Una guitarra rota y otra con las cuerdas colapsadas. El estado desalentador de los instrumentos en la casa no lo determinó a renunciar sino que le avivó las ganas de superar el escollo y entrar de lleno en el mundo de la música. Abogado, este joven santafesino apuesta a proteger los derechos de los artistas: “tenemos fenómenos creativos en Santa Fe pero recién estamos naciendo en el reconocimiento de los Derechos de Autor. Yo me veo consolidando esos espacios en el futuro”.
El Músico, primera identificación
“El que nace artista no puede dejar de serlo nunca. Jugaba con las guitarras y, a los 12 años, empecé a estudiar y a tocar. Me interesaba combinar sonidos y mi maestro fue el mismo que había tenido mi mamá cuando era chica: el Tordo Nieto”. Rodrigo Gozalbez es convincente no solo por los argumentos que esgrime, sentado, tomando un café para relatarse, sino por el énfasis y la pasión que imprime a las palabras. Es que la vocación tiene ese poder de manifestarse casi como una posesión, misteriosa y contundente, y en él es un cruce permanente entre la música y el derecho, dos ramas de su vida cotidiana que ha sabido entretejer para coronarse y fluir.
De los inicios intuitivos en el rasgueo pasó a los ensayos y a los escenarios, del folklore al rock y otra vez a los ritmos de la tierra latinoamericana. Lo atraviesan los viajes de la interpretación: “a nivel cultural, humano y de desafío fue la actuación en el Valle de Cauca, en Colombia, una de las experiencias más ricas de mi vida. Era la primera vez que me subía a un avión e hice amigos de toda América del Sur”. De esa experiencia fue protagonista cuando ya su otra vocación se desarrollaba con éxito:“me encantaba el derecho pero nunca me vi en el camino de un abogado convencional. Estudiaba mucho, terminé la carrera con muy buen promedio, pero sentía que mi vocación iba por otro lado. Me recibí en la Universidad Católica y al posgrado lo hice en la Universidad de Buenos Aires”.
El abogado, su otro descubrimiento
De esas conexiones entre inclinación y raciocinio participó la experiencia viva de la infancia y la adolescencia, que terminaron siendo contundentes para definir los rasgos profesionales de Rodrigo: “por mi papá escuchaba mucho a Rubén Blades, con una música atravesada por el debate político. De grande, me entero de que él era abogado y que después triunfó en la música. Esa vida me inspiró para unir más esos dos aspectos de mi vocación, la música y el derecho”. Además de intérprete, este joven santafesino es creador, por lo que conoce los mecanismos de cómo el arte se construye y se plasma: “a la autoría la llevo de manera muy visceral. Por componer temas instrumentales y por escribir sobre doctrina me siento un autor. Cuando hablo de Derecho de Autor lo siento en carne propia”.
El Derecho de Autor es, según la Dirección Nacional que lo regula, un conjunto de normas jurídicas y principios que afirman los derechos morales y patrimoniales que la ley concede a los autorespor el simple hecho de crear una obra literaria, artística, musical, científica o didáctica, esté publicada o inédita.
Para Rodrigo, que no vio estos contenidos de modo autónomo en la carrera, fue un descubrimiento revelador que experimentó en la Universidad de Buenos Aires, donde pronto brindará una capacitación sobre el tema. Se ilumina al asegurar que “para entender el derecho de autor hay que indagar sobre el proceso creativo, o sea, la lucha que lleva adelante el autor y el sacrificio que engloba esa batalla. La obra es, en definitiva, la victoria o la derrota de la musa. Puede demorar años en ser concluida”.
En el ámbito local, junto a otros colegas, han logrado que se instituya una cátedra que contiene estos temas en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Litoral, en la carera de Música, un ámbito ideal para iniciar la promoción de los derechos sobre las obras que los alumnos interpretan o que, incluso, puedan llegar a crear.
La autoría en tiempos de redes
Internet es un avance tecnológico que abrió fronteras insospechadas para la divulgación de las creaciones. De modo constante se comparte música, piezas literarias, ideas, opiniones. Ya no es el préstamo o la compra de libros o discos, sino el sostenimiento de soportes nuevos marcados por la inmaterialidad.
Esta nueva realidad ha introducido novísimos debates en el ámbito de la discusión por los derechos de autoría. Gozalbez asegura que “el entorno digital brinda ventajas y desventajas. Estamos a un click de cualquier contenido, por un lado, pero por otro hay una desmaterialización que resulta difícil de clasificar y registrar. Si bien las ideas son de todos, la expresión formal sale de la individualidad y ya es una obra. Eso es lo que se protege… En la obra, una vez creada, ya hay una propiedad moral. Se registra para poder ejercer los derechos patrimoniales. En la música, básicamente, es muy importante el registro”.
Reverbera en el aire una música que pone fondo sonoro a la charla. No está Rodrigo Gozalbez dividido por sus profesiones sino amalgamado en sus dos virtudes. El Derecho y la Música, con mayúsculas ambos, entrelazados como manos que amasan esa materia que el joven ofrece para erguirse. El cruce de los campos se transforma en un desafío cierto que ya conoce los primeros golpes de remo en un río que ofrece, sin embargo, unas orillas enormes, prometedoras y desconocidas, todavía.
“En Santa Fe, noto que el tema de derechos de autor es un espacio por conquistar. El autor muchas veces está determinado por el miedo y el desconocimiento y, por lo tanto, le cuesta hacerlos valer. Tenemos un espacio en el Instituto de Música de la UNL, una materia nueva que pudimos generar que es Aspectos Legales, Asociativismo y Autogestión de la Actividad Musical. Empezamos a generar conciencia”.
Texto: Fernando Marchi Schmidt
Fotos: Pablo Aguirre
Maquillaje: Leilén Edith
Nombre de sección: Perfiles y personajes
Edición: N°64