En Santa Fe y la región crecen los espacios para la venta de productos artesanales. Historias y proyectos personales se fortalecen en una comunidad que promueve otras formas de venta y convivencia.

«Comencé el emprendimiento con ganas de tener un proyecto personal. Sentía la necesidad de socializar con mujeres empoderadas y fuertes, de sentirme en comunidad.» El testimonio pertenece a Gisela, una de las integrantes de la Feria Sorora de Arroyo Leyes. Para ella, feriar es sinónimo de acompañamiento y de lazos amorosos combinados con recorridos personales y proyectos colectivos. «Antes era solo ama de casa. Todo mi mundo era mi familia. Y cuando me abrí a darme a la sociedad con mi producto, sentí lo mismo que si tuviera un nuevo hijo: que el amor se multiplica, no se divide», sintetiza la creadora.

Lo personal y lo común

A caballo de la economía social, la Feria Igualdad es otra muestra de lo que supone unir manos para un bien social. Según referenció Mercedes Orellano, una de sus coordinadoras, el proyecto nació en 2017 con el propósito de dar respuestas a las necesidades de una población a la que le hacían falta recursos. Por entonces, «trabajábamos en comedores y empezamos a buscar distintas fuentes de ingreso». Y continuó: «Se juntaron conocimientos para producir ventas y con eso sustentamos los merenderos para fechas como el Día del Niño o la Navidad.» Luego, empezaron las ferias en esas mismas barriadas donde se ubican estos espacios. Más adelante, la actividad se convirtió en una cita semanal y fue necesario buscar un lugar más grande. Así fue que se gestionaron los permisos y se montó el emprendimiento en la plaza Constituyentes, donde Igualdad tiene ferias los sábados por la mañana, así como en Blas Parera frente a la Iglesia del Tránsito, los viernes por la tarde.

La proliferación de ferias dedicadas a la venta de productos artesanales en la ciudad encuentra motivos compartidos en el trayecto de Fiorella Antonelli, a cargo de Incuba. Esta feria arrancó en 2019 en el Centro Español y en el Mercedo Progreso. «La idea se formó porque me encontraba desempleada y empezaba a incursionar en el mundo emprendedor, no encontrando espacios para poder mostrar lo que hacía. La primera feria arrancó con diecisiete emprendedoras. En la tercera edición ya habíamos triplicado ese número. Queríamos lograr que el espacio no fuese solo una salida laboral, sino también que fuese un lugar amoroso donde las emprendedoras no se sintieran tan solas», remarcó Fiorella. Incuba cuenta, hoy día, con más de 300 emprendedores. Se localiza los domingos en la plaza Constituyentes y en la explanada de El Molino (bulevar Gálvez y Pedro Vittori), una o dos veces por mes.

Contención

La voluntad de promover este tipo de espacios se topó con una crítica realidad derivada del impacto de la pandemia de la Covid-19. Mercedes, de Igualdad, recordó que el concepto de economía social y solidaria ganó fuerza cuando «los grupos de WhatsApp con que se organizan las ferias terminaron siendo grupos de contención». «Había personas que la estaban pasando mal, tanto económica como anímicamente por no poder realizar la feria. El artesano y el manualista lo sufrieron más porque todo lo que hacen es con mucho amor y dedicación. Costó mucho retomar el ritmo de los emprendimientos, pero logramos organizar capacitaciones online y permitir que no se corte el ingreso extra. A veces, es la única entrada de dinero que tienen las familias», subrayó.

Fiorella, promotora de Incuba, analizó que en la actualidad «el emprendedurismo se encuentra en alza, por lo cual estos espacios son importantes para las economías locales. Entre los emprendedores se encuentran muchos profesionales que, por la pandemia, decidieron encontrar otro ingreso; así como muchas personas que se encuentran en el trabajo informal y buscan la forma de establecer su propio negocio. Hay que destacar que el 95% son mujeres», precisó. En ese sentido, emprender equivale a «independencia». «Bregamos para que el emprendimiento se formalice y profesionalice», subrayó. «También nos importa la parte humana. Las capacitaciones que impulsamos acompañan lo emocional porque no es fácil ser autónomo. El desarrollo de habilidades para la resolución de conflictos permite evolucionar con las marcas», definió Fiorella.

Al compás del acompañamiento en los procesos de comercialización, Mercedes, de la feria Igualdad, hizo hincapié en los vínculos. «Siempre hay consejos para quienes recién empiezan. Es un grupo humano muy lindo y unido. El impacto no debería ser positivo solo para la economía, sino también para la salud. El trabajo manualista brinda un poco de terapia y el contacto humano siempre es bueno para el ánimo», ponderó.

Mercado

La modalidad de la venta de productos hechos con las manos, o elaborados con lo que ofrecen la tierra y la naturaleza, no deja de formar parte de una sociedad de mercado en la que las condiciones no siempre son afables. Mercedes, al respecto, consideró que es importante instalar la idea de que «si le comprás a un feriante o artesano, estás colaborando con su proyecto; quizás estás ayudando a una familia a solventar el gasto diario».

Por su parte, Pilar, integrante de la Feria Sorora, puso el foco en que «la comunicación con las personas que se acercan a ver y comprar nuestros productos marca una diferencia significativa. El producto, la mercancía, en un contexto de feria es un medio que conecta compradores con productores, es un objeto que se encuentra en el medio de una parte y otra. En la feria se da un intercambio dialógico entre ambas partes que en otros contextos comerciales no existe», evaluó.

 

Texto: María Luisa Lelli

Nombre de sección: Maneras de sanar

Edición: N° 92