De todas sus profesiones, actriz, dramaturga, docente, abogada, es sin dudas el don de la palabra la que la diferencia. Apasionada en su decir nos comparte su modo de saber la cultura, de sentirla y encontrarla en cada detalle de la vida. La Ministra de Innovación y Cultura de nuestra Provincia nos deleita con su relato lleno de poesía sobre su idea de cultura es decir sobre su idea de la vida.
TS- ¿Por qué la eligen Ministra de Cultura y por qué elige Ud. este cargo?
ChG-. Primero acepto porque aceptó un grupo que estaba conmigo en la Secretaría de Cultura de Rosario y ese grupo me da ternura, seguridad, es un grupo de creativos que viene de las distintas artes de la gestión cultural de mucho tiempo, o sea que me sentía querida y acompañada. Acepté por una cosa que es maravillosa, no para mí, sino para el campo de la cultura, que cuando me ofrecieron el cargo fue además para convertirlo en Ministerio.
TS-¿Qué importancia tiene?
ChG- Tiene una gran importancia porque un Ministerio está en el gabinete del Gobernador, recibe un presupuesto propio, tiene una estructura propia y dialoga con todos los Ministerios de igual a igual.
Acepté, porque me parecía que había que irse de Rosario, nací en Rosario y conocía toda la provincia porque primero fui actriz, después directora de Teatro y docente, y dí clases por todos lados y fuí con las obras por todos lados. Me parecía un desafío volver a ver pueblo por pueblo, y pensaba que yo a esa edad mía, donde no tenía compromisos familiares, podía ser muy libre, o sea que acepté porque era Ministerio, acepté porque tenía la compañía de equipo y acepté porque quería aprender y porque me parecía que iba a ser muy libre recorriendo el territorio.
TS- ¿Y es así?
ChG- Si, recorrer el territorio me da libertad y me da aprendizaje. Pero tardé en entender, porque uno siempre, por más que sea en su misma provincia, es un extranjero. Uno es un extranjero de su infancia, donde está la infancia está la vida de uno, aunque sea un ciudadano del mundo, entonces entender que el norte no era una cuestión de llevar lo que yo pensaba que era la cultura sino mirar mucho de lo que es propio de una región, el interior más postergado que tiene una capacidad poética enorme y mi concepción de la cultura es justamente lo poético, que no es sólo la poesía sino todo lo que sea sustitución, esa capacidad de desplazamiento , de poner en el paisaje, en el otro, para mí tiene mucho que ver con la cultura porque la literalidad está más cerca de la violencia, del hambre, de la necesidad absoluta. El juego de la cultura es el juego de las palabras, del sentido, de las ideas, de los valores, de los procedimientos. Y ese paquete nos orienta, nos nutre, nos hace aprender, y esto nos salva de la muerte. Porque sino en el enojo operaríamos contra el otro, suprimiéndolo, o en el amor absoluto deglutiríamos al ser amado, sea nuestro hijo o nuestra pareja. La cultura tiene la función de estar entre nosotros.
TS- ¿La cultura salva?
ChG- Si, la cultura salva. Es decir si la cultura es sólo arte, o es sólo instituciones de elite, no salva. Si la cultura, es lo que somos: una mezcla de identidad, paisaje, medioambiente, capacidad de construir un nosotros, los rituales, las formas de vestir, de amar, todas las formas del arte, los oficios, las artesanías. Entones, en ese sentido salva, de qué salva? Primero salva de la locura, porque en los peores momentos, si vos no tenés forma de representar lo que sentís te enfermás. Lo dejás en el cuerpo y la cultura te salva de la muerte en el sentido de que podés trasladar una pasión a un baile, una furia a una tarde en una bailanta en donde sacás todo el odio y la furia de tu propia postergación. La cultura te salva de estar solo.
TS- Las acciones políticas de su Ministerio están atravesadas por el mundo del niño. Por qué es así?
ChG- Creo que se construye cultura pensando con los niños, en la manera de ser de un niño, y cómo la manera de ser de un niño desafía ciertos estereotipos hasta que los capta el mercado o la familia ambiciosa, o los capta otras cosas ¿no? Pero un niño no tiene división cuerpo mente, un niño aprende todo jugando y mientras hace piensa, no hay teoría y práctica separada. Un niño aprende con los objetos que son ficcionales, en realidad aprende con objetos, con cosas que son juguetes, la vida.
TS¿Y esa mirada del niño incide en la sociedad?
ChG- Claro, esa mirada del niño a nosotros nos enseñó a hacer el tríptico de la infancia en Rosario. Después el tríptico de la imaginación acá, el Molino, la Redonda y la Esquina Encendida. No es que sea hecho para los chicos, sino con los chicos para los adultos creyendo que hombre es una integralidad, no creo que la escuela trabaje solo para el concepto, trabaja para que aprendamos a vivir juntos en una sociedad totalmente fragmentada en lo individual, , no para enseñar contenidos solamente sino para enseñar a ser, a tener una identidad, a saber que uno vale algo, que uno vale todo. y la clave de la cultura es que la cultura no se piensa antes. Ni siquiera un Ministerio de Cultura que debe planificar, pero todo el tiempo en la acción debe rectificar, a prueba y error. No creo en ninguna metáfora donde lo de arriba es lo bueno y lo de abajo lo malo donde nos enseñan a los cristianos que está el infierno y el castigo y arriba está el cielo y el mérito. Entonces, si uno se pone a pensar las metáforas son barbaridades fundantes. Si vos le decís que elevas con la cultura, ¿elevás a qué? ¿quién sos vos para elevar? Y ¿Por qué el arriba es mejor que el abajo? No creas en metáforas fundantes de clases que dominaron el pensamiento y hay que poner al ciudadano como protagonista, al cuerpo integrado, a la emoción no como una opción intuición – emoción vs. pensamiento. Yo quiero el conocimiento teórico la ciencia, pero separados de la elite, quiero que la gente pueda crecer y en el hacer y el pensar se nutren uno del otro, si hay tiempo para el otro, si somos más felices con un nosotros que tan solitos, si el niño tiene palabra y puede hablar como cualquier adulto y todos pueden decir su mensaje, si la comunicación también es en vivo y uno puede sentir ahhh!! la utopía de en este momento, en este preciso momento: soy feliz.
TS- Ud cree que la cultura es la distribución social del afecto.
ChG- Si, también algunos me miraban con una sonrisa, como diciendo qué se le ocurrió ahora a esta mujer. La cultura en general dice la vida de otro modo. Porque la dice abrazado en un baile, la dice escribiéndote una notita en la heladera, dando de mamar a un hijo. En realidad la cultura no es hacer la vida, sino hacer los símbolos y marcas de la vida decir la palabra tal para que te levantes, y dar dos besos en los ojitos para demostrarte amor. Es la expresión, en palabras, en sonidos, en gestos, en abrazos, entonces ese desplazamiento al símbolo, desplaza una cantidad de afecto enorme, afecto en ternura pero también en miedo, y cuidate de los que tienen mucho miedo y no lo desplazan a ningún lado, porque se enferman o se vuelven tremendamente exigentes y hasta a veces crueles. También vos dirás que la crueldad tiene formas simbólicas de expresarse y a veces es cierto y a veces no porque no hacemos literal, te como a besos y te como. No me comas a besos, un besito y andate. Sos mía, yo tiemblo de que alguien te diga “sos mía”, prefiero ser mía e ir con vos por la vida, no quiero ser de nadie, Alicia en el País de las Maravillas a través de los espejos dice, “Tengo terror de estar encerrada en el sueño de otro” quiere decir que otro me maneje desde su sueño, yo no quiero que me sueñe nadie, quiero soñar con otro, que es distinto a que alguien me sueñe. Entonces, la cultura es un dispositivo maravilloso para ir haciendo que los sentimientos aparezcan en las más variadas formas: en una comida rica, una reunión de amigos, un ritual para tales noches de viernes, un guiño para ir a hacer el amor, quiere decir que la cultura le da forma a los temas y le da forma a la vida, y el afecto sin formas, se queda atragantado en el corazón de uno. Hay que estar en movimiento para estar atravesado por la cultura, haciendo la cultura que un tiempo nos salva de la muerte, y a veces la muerte nos hace sufrir, a veces la muerte nos toma desprevenidos y a veces nos toma ya habiendo vivido bien y bueno, espero que a mucha gente la cultura también la sane y le de sentido y le de algo de paz para atravesar todas las fronteras en la vida y entre la vida y la muerte.
Crédito: Marisa Ramos Fotos: Pablo Aguirre