Fue una de las fotógrafas argentinas más importantes del siglo XX. Encarnó la transición entre las fotógrafas europeas de estudio y las jóvenes reporteras gráficas de la actualidad.

«Fotografiando perseguimos quimeras. Hasta algunas veces hemos creído ingenuamente que podríamos cambiar el mundo o por lo menos influir en él. Vano intento. Normalmente, los seres sensibles que aprecian las obras de expresión no son los mismos que rigen el mundo, salvo honrosísimas excepciones», Alicia D’Amico

Alicia D’Amico. Foto: Pedro Meyer, 1979

La dupla con Sara Facio

Es imposible hablar del legado de la reconocida fotógrafa sin hablar de feminismo, y de la búsqueda de una identidad de género. Es imposible hablar de la vida de Alicia D’Amico sin hablar también de Sara Facio, su compañera de estudios en la escuela de Arte Prilidiano Pueyrredón. Juntas estudiaron teoría e historia de arte en París, Francia. Ganaron una beca y partieron a Europa a ver museos, pinturas y a recopilar información para luego traer a la Argentina un mapa cultural de lo que estaba pasando por aquellos pagos. Y lo que estaba pasando era que las galerías y museos de París se estaban empezando a llenar de fotos en blanco y negro, fotos de autor, en las que la composición y la mirada subjetiva inauguraban universos nuevos, con tiempos que detenían una belleza exquisita.

Sara Facio, por Alicia D’Amico
En 1957, a su regreso de Francia, Alicia se capacitó en el estudio fotográfico de su padre Luis D’Amico, para continuar estudiando luego con Annemarie Heinrich. Entre 1960 y 1983 Alicia y Sara Facio compartieron un estudio profesional. Compartieron también el Premio Konex a la fotografía de 1982.

La primera cámara que tuvieron, tanto Alicia como Sara, fue una «AGFA Super Silette», transformándose definitivamente en

«modernas», con toda la impronta de fotografía de autor con la que se habían formado y que Alicia no abandonaría jamás: el formato de 35mm en blanco y negro.

En equipo y en sintonía en 1973 fundaron, junto a Cristina Orive, la primera editora fotográfica en América del Sur: «La Azotea». En 1979 sumaron a Annemarie Heinrich y a otros destacados fotógrafos, creando de este modo el Consejo Argentino de Fotografía. Se trató de la primera institución privada que se propuso reunir las diferentes corrientes de la fotografía argentina y expandirlas hacia el resto del continente latinoamericano. Alicia D’Amico colaboró allí intensamente durante ocho años.

Buenos Aires, recortes y objetos

Sara y Alicia

                                                                                                                                     

Las primeras fotos que sacó D’Amico en los ’60 son un ensayo sobre Buenos Aires y sus alrededores, paisajes a través de personas y objetos, recortes que rozan lo abstracto pero que a su vez describen una ciudad, y lo que habita en ella: Las obras «Escenografía para un sueño», «La sombra», son sólo una muestra de su mirada.

Junto a Sara volcaron sus recursos visuales al servicio de contenidos editoriales. Así, en 1966, editaron el reconocido «Ensayo sobre la locura», un trabajo que hicieron en el Hospital Borda, con un tono de denuncia social, y «Buenos Aires, Buenos Aires» (1968), ambos con textos de Julio Cortázar.

Tapa «Buenos Aires, Buenos Aires» (1968)

 

 

 

 

 Alicia y los escritores

El trabajo de la artista argentina se ve también reflejado en la serie de retratos de escritores que realizó a lo largo de su carrera: en poses espontáneas, con luz natural, fotografió a Eduardo Mallea, Julio Cortázar, Severo Sarduy, Octavio Paz, Juan Carlos Onetti y Ernesto Sábato, entre otros, sin olvidarnos de las cuatro fotografías que le tomó a Jorge Luis Borges, que contrastan con el estilo elegido para los otros. Tres de ellas fueron tomadas cuando el escritor argentino era director de la Biblioteca Nacional, entre 1968 y 1969. Muchos de estos retratos son los que se publican en el libro «Retratos y Autorretratos», en 1973.

Cortázar, por Alicia

 

Jorge Luis Borges, por Sara Facio y Alicia D’Amico, 1969

 

 

Pareja II, 1994

Manifestación feminista

«El cómo somos estuvo siempre por el cómo nos ven. Al decirnos cómo nos ven, nos dicen simultáneamente cómo debemos ser. Llegó el tiempo de pensarnos y preguntarnos cómo nos vemos y cómo somos las mujeres…», Alicia D’Amico

A Alicia, como a Sara, le tocó transitar una época durante la cual, aquello que en los varones se veía como vocación, en las mujeres se interpretaba como un capricho pasajero. Aun así D’Amico no dejó de luchar por encontrar en su obra (siempre en blanco y negro ) una forma de manifestarse y de expresarse.

Hacia el final de la última dictadura militar argentina D’Amico inició una investigación sobre la identidad femenina, empleando para ello los géneros del retrato y del desnudo. Esto la condujo a profundizar sobre la subjetividad y el deseo lésbico, en el contexto de un país que comenzaba a recuperar las libertades.

En referencia a esta temática, en el marco de un congreso feminista, dijo: «Tenía la idea preconcebida de registrar mujeres como yo las veo, sin la cosa alambicada, sofisticada, mistificada e irreal que dan algunos medios. Me había propuesto hacer retratos como a mí me gustan, en 35 milímetros y luz natural y así los hice. Cuando me parecía que la luz era adecuada, le pedía a cuanta mujer pasaba por ahí que me posara para una foto».

 

Liliana Mizrahi, 1984

En los años ’80, una incipiente democracia habilitaba a hablar sobre los temas que, sin lugar a dudas, estaban atravesados por el género. Y sin descanso continuó investigando sobre la mirada femenina y el rol de la mujer dentro de la fotografía,  por medio de cursos, talleres, conferencias y exposiciones.

Eran espacios de concientización que proponían que la mirada no era algo único, sino múltiple, y que la identidad no era algo dado en esencia sino que se disponía a ser construida, dependiendo de la situación de cada mujer -concepto de Simone de Beauvoir que la fotógrafa conocía muy bien.

Junto a Liliana Mizrahi exploraron cuestiones vinculadas con la identidad, y particularmente el deseo lésbico y el cuerpo femenino. Por medio de talleres presenciales ambas bucearon en series de fotoperformances que dieron cuenta sobre los resultados de estas experiencias en las que se trabajaba directamente con la subjetivida, para alcanzar lo que D’Amico llamó «mujer verdad»Esto consistía en una imagen de mujer en la que se manifestaran sus deseos y elecciones personales, aquello que, lejos de todo mandato patriarcal, sentía que era. Es así que la teatralización de la violencia dio como resultado una serie de fotografías que reflejaban la performance realizada por Mizrahi en la que usó hilo Sisal.

Estas fotos son preparatorias del taller mujer y violencia. Es una serie de siete fotoperformances en donde Mizrahi aparecía amarrada, maniatada. Su mano busca escapar de esta sujeción, aunque sus ojos y su boca permanecen obturados. Apenas la nariz se cuela entre los hilos para poder respirar. El encuadre se concentra en ese hilo que restringe, condiciona a la figura y la oprime hasta objetualizarla.

Alicia se encuentra entre las fundadoras de «Lugar de Mujer», una de las primeras instituciones feministas de la Argentina.

Su trabajo ha sido expuesto en numerosos países tanto de modo individual como en muestras colectivas, con artistas como Pedro Luis Raota., Osvaldo Salzamendi, Francisco J. Tenllado, Ataulfo Pérez Aznar, Rubén Sotera, Alicia Sanguineti y Sara Facio, entre otros. Sus obras están en distintos museos, entre los que se destacan el Museo Nacional de Bellas Artes, de la Argentina, y el Reina Sofía, de Madrid, España.

Recibió numerosos premios, entre ellos: Artista de la Federation International de L’Art Photographique (Suiza, 1965), Primer Premio en el Concurso de Países Escandinavos (Dinamarca, 1969), y el Premio Alicia Moreau de Justo (1985).

Alicia D’Amico nació en Buenos Aires en octubre de 1933. Falleció el 30 de agosto de 2001.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *