El “David” duerme en la ciudad de las esculturas mientras el arte en Resistencia está de fiesta
La escultura de Miguel Ángel fue clonada con tecnología 3D y se emplazará en Resistencia, la ciudad de las esculturas; mientras tanto, el arte contemporáneo tuvo su feria
RESISTENCIA. – Cuando se visita la capital de Chaco hay que andar atento: sin perder de vista que en cada cuadra hay una escultura (Lucio Fontana en la esquina del banco, Líbero Badíi en la peatonal, más allá, Gyula Kosice o Pablo Curatela Manes), además de esquivar motos que trasladan familias enteras. Acá, una feria de arte como la que ocurrió este fin de semana tiene características únicas: un horario que respeta religiosamente la siesta, un calor todavía suave y un público entendido, que quiere saber cómo se hacen las obras, porque desde 1988 asiste, pregunta y vota en uno de los concursos de escultura más importante del mundo: la Bienal Internacional de Escultura.
El próximo encuentro en esta ciudad ocurrirá del 13 al 21 de julio de 2024, en la XIII Bienal de Escultura, y los sondeos indican que se multiplicó la intención de visitarla, gracias a un invitado especial: el David de Miguel Ángel, una copia fiel del que se conserva en el Museo de Calcos De la Cárcova que fue replicado con un gemelo digital logrado con un escaneo de alta precisión, la misma forma en que se copió el cuerpo de una activista trans para hacer la escultura de Remedios del Valle que fue prendida fuego en Buenos Aires. La diferencia con aquella obra es que la impresión con tecnología 3D de ese modelo fue aplicada para hacer los taseles de un molde. Luego, se dio forma a la escultura con el vaciado de un material de altísima resistencia, que permitirá emplazarlo al aire libre y soportar hasta mil grados sin entrar en combustión (claro que en Resistencia no se estila incinerar el arte público).
Ya está listo el coloso que será el gran atractivo de la ciudad, pero por ahora duerme el sueño de los justos en el galpón del Departamento de Mantenimiento, Restauración y Emplazamiento de Esculturas, que vela por las 650 esculturas que dejó la Bienal y que están instaladas en el espacio público. El gigante de cinco metros de alto está tumbado porque no entra erguido bajo techo y no llegaron los fondos del Estado para construir el basamento y el pedestal en la entrada del Domo del Centenario, el parque de diez hectáreas que es centro de la fiesta cultural y popular a la vez. El 8 de septiembre pasado, justo el día que debía estar de pie, se abrieron las puertas del taller para que el público pudiese verlo por primera vez. “Tenemos donación de todos los materiales por parte de privados, falta la ejecución de la obra por parte del Municipio”, dice Josese Eidman, presidente de la Fundación Urunday, que organiza la Bienal.
La feria A362 es otro esfuerzo macomunado. En el Club Social, reunió 34 galerías y proyectos de Resistencia y otras ciudades de Chaco, Corrientes, Formosa, Misiones, Santa Fe y Buenos Aires, con recorridas matinales por museos y almuerzos sin sobremesa eterna, porque en el medio todo el mundo duerme. También maravillan los lapachos en flor, la costumbre de saludar con dos besos y que ni una escultura sea vandalizada, ni siquiera los bronces en cajas de cristal. Las obras que se vieron nacer, son patrimonio de todos. La ciudad de las esculturas hace lugar con esta feria a los artistas de otras disciplinas.
“Queremos mostrar que el artista puede vivir del arte, aún en un escenario tan complejo como el que atravesamos. Lo que vivimos en la feria estos días nos da mucha fuerza”, dice Alejandra Meana, organizadora junto con Carlos Nicolini, Marilyn Cristofani, con la curaduría de Daniel Fischer. Gestores de la cultura que pensaron que era necesario que existiese una feria de arte y la organizaron en tres meses, pese a que tuvieron que cambiar el nombre (en su primera edición era 3500, como el código postal, pero alguien registró la marca; ahora es la característica telefónica).
“Queremos mostrar que el artista puede vivir del arte, aún en un escenario tan complejo como el que atravesamos. Lo que vivimos en la feria estos días nos da mucha fuerza”, dice Alejandra Meana, organizadora junto con Carlos Nicolini, Marilyn Cristofani, con la curaduría de Daniel Fischer. Gestores de la cultura que pensaron que era necesario que existiese una feria de arte y la organizaron en tres meses, pese a que tuvieron que cambiar el nombre (en su primera edición era 3500, como el código postal, pero alguien registró la marca; ahora es la característica telefónica).
Hubo ventas, sobre todo obra pequeña para el Día de la Madre (Totis vendió más de veinte), y se repartieron los Premios In Situ, de los coleccionistas Abel Guaglianone y Joaquín Rodríguez, a la galería local Chorizo y al artista Leo Guardianelli, por sus dibujos con estilográfo sobre madera. También hubo premios adquisición: Premio QUBO para una obra textil de Gustavo Mendoza; Premio Bolsa de Comercio del Chaco para la Galería Tenerani por la obra del artista Rodolfo Schenone, y Premio Estímulo The White Lodge para el proyecto Entre Vidas, de las artistas paraguayas Ingrid Seall y Noelia Buttice y para Diego Gon del Chaco. “Esta feria tiene que existir”, dice Carmen Tenerani, la única galerista chaqueña con veinte años de trayectoria, que ya no está sola en esta lucha para instalar el arte contemporáneo.
En el auditorio hubo producción de pensamiento, con conversaciones entre artistas, académicos como Marta Penhos, líderes aborígenes como Juan Namuncurá y Griselda Morales, gestores como Gabriel Romero (Instituto de Cultura de Corrientes) y Silvia Tissenbaun (directora de Colón Fábrica): pensar, crear, regar una escena del arte… es una artesanía que se hace amorosamente.
Esta es para todos “la feria de Marilyn”. Nada de toda esta usina cultural existiría sin la decisión de quienes la hacen, con aportes más privados que públicos, y una figura central: Marilyn Cristófani, institución en sí misma, secretaria de cultura por doce años, fundadora de cantidad de museos y centros culturales, creadora de la primera ley de Mecenazgo, motor imparable y, ahora, doctora honoris causa de la UNNE. “Los artistas ya empiezan a tomar consciencia y prepararse para la feria, y van hacia la profesionalización en el arte. Abre un panorama a los chicos jóvenes. En todos los órdenes, apareció gente a darnos una mano, de todos los partidos políticos, porque ven que hacemos un trabajo sincero, para ser un poquito mejores todos juntos”, dice Cristófani.
David y Goliat
Para Fabriciano Gómez, el creador de la revolución cultural que significa la Bienal de Escultura, era un sueño tener una obra de Miguel Ángel en el concierto de los grandes escultores modernos y contemporáneos que están representados en la ciudad. “Hay un romance entre las esculturas y la gente del que nos sentimos muy orgullosos”, dice Eidman.
Es una epopeya colectiva, en la que colaboró muchísima gente. Sumar el David a este museo a cielo abierto es fruto de la unión de las voluntades entre Fundación Urunday, universidades, gobiernos, artistas, académicos, arquitectos, ingenieros y el aporte de los mecenas privados.
Por ahí nomás, bajo tierra, yace otro gigante: la estatua del indio de Crisanto, repudiada en su tiempo por el escándalo de sus grandes atributos. Pero esa es otra historia. La noticia es que el David pudo replicarse con una tecnología de avanzada, que pronto se usará para llevar a escala de la vía pública una de las figuras entrañables del escultor Juan De Dios Mena, una especie de Molina Campos tallador muy querido en Resistencia.“Cuando el ciudadano esté de cara al David va a estar parado frente al tiempo”, escribió la especialista en arte público María del Carmen Magaz, que dice que ese es el arte más democrático de todos. El David pronto estará de pie, como un faro de lo que la cultura es en esta ciudad: el capricho de muchos davides, como Fabriciano y Marilyn, que deciden vencer a un Goliat de ignorancia en una de las provincias más pobres y más amantes del arte del país.
Por: María Paula Zacharías para LA NACIÓN