En ese patio lleno de plantas, el mismo en el que jugaba con su hermana Victoria, en el que ambos disfrutaban de abundancia de juguetes (“de parte de mi papá y de mi mamá éramos los primeros nietos, así que la ligábamos re bien”), allí, nos sentamos a charlar, mates de por medio, con Luciano ‘Tano’ Farelli un lunes de septiembre. Habían pasado dos días del inolvidable y vibrante cierre de la Bienal de Arte Joven de la UNL. Parteplaneta, su banda, se había encargado de poner ese broche al evento con temas propios más un homenaje al rock local a través de la participación, junto a ellos, de significativas figuras del género. ¿Un show bisagra para la agrupación que integran Tano, Manuel Cena, Fernando Romero Bucca y Lucas Delacroix? “Entre todas las sensaciones que tuvimos después del show, una fue esa. Hay un antes y un después para Parteplaneta”Tanto la banda, conformada por tres santafesinos y un porteño, como Luciano en particular, tienen un estrecho vínculo con el rock hecho en Santa Fe. Por ideología y por sonido. Casi todos esos rockeros que aquella noche pisaron el escenario junto a Parteplaneta tienen una historia personal con Tano y compañía. Camilo Hormaeche compartió la experiencia Azul de Metileno con Farelli padre y en la época de Pobre Vaca el lugar de ensayo era la quinta del progenitor de Luciano. “Camilo es parte de mi familia”, subraya Tano. Gustavo Angelini, en tanto, es amigo del papá de Manuel Cena y en un par de shows de Carneviva, Parteplaneta ofició de telonero. Con el ‘Negro’ González hay también un enlace familiar. El tío de Tano, Javier Farelli (Astrobonzo) tocaba en La Cruda, lo que les permitió vivir de cerca esa banda que los marcaría. “Éramos re fanáticos. Con La Cruda vivimos nuestra adolescencia”, comenta Luciano, como si la influencia no fuera muestra suficiente de tal admiración. Con la banda de ‘Tavo’ Cortes (Sig Ragga) comparten mánager y algunos shows en los que Luciano hizo sonido. También se desempeñó como tal con Astrobonzo (Cristian Deicas y Agustin Ferrero participaron del evento Bienal).
Fue justamente en esa actividad durante la edición anterior de la gran muestra de arte joven cuando comenzó a gestarse lo que se realizó en el cierre 2016. En aquel entonces, Astrobonzo homenajeó a los pioneros del rock local. ¿Por qué no hacer lo mismo con las bandas que fueron marcadoras para Parteplaneta? La pregunta formulada por José Altamirano (manager) y apoyada por Farelli tendría en la noche del diez de septiembre de este año su respuesta
La vida de Luciano está signada por la música. En las dos casas que se intercalan en sus recuerdos, la de mamá y la de papá, había muchos sonidos en forma de casettes o de acordes en vivo. “Mi mamá tocaba el piano muy bien. Ella estudiaba en el ISM” relata. De allí provenía lo académico mientras que su padre, guitarrista, aportó el rock y lo alternativo. “Cuando cumplí 6 o 7 años mi papá me regaló un walkman y varios cassettes. Me acuerdo de Luzbelito, otros de Calamaro y de Spinetta”. Entre esas cintas iniciáticas había dos compilados armados por papa José: uno nacional y otro internacional en el que convivían Rage Againts the Machine con Jamiroquai. Hubo también un sitio puntual: la quinta en la que vivía su padre, en la que se preparó el recital regreso de Azul de Metileno y adonde ensayaba Pobre Vaca. “Ahí tuve una especie de relámpago fuerte de conciencia de que eso era lo que quería hacer”.
Poco tiempo después empezó a estudiar bajo y guitarra con un profesor que consiguió su madre y el que un año después de iniciadas las clases empezó a brindarle enseñanzas sobre grabación. “Yo me fanaticé y a los 11 años ya sabía hacer mis demos y programar una batería o un sintetizador” De esa época data su amistad con Manuel Cena, con quien compartía barrio y salidas en bicicleta por la Plaza Pueyrredón. Con él armó su primera banda, juntos escuchaban Divididos y decían “hasta que no toquemos así, no paremos”. A Fernando, el otro Parteplaneta santafesino, lo conoció en un recital de Cabezones (Cesar Andino, líder de esta banda, fue otra de las figuras del cierre de la Bienal). Ellos fueron esos amigos con los que tuvo la certeza de querer compartir una banda cuando, ya con Tano estudiando en Rosario, y Manu y Fer en Buenos Aires, nació Parteplaneta, ensayos y composición a distancia mediante.
Con la finalización de su carrera de Sonido y Producción Artística en Rosario llegó el traslado definitivo de Luciano a Buenos Aires. Parteplaneta era ya un hecho concreto y la convivencia una consolidación de la amistad. Hoy la banda cuenta con un cuarto integrante, Lucas Delacroix, y los santafesinos no viven juntos. El presente encuentra a Luciano haciendo lo que le gusta en un Buenos Aires al que se ha adaptado plenamente. “Vivo en zona norte cerca del río en una casa muy grande que alquilo con un amigo. Hay un patio enorme y tengo mi home studio”. Dice llevar una vida tranquila para los parámetros de la existencia en esa gran ciudad y solo viaja a Capital para ensayar o ir a estudios de grabación en su carácter de productor. Luciano es el principal compositor en Parteplaneta y en esa tarea se refleja lo que es y aquello en lo que cree. Seguidor de los postulados de la Fundación Arsayian, Tano deja que lo místico se filtre en sus canciones. “Para mi hacer música tiene que ver con una cuestión medio espiritual, con conectarse con la energía vital de uno que sale de adentro y a la vez baja desde algo medio universal. Trato de seguir ese instinto”. Así, reconoce que la búsqueda introspectiva, el ser sincero con uno mismo o el despertar de conciencia son ideas que se reiteran en su lírica.
Con 28 años cumplidos en el mes de julio, el mayor de los hermanos Farelli sabe cuál es hoy su lugar, adonde quiere llegar y qué guía su camino. Tiene claro que su presente está en Buenos Aires, aunque sienta tan suya esta ciudad adonde nació ese apodo con el que todos lo conocen y llaman; el que surgió como apócope de aquel nombre propio mal pronunciado en sus primeros años: Lutano. “Me encanta volver a Santa Fe; estar acá con mi vieja y respirar en este patiecito junto a las plantas”.
Mamá Alejandrina es bibliotecaria y en aquellos días de hijos infantes estudiaba y pasaba mucho tiempo en casa. “Ella fue una genia que nos conservó la pureza. Acá siempre se respiró tranquilidad y se incentivó el arte”. Como ratificación, Luciano cuenta que su hermana Victoria, también radicada en Buenos Aires, es una “dibujante muy grosa”.
Comienza a caer la noche y a cerrarse la entrevista. Coda, una cocker juguetona, sigue merodeando las tortas con las que nos agasajó Alejandrina. Llega el momento de apagar el grabador y tomar las últimas notas…aunque cueste dejar ese patio lleno de plantas en el que aún se percibe pureza.
Créditos: María Julia Porta
Fotos: Pablo Aguirre