque sí un piano en la casa al que su padre cada tanto tocaba intuitivamente. Lo que seguro había era mucha escucha de géneros variados. Desde el folklore o el tango que gustaban a don Cuco hasta el jazz que prefería doña Chela. “En casa circulaba mucho material musical. Yo a Serrat lo conocí por mi vieja, lo que era algo bastante inaudito. Eso hizo que tenga una apertura mental muy grande como para recibir todo lo que estaba dando vueltas y que de hecho lo sigo haciendo hasta el día de hoy”.

Eduardo cuenta que se supo músico desde siempre. “No era algo consciente, no era algo pensado. Estaba en mí. No podría explicarlo mejor que eso”, señala ante la pregunta sobre esa convicción. Cuando cursaba cuarto año de la escuela secundaria, Tostado se inundó y el agua quedó sobre la ciudad mucho tiempo. Ante ese panorama, sus padres lo mandaron a tomar clases en Santa Fe a la escuela Almirante Brown. “Ese año me marcó. Me contacté con el coro, con Héctor Rotger que era su director. Conocí gente de la música. Me sentía en mi medio, ese era mi medio”. Y aunque volvió a Tostado a terminar la secundaria, Santa Fe sería el lugar a llegar para sus estudios superiores. “En una época en que los padres regulaban y decidían los destinos de sus hijos, los míos me apoyaron muchísimo. Cuando yo planteé que quería venir a estudiar música, hicieron lo imposible para que lo lograra. Mi agradecimiento hacia ellos es para siempre”.

El primer instrumento que Eduardo estudió y por mucho tiempo fue el piano. Empezó en Tostado y continuó en Santa Fe, incluso cuando ya cursaba la carrera en el Instituto Superior de Música. Fue durante su etapa con la agrupación Confluencia  cuando llegó el cambio. “Mis compañeros propusieron: en este tema, ¿por qué no probamos con un bombito?. Yo, caradura, dije que sí, obvio. Y así empecé tocando el bombo. Después agregué un platillo y seguí anexando hasta que dije: esto es lo que tengo que hacer. Y no toqué nunca más el piano”.

El lugar de la música

Tuvo su primera banda en Tostado y con las sucesivas agrupaciones, siempre dentro de la música popular, la propuesta fue complejizándose. “Buscábamos diversidad de géneros y la dificultad técnica era parte de lo que interpretábamos”. Eduardo enumera los distintos proyectos y se refiere en particular a Escaramujo, grupo con el que recorrió el mundo y abrió nuevos horizontes.  “Fuimos a España, Reino Unido, Suiza. De hecho, vivíamos en Francia y desde ahí nos movíamos. Eso fue después del 2000 y de la crisis económica. Dijimos: hay que experimentar otras cosas porque acá no podemos seguir así. Vamos a ver qué abrimos por ahí”.

La música siempre acompañó su vida aun cuando por períodos se encontró abocado a otras funciones. Cuenta que desde hace años forma parte de la Feria de Música que se realiza en Europa y que suele ser invitado al Mercado de Música del Noroeste Argentino. “Allí he escuchado cosas increíbles –comenta-, con un nivel de innovación que ni siquiera Buenos Aires tiene. Me gustan mucho estos espacios porque me gusta sorprenderme. Me encanta encontrar gente que hace cosas que están buenísimas”.

Y en el camino de esa búsqueda incansable, llegó a él recientemente una propuesta del Espacio Toda a la que dijo sí inmediatamente. “Marcelo y Ezequiel son dos personas que yo admiro y respeto un montón. Hacer algo con ellos es una garantía de trabajo serio”. Eduardo siente que esta propuesta incipiente va a contribuir a la difusión artística, algo que resulta imprescindible. “Ninguna ciudad tiene la cantidad de músicos que tiene Santa Fe. Lo digo en proporción con la cantidad de habitantes. Hay propuestas que vienen desde hace años y otras nuevas. Y hay que mostrarlo. Son artistas. Nuestros artistas”.

La gestión como servicio

En algún momento Eduardo fue convocado para la función pública. En el ámbito de la ciudad de Santa Fe desempeñó primero el puesto de coordinador ejecutivo de un programa que llevaba al arte a los barrios. Estuvo después a cargo de la subsecretaría de programación hasta llegar a la Secretaría de Cultura. Durante su gestión se inauguró la mediateca, un proyecto en el que tuvo mucho que ver. “La idea era hacer algo que tuviera un anclaje importante desde lo cultural pero no hacerlo en el centro. Se buscó generar una nueva centralidad. Por eso se hizo en Santa Rosa de Lima. Insistí mucho en un estudio de grabación porque para mí era muy importante y eso se entendió perfectamente desde un principio. Hicimos un estudio de grabación con tecnología de primera línea. Cuando hablamos de igualdad, eso es igualdad. Todos los músicos pueden ir a grabar su material con muy buena calidad y sin costo. Eso lo provee el Estado. El Estado tiene obligaciones que no son solamente las del pavimento. La mediateca es una de las cosas por las que yo estoy muy orgulloso de nuestra gestión, al igual que de los jardines municipales”.

Ahora, desde hace un par de meses, trabaja en el Ministerio de Educación provincial como coordinador institucional del área de reestructura escolar. “Es un trabajo que me gusta muchísimo y que me mantiene muy ocupado. ¿Sabés que me gusta?. Que soy el nexo entre las direcciones de las instituciones y el Ministerio y me toca dar buenas noticias”. Eduardo releva las necesidades de las escuelas, lo transmite a quienes tienen poder de decisión y lleva respuestas concretas y esperadas. Destaca que le encanta el servicio y el encuentro con la gente, escuchar y llevar soluciones. “Eso es la política para mí y me gusta. Si vos me decís, ¿sos político?. Sí, claramente lo soy. Me gusta la idea de poder resolver. A mí la función pública me enseñó muchísimo”.

El lado bueno de la vida

Eduardo encuentra difícil elegir un percusionista admirado pero la memoria lo lleva a un nombre. “Cuando era joven me fascinaba un grupo llamado Weather Report. Su percusionista era Alex Acuña, un peruano que era algo increíble. Y estando en Emparche, otro proyecto hermoso que hicimos con Pichu (Piccioni) se nos ocurrió invitarlo y él nos dijo que sí. Hicimos un solo los dos y fue el summum poder tocar con él. Alex es esos tipos de los que aprendes todo, también humildad y grandeza”.

El ocio para Eduardo se asocia a estar al aire libre. “Me gusta mucho el río, me gusta mi huerta, mis gallinas, mis perros. Me gusta estar con mis amigos, con gente que quiero”.  De sus palabras parece desprenderse que se encuentra en un buen momento de su vida.  Aunque, acostumbrado a mirar el vaso medio lleno, ese parece un estado permanente. ¿Un tipo de suerte o alguien que valora lo que tiene?. “Creo que las dos cosas (risas). Siempre valoré lo que tuve porque también fui consciente de lo que no tuve en su momento. Y también es cierto que tuve mucha suerte. A veces pienso cuando vendrá el….¿viste? Porque la idea de la compensación es así. Te da, te da, te da y después te quita. Pero igual, yo siempre veo el lado bueno de la vida”.

Texto: María Julia Porta

Fotografía: Belén Garofalo