Belén Lamboglia tenía diez años cuando supo que sería periodista. Hizo radio, televisión, trabajó profesionalmente en distintos medios y productoras. Pero si hay algo que marca su carrera, es la experiencia El Lecturón, un espacio de lectura, creatividad y comunicación para infancias y adolescencias. En los 12 años de recorrido, la propuesta se ha convertido en un ámbito de desarrollo emocional. “El Lectu es una familia”.
El lugar elegido para la charla es Ochava Roma, espacio adonde se lleva adelante cada sábado el programa de El Lecturón: ‘No hay tamaño para la radio’. Allí, entre adolescentes que van y vienen, Belén cuenta que nació un 26 de febrero de la década del 80, que es hija de Sonia y Ariel y la mayor de seis hermanos. Su escolaridad se desarrolló entre Santa Fe y Santo Tomé. De esos años sobresale el nacimiento de su vocación en el marco de la institución en la que cursó los últimos años de la primaria.
“En la escuela Beleno me enamoré del periodismo porque veía a los chicos entrar y salir al instituto 12 (institución terciaria santafesina adonde se estudia comunicación social y locución). Como iba al turno tarde me quedaba y los esperaba para saber de qué se trataba el periodismo, qué hacían en locución. Mi abuela me retaba por llegar tarde pero para mí era un ritual quedarme después de la escuela a charlar sobre periodismo”. Hubo docentes que supieron leer ese anhelo y crearon un taller en el que Belén tuvo su primera aproximación a la escritura de noticias. “A los 10 años ya estaba decidida a ser periodista”.
Tras terminar la escuela secundaria comenzó dos carreras a la vez: comunicación social y abogacía. “Empecé abogacía porque para mi papá el modelo de comunicador era abogado/periodista. Me decía: vos sos mujer, es más difícil. Tenés que tener dos títulos”. Sin embargo el derecho no era lo que ella necesitaba y cuando llegó a tercer año de comunicación, abandonó abogacía. El 12 destaca en ese momento de su vida. Allí encontró profesores-amigos y compañeros de vida. “El 12 me dio todo eso y me mostró cómo yo quería mirar el mundo”.
A los 19 años y con otras dos estudiantes concretó su primer programa radial. Ya, entonces, la experiencia comunicativa incluía su compromiso. “Siempre fui muy responsable de la construcción de los mensajes y trataba de que lo que yo hiciera, vinculado al tema que sea, me encontrara estudiando y no diciendo cualquier cosa”. Cuenta que entre 2003 y 2010 trabajó en medios de manera profesional y continua. Fue movilera, hizo televisión y transitó el ecosistema mediático de entonces con convicción. “Me interesaba involucrarme en cambiar la forma en que la mujer era incluida en los proyectos comunicacionales”.
Estudiosa incansable, Belén inició el profesorado de lengua y literatura en la Escuela Normal Superior. Fue ahí adonde apareció el germen de lo que hoy es el eje de su trabajo profesional. “El Lecturón surgió como parte de un proyecto curricular en una maratón de lecturas”.
La experiencia generó una onda expansiva de interés que la llevó a profundizar en el tema pública e internamente. De allí al inicio del taller hubo un paso. “Yo estaba sin trabajo y en el zaguán de mi casa con tres cajas envueltas en papeles de colores armé un tótem y puse ‘taller de verano El Lecturón’. Así empecé, con ocho chicos, aquel verano”.
Un lugar para crecer en libertad
Actualmente, con una sede nueva y una matrícula de 104 jóvenes, El Lectu, como todos lo llaman, se interna en nuevos formatos comunicativos sin perder su norte. “La esencia del Lectu son las ganas de leer, de tener un amigo, de ser diferente sin que te critiquen, de poder hablar temas que tal vez en otros lugares no se siente libertad para hacerlo”. El espacio inspirado en la literatura fue virando hacia las experiencias comunicacionales variadas. La creación del proyecto de radio marcó un hito. También hubo un Lectu TV que se emitió por el Canal Veo. “Fue una experiencia grandiosa que nos permitió conocer un lenguaje que transformamos en redes sociales”. Con el transcurso del tiempo se fueron incorporando podcast, twitch, youtube. “Los nuevos chicos van cambiando el estilo de acercamiento al taller según el medio de comunicación que está de moda. Pero la lectura, la amistad y la aceptación a la diversidad es lo que nos identifica”.
A Belén o Neni, como muchos la llaman, no le gusta la palabra formación y prefiere hablar de acompañamiento mutuo. “El Lectu es un espacio de desarrollo emocional”. No hay indicaciones y trabajo sin un previo abrazo, un escuchar y un compartir. “Esta red de vínculos es importante. Yo creo que la persona adulta que elige trabajar con juventudes ante todo le tiene que interesar el acompañamiento y la protección de los derechos. El Lecturón es un espacio de derechos”.
Trabajar con y por otros
En pareja con el comunicador Pablo Bosch desde hace 17 años, Belén incluye en su historia a los tres hijos de él, dos de los cuales convivieron con ellos como pilares de esa “familia ensamblada”. “Cami y Fede fueron mi motor para crear El Lecturón”. Cuenta que le gusta tejer al crochet, la jardinería y dibujar. Que mira muchas series y que, claro, los libros no faltan a su alrededor. Andruetto, Ferrante, Huidobro y Bittar son sus autores compañía por estos días. Relata que, por primera vez, lee a Gabriel Rolón y que esas letras la ayudan en la búsqueda personal de escribir su propia historia.
En tiempos de tristeza y derechos en peligro ¿Hay lugar para la esperanza?. “Hace un par de días me sentía muy mal y recordé una frase de Ana Frank. Algo así como “Yo no seré insignificante. Yo trabajaré para la gente y eso exige valor y alegría”. No sé si es esperanza pero sí creo que es el deseo de vivir y de ayudar lo que me mueve hacia adelante”. Convencida de la importancia de la terapia y del cuidado de la salud mental, concluye “Estoy transitando una búsqueda de mirar sin sufrir tanto por lo que no puedo resolver. Lo que sí puedo hacer es trabajar en mi comunidad y desear que ese granito de arena que yo ponga en cada lugar, sea en el Lectu, en mi barrio o en mi familia, sirva para algo”.
Créditos:
Ma.Julia Porta
Peinado: Florencia Arber – Salone Di Belleza
Maquillaje: Mónica Guillen- Salone Di Belleza
Fotografía: Natalia Merki