Los Bridgerton lo tiene todo. Un primogénito y varios varones más de respaldo para asegurar la continuidad del linaje. Un vicecondado cuya prosperidad económica, garantiza su conservación en la familia. Además son ocho, tienen belleza, encanto y personalidades diversas, lo que habilita varias historias plagadas de romance y aventura.
Con el antecedente de la saga literaria de Julia Quinn que destina un libro a cada hermano de la familia (cuyas iniciales siguen de mayor a menor el camino del abecedario), la serie se toma ciertas licencias que hacen aún más atractivo el producto. Shonda Rhimes es una experta en éxitos televisivos perdurables (Grey’s Anatomy es un ejemplo) y su Shondaland (nombre de la productora, algo así como ‘tierra de Shonda’) hace posible que las etnias se mezclen y convivan en perfecta armonía aún cuando el escenario sea la primera mitad del siglo XIX.
En el universo televisivo de Bridgerton, la reina Charlotte, de piel oscura (cuya historia dió pie a un spin off/precuela), abrió a sus coterráneos un espacio aristocrático sin discriminación. Entonces, los vestidos corte imperio se lucen sobre pieles nobles de distintos tonos; el atractivo tiene todos los matices y la vida, más allá de cierta problemática necesaria para la trama, sostiene el colorido de la felicidad más positivamente romántica. Y a esa convivencia de imposible realidad temporal se suma la de la música que oficia de banda de sonido. Tanto puede una escena final desarrollarse al son de Vivaldi como un baile contar con una versión instrumental de Girls like you de Maroon Five o una novia ingresar a la capilla con Sign of times de Harry Styles ejecutada con violines.
La primera temporada se centró en la cuarta hija, y primera mujer, Daphne. La segunda tuvo al primogénito Anthony como protagonista. La tercera, aún en proyección, salteó a Benedict (el segundo) para pasar a Colin (tercero) y su siempre anunciado romance con Penélope Featherington. Quienes saben, dicen que ese salto obedece a: 1) que el amor entre los jóvenes vecinos ya no podía esperar más y 2) que la historia del segundo hijo es tan atractiva que merece quedar para más adelante.
Y la serie tiene una narradora que, a modo de chismosa decimonónica, cuenta públicamente los secretos de esa particular sociedad. Hay una voz en off para Lady Whistledown (nada más y nada menos que la de Julie Andrews) y una presencia real en uno de los personajes más queridos (no continúo con este ‘secreto’ que se revela al final de la primera temporada, por si hay por aquí lectores desconocedores del programa). Sí, en la (i)realidad Bridgerton todo es posible.
En medio de una sociedad hiperdigitalizada y muchas veces escéptica, cabe preguntarse: ¿qué hace que una propuesta cargada de romance en un Londres de fantasía de hace 200 años tenga tanto éxito? Algún especialista encontrará y fundamentará debidamente válidas explicaciones pero, más allá de eso; ¿no creen ustedes que tiene una cierta lógica esa necesidad de escapar de esta realidad feroz hacia un mundo de sueños aunque sólo sea por una hora?. Les invito a pensarlo y si no la vieron, a animarse a hacerlo. Todavía pueden maratonear y sumarse en tiempo a la comunidad bridgertoneana en este 2024 de estreno de la tercera temporada. Sepan que aún quedan mucha más historias para fantasear.
CRÉDITOS: Julia Porta