Abrir una puerta es dejar una herida al descubierto, una casa indefensa, el acecho de una pregunta que inquieta, la sombra de lo incierto a punto de entrar, la desnuda exposición a lo público, lo inmanejable de la intrusión ajena. Pero también es la posibilidad de salir, de sanar, de proteger, habilitar nuevos encuentros y el hallazgo de la respuesta menos pensada. El doble lado de lo riesgoso cobra sentido cuando se sabe de antemano que es la única manera de transformación. El riesgo tomado como factor de crecimiento no es para cualquiera.
Dejar la puerta abierta asume, entre otras variantes, el desafío de usar la llave que habilita el asombro y entonces la conmoción de lo inédito creado para pronunciar lo que hay que decir, sucede. Dar libertad de acción a la llave para abrir la puerta al juego, a esas rayuelas que saltan miedos, a las escondidas como refugios para luego ver la luz de la salida. Un acceso amplificado por el cruce de voces y variables de expresión que constituyen la polifonía necesaria para que se manifieste lo diverso. Para que se imponga definitivamente lo diverso.
En una puerta que se encuentra abierta se ponen en evidencia varios aspectos constitutivos de la materialidad de la misma: si los picaportes funcionan, si el engranaje de la cerradura no ofrece resistencia al abrirse, de qué está construida la puerta en movimiento, cómo es el funcionamiento de las bisagras y la fortaleza del marco estructural que la sostiene. Además, el simple hecho de mantenerse abierta indica a primera vista que es accesible, es un lugar por el que se puede entrar y también salir.
La seguridad del contenido, de lo que se tiene en el interior, la calidez que anida una construcción sincera y coherente, la sostenida habitabilidad de espacios en los que se gestionan narrativas creíbles y la constante diversidad de acciones leales con las audiencias, hacen de TODA un medio de puertas abiertas, un continente desplegado a lo público con una materialidad gráfica que sostiene sus formatos desde un estilo propio.
La decisión ideológica de sostener, fomentar y promover el periodismo cultural no es una postura que resulta sencilla y mucho menos en estos tiempos de arenas movedizas, de especulaciones financieras, de inestabilidades institucionales y desasosiego social. Se podrían enunciar un sinfín de adversidades en torno al trabajo que venimos realizando desde hace once años, sin embargo, pensamos que continuar con la puerta abierta es la mejor elección.
Abrimos la puerta de par en par porque seguimos creyendo en el flujo que generamos y en los puntos nodales de encuentros que confluyen a otras puertas que también se abren para darnos cobijo, para anidarnos. Creemos en los vínculos que se traman dentro y fuera, en las actitudes que hablan de lealtad y honestidad con los roles asumidos, con la responsabilidad incuestionable de poner imágenes y sonidos a las manifestaciones artísticas. Creemos en las palabras que nos dicen quienes gestionan en comunidad, quienes aportan ideas transformadoras, quienes transparentan de qué están hechos con luces, sombras y tonos intermedios.
Porque lo se que ve y lo que se siente es lo que somos y además lo que deseamos seguir siendo, vamos a seguir dejando la puerta abierta para que entres y salgas cuando quieras y dejes tus marcas como modo de pertenencia a este movimiento.