Santa Fe ardió toda la semana pero, llegado el viernes, se puso cordial y recibimos a Andrea Ocampo con unos amables 30 grados. La poeta llegada desde Rosario, coordina talleres literarios, es capacitadora,tiene el sello editorial BENGALA y una columna en Radio Universidad Rosario en medio del noticiero central. Ella se abre espacio entre los cadáveres del fin de semana, los números rojos de la economía y otras fatalidades que hemos naturalizado. Se abre espacio, también,su contexto de mujer, madre e hincha canalla; despliega sobre la mesa de los cronistas toda la poesía que tiene para dar. Un respiro entre tanta oscuridad, una bocanada que dura unos minutos pero se agradece toda la semana.
AO- La literatura no es noticia porque, justamente, para que sea noticia necesita perspectiva. Si un tipo renueva la literatura te enterás 30 años después, no el día que lo hace. Hay mucho invento para que el discurso crítico tenga un lugar en el discurso periodístico, no me parece malo pero sí ficticio. El lenguaje es innovador en la literatura, porque no es subsidiario de ningún interés, pero ya presentar eso como una noticia, como puede ser una económica o una cosa científica… ahí es donde nos equivocamos, porque es una innovación de otro tipo, mucho más sutil y quemerece un análisis diferente. Hablamos de un montón de chispazos, hay que ver cuál deja huella, cuál perdura. Disfrutamos de todos pero tenés que tener la bola de cristal para saber cuál va a perdurar.
TS- ¿Es intencional la impronta de génerode tu poesía?
AO-No creo que todas las mujeres tengamos una posición tomada favorable a nuestro género. Tengo una madre militante feminista, entonces me crié con eso. Ella era de las super chicas: militaban, trabajaban; nuestra generación es diferente y la que sigue nada que ver. A mí la cuestión de género me atraviesa en cuanto persona perteneciente a un género. Tengo mucho respeto por la gente que milita, muchas reservas también. Tuve la suerte, por tener esa madre, de leer a Simone de Beauvoir a los 14 años y tener una formación muy sólida filosófica y políticamente. Siempre me interesaron esas cosas, entonces cuando escribo poesía no puedo escaparme de mis otros intereses, es imposible que se me quite. Porque maniobrar entre palabras te obliga tomar decisiones, a posicionarte frente a la problemática de género, sin que uno se lo proponga.
Hay algo muy específico que tiene que ver con nuestra idiosincrasia argentina y es que las que escribimos poesía no somos poetizas, como en el resto del mundo, somos poetas. Nadie en Argentina acepta llamarse poetiza, somos poetas, igual que ellos. Te importe o no, asumís esa categoría como invariable. Es una batalla ganada, sin habérselo propuesto.
TS- ¿La poesía tiene alguna obligación además de la belleza?
AO- Cualquier utilitarismo que se le da la transforma en otra cosa. La escuela es una trinchera para eso, enseñar la literatura para disfrutar porque es lindo leer y pensar, no como un medio para un fin. Pensemos en literatura como algo inútil y hermoso, como muchas relaciones que una tiene (risas). Es un espacio de innovación y libertad, tiene que ver con la pasión, la responsabilidad que se le pone. No es solo expresión, es comunicación, y el punto de contacto con el otro es la belleza.
La poesía no es para entender, es para disfrutar, arriesgarse. Te puede curar, hacerte crecer o te puede hacer mierda. Tiene que servir para transformarte de alguna manera, no para entretenerte. Frente al arte estás vulnerable y es lo más difícil, porque ahí te va a pasar algo y no todos están dispuestos.
“En el caso específico de la escritura está aceptado que le pregunten a una mujer si escribe para mujeres, como si fuéramos de otra especie, cuando nadie le pregunta al poeta hombre en términos de género, sino de persona. A la mujer siempre se le marca la cancha, en ese sentido es nuestra obligación no permitirlo.”
Andrea Ocampo. Argentina (1968). Libros de poemas editados: Lo bueno breve (1998, Ciudad Gótica), Dale brazos (2001, Ciudad Gótica), Góndola (2011, Ombú Bonsai), Pajarito (2016, Bengala).
BARCOS
No es verdad que los barcos
olviden el camino de regreso.
Huelen en el agua
el norte del hogar y aúllan
a la luna con voces
que empujan lejos
la nostalgia. Los hombres,
en cambio, navegan
asomados a la borda,
obsesionados con sirenas
(como las de antes).
Ellos, los desesperados,
partidos en pedazos contra
una realidad acantilada
de mujeres
que nunca aprendieron a tejer
ni a esperar.
Crédito: Marta Castellano
Fotos: Pablo Aguirre