Está casada, tiene dos hijos, es licenciada en ciencias políticas porque quería ser diplomática. Hija de un ferroviario que aprovechaba toda ocasión para vivar a Perón. Recuerda toda su infancia arriba de un tren. Dice que nunca fue de otro partido pero descubrió primero la teoría del Justicialismo y, unos cuantos años después, su mística militante. Fue becaria del Conicet, hasta que se encontró con la gestión política como funcionaria municipal. Fue concejala, diputada nacional y, actualmente, es diputada provincial e integra el Ente Cultural Santafesino.
TS —¿Siempre lideró los espacios en los que se relacionó con gente?
CG —Hay una condición natural, que a lo mejor en otro momento no entendía como liderazgo, hay una cualidad innata que me lleva a ir al frente, estar pensando en armar estrategias; me acuerdo que era capitana del equipo de pelota al cesto, siempre tuve un carácter para avanzar, siento que soy guerrera. También sé que tengo respaldo, me sale generar credibilidad y confianza, un entusiasmo motivador que hace que otros me sigan.
TS —¿Siempre está de por medio el interés colectivo?
CG —Sí, por más que el liderazgo esté visto como individualista. Siempre estuve ligada a la defensa de las causas perdidas o de injusticias; mi tío, el cura tercermundista Ricardo Giaccone, era mi referente, hoy tiene una calle en Rosario. Me llamaba la atención su amor por el prójimo, su entrega absoluta; si no estaba levantando la pared de una casa, estaba al teléfono de atención al suicida en el hospital, o con los boy scouts. Siempre comía en alguna casa porque lo invitaban. La entrega de su vida a los demás es algo impagable; quizás esa sea mi mirada sobre la política, no religiosa, sino de misión, de entrega y de servicio.
TS —Entonces, usted nunca deja de ser política.
CG —No puedo separar mi vida de la política. Las decisiones personales también están marcadas por tus valores políticos. Me pone muy mal que las filosofías actuales estén concentradas en el uno mismo. Ya tuvimos experiencias anteriores y que le vaya mal a un montón de gente termina afectando. Si alguien tiene hambre te va a robar y se va a enojar porque te va muy bien cuando él no puede acceder a nada. Como sociedad debimos haber madurado para pensar en lo comunitario como algo primordial.
TS —¿Cuándo empezó a ser peronista?
CG —Mi escuela secundaria fue durante la dictadura, desde 1978 a 1982, había mucha oscuridad en los conocimientos, nunca nos daban a Perón, siempre la historia argentina terminaba en Irigoyen. Tenía esa duda de por qué no nombrarlo, por qué no hablar de él y le pedí a la profesora de historia que nos dé algo, y el día que iba a pasar eso llegó la directora y levantó la clase. Empecé a leer todos los libros que encontré sobre Perón, pero eso no me terminaba de convencer porque solo eran análisis intelectuales. La que sí me había cautivado desde antes fue Eva (Duarte), porque realmente su figura fue inconmensurable. Una mujer que de poca edad, llegada desde el interior pero se conectaba con todos desde la adhesión y el amor. Luego, llegué a la facultad de Ciencias Políticas, en Rosario, porque quería ser diplomática. Y allí tampoco había agrupaciones peronistas. En el tercer o cuarto año me empecé a vincular más con los profesores y con la vida política de la facultad desde un grupo diferente. Hasta ahí era una “evitista”. Me recibí, concursé y gané un cargo en la cátedra de relaciones internacionales; más tarde, en Casilda, comencé a hacer un micro radial en un programa que hacía Carlos Del Frade. En ese momento, estaba muy ligada a lo académico, di clases hasta que nació mi segundo hijo y, luego, creamos con el intendente la Secretaría de Acción Social, en el año 93. Allí comencé a recorrer el sentimiento peronista, llegó el compromiso, la militancia territorial que no dejé nunca más. Esa experiencia me marcó para siempre, completé lo que traía desde esa búsqueda intelectual. El contacto con la gente era permanente; cuando te identifican como una persona que está al servicio, en una localidad de 40 mil habitantes, llegan hasta tu casa. Con mi segundo hijo no tuve ni pre ni pos parto, porque la gente llegaba a mi casa y él no podía dormir. Ese camino se fue profundizando, yo no elegí ser diputada, apareció así. Desde la política es el único lugar donde se puede generar igualdad. Desde donde sea pero, lógicamente, que siempre se quiere estar en lugares donde se puedan tomar mayores decisiones.
TS —¿Cuáles son los proyectos que le dan orgullo?
CG —Un montón: el centro de acción familiar modelo, un hogar taller y granja protegido, una casa del estudiante con convenio con la UNR, un complejo de 16 viviendas para la tercera edad que hoy sigue funcionando; en agricultura familiar fue un orgullo trabajar con muy pequeños productores, y, como diputada nacional, ser la autora de varias leyes nacionales como la de Derecho de Formación Deportivo, es una bandera enorme; también la ley de Reparación Histórica para la Agricultura Familiar trabajada con todas las organizaciones. Ambas nos hicieron recorrer todo el país. Como diputada provincial la ley que suspendía los desalojos de productores.
TS —¿Cuándo aparece la cultura?
CG —La cultura y el deporte las trabajamos en las gestiones locales. En el caso cultural, los fundadores del Ente Cultural Santafesino iban buscando adhesiones en diferentes legisladores y yo fui la última que vinieron a hablar en el año 2013; les costaba encontrar compromiso que se sostenga, y yo compartía todo eso, dije “esto es lo que yo pienso”. No me fui nunca más y soy una de las que más participa, propone, recolecta temas y con la gestión llegan un montón de propuestas más. Es fabuloso. Y, si hay algo que agradezco desde el lugar donde estoy, es el conocimiento que me posibilita de nuestra hermosa provincia. Estoy convencida de que un gobernador no puede desconocer eso, como ciudadana del interior siento que una gran parte de las gestiones tiene una deuda con el interior. La gran riqueza que tiene el interior se debe parangonar, debe tener las mismas oportunidades. En este caso, desde la cultura, nosotros estamos equiparando, y eso es un reconocimiento, siento que uno se enriquece pero también es un nexo para que los santafesinos conozcamos lo que tenemos.
TS —¿Hasta dónde piensa que puede llegar el Ente Cultural?
CG —El camino es el que quieren los protagonistas, si un día me voy, pero siguen gestionando ellos, va a subsistir permanentemente; el Ente no va a competir con un ministerio, a va sumar propuestas. Actualmente, más allá de lo que definimos en el Ente, ocurren cosas por fuera de cualquier programa, entre regiones, como por ejemplo encuentros de diferentes disciplinas. Eso nos hizo mirar al costado y trabajar regionalmente y eso hizo crecer la cultura, no hay dueños ni jefes, hay un movimiento horizontal.
TS —Tiene amigos que no sean peronistas?
CG —Tengo amigos antiperonistas, hablamos de política y si no queremos discutir hablamos de otra cosa. Pero hay gente que sabe discutir, tengo amigos de todo tipo, no me encerré.
Texto: Sergio Ferreyra
Fotos: Pablo Aguirre
Maquillaje: Leilén Edith