Cada artista tiene un mundo interior que puede materializar convirtiendo su universo imaginario y onírico en piezas de arte reales.
Juan Piza (Valencia, 1979) vuelca todo su imaginario y su pasión por la fantasía o el gore en una serie de proyectos escultóricos hiperrealistas en los que se implica desde el principio para desarrollar todo el proceso de manera minuciosa y detallada.
El artista valenciano es uno de los pocos escultores hiperrealistas españoles que hay actualmente. La mayoría de estos creativos generan la idea y un estudio de efectos especiales crea la obra. En el caso de Piza, podríamos decir que sus obras son 100% suyas, ya que él sí hace la obra desde el inicio hasta el final.
Autodidacta desde que empezó a componer sus ideas, lleva la creatividad en la sangre y esto le ha permitido poder aprender de manera totalmente autónoma. Cada escultura es creada partiendo de un boceto que materializa a partir de un proceso de modelado.
Nunca trabaja sus piezas en escala real, sino siempre en dimensiones muchísimo más grandes o pequeñas, porque en su proceso de trabajo los moldes no tienen cabida.
Después del modelado de la estructura interna, aplica la silicona y a continuación la policromía, el pelo natural (insertado uno a uno), la ropa y los accesorios. Los ojos también son otra peculiaridad, ya que los fabrica también él mismo.
Juan Piza es un artesano que no utiliza ningún tipo de tecnología informática ni Inteligencia Artificial porque cree que con la intervención de la tecnología se pierde mucho del sentimiento y del corazón del artista en el camino.
Su temática es variada, aunque tiene una cierta tendencia hacia una estética un tanto gore, grotesca y fuera de lo normal.
Algunas de sus obras incluyen un gato de 6 metros de alto, una interpretación de la novela Animal Farm con tres cerditos, una niña pidiendo limosna que parece salida de una película de terror japonesa o dos niños con una araña gigante como materialización de su pasión por los cómics.
El objetivo de este escultor y dibujante hiperrealista es conseguir impactar y sorprender al espectador, ofreciéndole una experiencia única y, sobre todo, conseguir remover sentimientos y sensaciones.
No pretende generar una obra simplemente perfecta o de calidad extraordinaria, sino que sueña con que cada una de sus creaciones consigan tener vida propia.
Otra de sus obras más impactantes es un un Cristo crucificado suspendido en el aire, anclado a su cruz desvencijada, con los pies colocados al revés de como suele ser representado y con el cuerpo repleto de heridas.
El artista se posiciona así en lo más alto del arte hiperrealista español y demuestra que, con sus creaciones, nunca se limita sólo a la extrema representación de la realidad, sino que siempre va más allá, dando siempre importancia a la parte emocional.
Juan Piza no sólo destaca como una de las figuras hiperrealistas más estimulantes del panorama español, sino como uno de esos pocos artesanos que cree que la emoción y la realidad sólo pueden ser creados a través de esas manos y ese corazón que jamás tendrá un software.
Fuente: De Luiki Alonso para Cultura Inquieta.