Como la mayoría de los periodistas, se dio cuenta de su vocación en su adolescencia. Luego de su tesis, sobre el rol femenino en los medios de comunicación, aprobada mucho tiempo después de dejar las aulas, se percató de que el feminismo es un camino de ida. Hoy es una activa militante del periodismo de género. Trabaja en LT10 y conduce La Vida Color de Unión.
TS – ¿Cuándo supo que iba a ser periodista?
AP – En la escuela secundaria, buscaba ser periodista deportiva. En la década del 90 se había abierto la carrera de locución y ya estaba la de comunicación, con una perspectiva más amplia. En la secundaria me llamaban para relatar o contar, había una simbiosis entre lo que contaba y lo que recibía de mis compañeros. Creo que el periodismo es eso: captar atención, contar algo y generar una sensación en el otro.
TS – ¿En qué momento “se recibió de periodista”?
AP – En las inundaciones (2003), yo empecé en 1996 en LT9, pasó mucho tiempo, había que separar la vivencia personal, de tus amigos, la familia, los vecinos; y la responsabilidad de tomar distancia para contar todo eso. Necesitabas ese plus del periodismo para poder salir de ese lugar de víctima.
TS – Si hoy se encuentra con aquella Alejandra ¿qué le diría?
AP – (Risas) Que no corra. Cuando empecé en el periodismo, al igual que muchos trabajos se entendía como la selva: vivía el más fuerte. Pienso que ser mujer implicó una exigencia doble: ser más machista que algunos hombres, porque me tuve que adaptar a esos códigos. Luego noté que corría y no sabía adónde, que vivía para trabajar, no pensaba más que en hacer una carrera. El problema es que iba muy rápido y sin metas. Por eso, a esa Alejandra, le diría que no resigne las amistades, los días de descanso, una buena salida, un recital. En ese momento me creí que el periodismo es un sacerdocio, pero hoy no veo estampitas de Lanata, Castro o el que quieras. Es una enorme profesión, pero no deja de ser un trabajo. Entender eso implica revisar todo lo que dejamos por correr atrás de algo que no tiene clara su meta.
TS – ¿Cuánto en esto que está diciendo tuvo que ver tu tesis (2014)?
AP – Mucho, fue un momento bisagra. Había que cerrar los estudios, me di cuenta de que esa carrera no alcanzaba porque seguía teniendo otro camino que no estaba recorriendo. Debía reencontrarme con teóricos de la comunicación, con nuevas teorías, y con una carrera consolidada. Necesitaba dar ese salto de calidad profesional, no hablar más del oficio, sí de la profesión. Hay que empezar a establecer límites en esa relación, sino termina siendo absorbente, como en las relaciones humanas.
TS – ¿La tesis la hizo feminista o usted hizo una tesis feminista?
AP – Creo que fue el moño del proceso feminista que empezaba a formar parte de mí sin que yo me diera cuenta. Todavía soy machista, hay cosas que debo superar dentro de esta estructura, pero hoy me doy cuenta. Creo que ayudó mucho la tesis y las encuestas con compañeras para entender que lo que a mí me había pasado no era natural. Son elementos que te ayudan a abrir los ojos, cuando llegué a la tesis, sabía perfectamente el motivo. Por ejemplo, yo hacía un programa televisivo con un periodista, en una ocasión, hacemos una charla y al otro día un televidente nos paró en la calle y a él le dijo: “muy bueno el comentario que hiciste” y a mí me dijo “te queda bárbaro el azul”. El feminismo es un camino solo de ida y es maravilloso.
TS – ¿Qué es lo que más le llega del público?
AP – En el periodismo de género me sorprende gratamente ver que las nuevas generaciones están alertas, hay conciencia que implica responsabilidad para los comunicadores, la audiencia nos llama la atención. En una nota publicitaria de un auto dirigida a mujeres decía que era cómodo para trasladar a los chicos a la escuela, era compacto y por ende se podía estacionar mejor. Cuando el entrevistado dijo eso, se produjeron un montón de mensajes. Tiene mucho que ver el trabajo que están haciendo organismos como la Defensoría del Público. Hay un cambio de conciencia a partir de la Ley de Medios y los efectos, lenta, pero progresivamente comienzan a verse.
TS – ¿Qué rol juega en su vida periodística el gremialismo?
AP – No vengo de una militancia gremial y me costó entender la lucha por los derechos de los trabajadores. Después de mucho tiempo me parece que está más claro que nunca, es algo que abrazamos con pasión, pero al ser un trabajo tiene una cantidad de tiempo, obligaciones y derechos. La concepción de que para ser periodista debés estar disponible las 24 horas no ayuda. El paro de los trabajadores de prensa santafesinos en Agosto es un antes y un después, es un ejemplo que me dieron mis compañeros.
Crédito: Sergio Ferreyra
Fotos: Juan Manuel Casco