A 56 años de su fallecimiento, entrevistamos al escritor Carlos Bernatek para reflexionar sobre la vigencia del autor en nuestra literatura.

Oliverio Girondo nació el 17 de agosto de 1891 en la ciudad de Buenos Aires. Fue el menor de cinco hermanos de la adinerada familia de Juan Girondo Aramburu y Josefa Uriburu Arenales. Desde muy joven viajó seguido al continente europeo, donde estudió en un colegio inglés, en la ciudad de Epsom, condado de Surrey. Cursó sus estudios secundarios en el Instituto Libre de Segunda Enseñanza y en el Colegio Nacional Sud. En 1909 inició sus estudios de Derecho. Como condición para estudiar dicha carrera, Girondo solicitó a sus padres viajar asiduamente al viejo continente, para nutrirse de las nuevas corrientes artísticas. Entre 1915 y 1916 coescribió con Zapata Quesada las obras teatrales La madrastra y La comedia de todos los días. Solo la primera llegaría a estrenarse. Durante ese año recibió su título de abogado, profesión que jamás ejerció. Junto a Zapata Quesada y a Raúl Monsegur funda el semanario Comœdia, que duró desde diciembre de ese año hasta abril del año siguiente.

Girondo frecuentaba las principales tertulias literarias de Buenos Aires, como la del Hotel París, donde se reunían los colaboradores de la revista Caras y caretas, y en la que conoció al poeta Baldomero Fernández Moreno. En uno de sus viajes europeos conoce en Milán al pintor argentino Emilio Petorutti. En 1919 fundó con Ricardo Güiraldes y Evar Méndez la editorial Proa.

Durante 1920 y 1921 viajó por España, Francia, Italia, el norte de África y Brasil para escribir su primer libro, Veinte poemas para ser leídos en un tranvía, impreso en 1922 por Imprimerie Coulouma, en Argenteuil, región de la Isla de Francia. Las ilustraciones son del propio autor, que dedica la obra al grupo de La Púa. Los Veinte poemas para ser leídos en el tranvía y Fervor de Buenos Aires, de Jorge Luis Borges, publicado al año siguiente, son consideradas las obras fundacionales de la literatura de vanguardia en Argentina.

En 1923 se publica en España su segundo poemario, Calcomanías, dedicado a España, con gran recepción allí y en Argentina. En 1926 Girondo participó del Primer Salón de Escritores organizado por Guillermo Korn desde la revista Valoraciones de La Plata. Allí exhibe seis acuarelas que son reproducidas junto a las obras remitidas por otros escritores como Güiraldes, Borges, Marechal, Cayetano Córdova Iturburu y Ricardo Molinari.

A su regreso, el autor se encargó de realizar una reestructuración de la obra Martín Fierro, presentando el célebre Manifiesto de Martín Fierro, redactado por él en la revista que llevaba el mismo nombre. Ese año participó de unas lecturas literarias por Radio Cultura junto a otros poetas martinfierristas como Leopoldo Marechal, Raúl González Tuñón, Jorge Luis Borges, Ricardo Güiraldes, Norah Lange y Alberto Hidalgo. En 1927, Girondo es incluido en la Exposición de la Actual Poesía Argentina (1922 – 1927), compilada por Pedro Juan Vignale y César Tiempo.

En 1932 se publicó Espantapájaros, un libro heterogéneo que contiene un caligrama, prosas poéticas y poemas en verso. Para promocionarlo, el poeta organizó el paseo por Buenos Aires de un coche fúnebre tirado por seis caballos, presidida por una réplica en papel maché del “académico” que el pintor José Bonomi dibujó para la portada del libro. Sus poemas se caracterizaban por la búsqueda incesante de nuevos ángulos desde donde abordar la realidad. En 1937 publicó el poemario Plenilunio y ese mismo año Interlunio, su única obra escrita en prosa de ficción con once aguafuertes ilustradas por Eneas Spilimbergo.

En 1939 fundó Editorial Sudamericana S. A. junto a Victoria Ocampo, Antonio Santamarina, Eduardo J. Bullrich, Alejandro Shaw, Jacobo Saslavsky, Andrés Bausili, Alejandro Menéndez Behety, Carlos Meyer, Alfredo González Garaño, Tito Arata y Rafael Vehils.

Sus últimas obras fueron Persuasión de los días (1942), Campo nuestro (1946). En la masmédula* se presentó en dos ediciones: 1953 y la segunda, extendida en 1956, con una nueva decena de poemas. Tres años más tarde, publicaría con el escritor Enrique Molina una traducción de Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud.

En 1943 se casó con la también escritora Norah Lange, con quien estuvo durante diecisiete años de su vida. En 1961, Girondo sufrió un accidente automovilístico que lo dejó inválido. En 1962 grabó un disco en el que leyó veintitrés poemas de En la masmédula para una antología sonora dirigida por Arturo Cuadrado y Carlos Mazzanti.

Oliverio Girondo falleció el 24 de enero de 1967. Sus restos se encuentran en el Cementerio de la Recoleta.

Carlos Bernatek (Buenos Aires, 1955) ha trabajado en organismos culturales de la Nación, CABA, provincia de Santa Fe y en la Biblioteca Nacional. Publicó, entre otras, las novelas La pasión en colores (1994), Rutas argentinas 2000), Un lugar inocente; (2001),Rencores de provincia (Primer Premio FNA,2008), los libros de cuentos Larga noche con enanos (1998), y Voz de pez (2002). La Trilogía de Santa FeLa noche litoral (2015), Jardín primitivo (2017) y El hombre de cristal (2019). Su libro *El canario (2016) obtuvo el Premio Clarín de Novela. Parte de su obra se ha traducido al francés.

En comunicación con el escritor Carlos Bernatek hablamos sobre la importancia del poeta en la literatura de habla hispana.

-¿Qué lugar ocupó en su época Girondo en la literatura argentina y qué lugar crees que ocupa en la actualidad?

-El lugar de Girondo en su momento en la literatura nacional fue rupturista. La vanguardia que él encarna abreva en varias fuentes: en el simbolismo, en el surrealismo que conoció de primera mano en Europa en sus habituales viajes. El tema de los viajes aparece mucho en la primera parte de su obra.También tuvo vínculos con el Romanticisimo, dado que estuvo en contacto con Rubén Darío, así que hay múltiples fuentes de las que se nutre Girondo en su iniciación literaria.

-¿Cuáles son los temas que atraviesan toda su obra?

-Los temas que afrontan su obra van modificándose con el tiempo. Desde esa primera poesía vitalista de “Veinte poemas para ser leídos en un tranvía”, todas esas imágenes que surgen de los viajes, del deslumbramiento y a la vez la ruptura lingüística que propone con la poesía tradicional se van modificando con el correr del tiempo pero al revés de otros autores, acrecientan su vanguardismo. Hay solamente una obra de él que es “Campo nuestro”, que es diferente al resto de la búsqueda porque es como un poema telúrico que se aproxima más a Guiraldes que todo el resto de la obra, un poema extenso. Digamos que Espantapájaros, En la masmédula, acrecientan su lenguaje propio por ahí un cripticismo mayor en la interpretación, en el uso de las palabras, en el uso del caligrama que le fueron muy frecuentes en sus obras en general.

-¿Qué poetas consideras que continuaron su vía de experimentación lingüística?

-Es difícil hablar de herederos de la obra, de la estética de Girondo porque hay muchos que le fueron contemporáneos y que también estuvieron inficionados por los mismos deslumbramientos como que produjo en general el surrealismo sobre la poesía argentina, y que aparece en autores muy disímiles desde Raúl González Tuñón a Ricardo Molinari. Creo que hay una marca Oliverio que también aparece hasta en el tango, fue cercano a Homero Manzi y a otros autores como Leopoldo Marechal. Pero es difícil hablar de una herencia porque esa generación muy prolífica que tuvo su paso por el Grupo de Florida, donde estaba instalado el vanguardismo también tiene que ver con sus matrices sociales. Oliverio era parte de una familia muy rica, viajaba frecuentemente por el mundo, y si algo está ausente en su obra es la poesía social por ejemplo. Pero no la preocupación sobre las situaciones críticas que va viviendo sí aparecen porque no nos olvidemos que vivió la Segunda Guerra intensamente y también vivió la crisis del 30, con lo cual esas cosas no pertenecieron ajenas a su lenguaje. También su poesía se va poniendo más oscura con el correr de los años. Y la obvia pregunta por la finitud de la vida, que aparece en la mayor parte de los poetas pero que desplaza a al vitalismo originario que tenía y el humor, un sello de Oliverio a través de toda su obra, inclusive hasta en las puestas en escena que hacía. Por ejemplo, para la presentación de Espantapájaros cuando paseó un monigote por toda la ciudad y después instaló un local donde agotó los cinco mil ejemplares que había publicado. En eso fue un extraordinario difusor de propia obra.

-¿Cómo era su vínculo con Norah Lange en relación a la escritura?

-La relación con Norah es un amor prolongado y prolífico también en lo creativo porque ambos se retroalimentaban en cuanto a la escritura de uno y otro. Cuando se van a vivir a la casa de la calle Suipacha se convirtió en un refugio, un núcleo que convocaba a muchísimos autores y poetas de la época, entre ellos, Borges, que también fue cercano a ella y siempre habló de un deslumbramiento por Norah. Lange era una mujer realmente muy bella y talentosa, entonces era una figura destacada de la escena cultural argentina de aquellos años.

Fuentes: Filonews
Cervantes virtual
Web oficial Girondo Lange
                 Losada
                 Ministerio de Cultura de la Nación