El 1 de noviembre de 1944, Donald Watson creó la Sociedad Vegana en Inglaterra. En 1994, al cumplirse cincuenta años de aquel acto, se comenzó a celebrar en el mundo el día del veganismo.
Celebrar el “Día del veganismo” es una invitación a observar nuestros valores, nuestras rutinas y nuestra visión del mundo. Es una invitación a promover nobles valores como la inclusión, la empatía y la justicia genuinas.
Cuando Donald Watson crea la Sociedad Vegana, se planteaba algunos objetivos que se plasmaron en el en el 11º Congreso de la Unión Vegetariana Internacional, en 1947. Propuso una relación correcta entre humanos y animales, basada en la justicia; una dieta saludable y nutritiva que se sustenta en los frutos de la tierra, evitando los de origen animal; postulando, también, que el Veganismo propiciaría la desaparición del hambre y la malnutrición en el mundo y que su práctica restablecería la vitalidad de los suelos y logrando la sustentabilidad.
Cuando hablamos de “relación correcta” referimos a una relación basada en la empatía y la justicia. Así como las personas humanas deseamos vivir, desarrollarnos, sentimos dolor y placer; los animales también sienten y tienen el derecho a vivir sus vidas. Este derecho implica que los animales no están para experimentación; ni para recreación; tampoco están para ser explotados en jornadas laborales y mucho menos para ser alimento o vestimenta.
Cualquier persona que investigue el trato, explotación y sufrimiento de un animal en cualquiera de las industrias, quedaría asombrado de lo que las personas les hacemos directa o indirectamente. Y, seguramente, acordaría que esas formas de trato son injustas, poco nobles y para nada empáticas.
Lo cierto es que estas prácticas, en relación a los animales, se fueron naturalizando por el Antropocentrismo que atraviesa a la cultura humana y en pocas ocasiones hacemos “un silencio” para ponernos en debate y descubrir que hay otras formas más saludables y más amigables de convivencia en la tierra.
Existen ciertos temores, basados en mitos, que sustentan que nuestro cuerpo para estar sano necesita de los productos de origen animal, tales como carne, leche, miel, huevos, entre otros.
Pero, en realidad, lo que necesita nuestro cuerpo son “nutrientes”, no “determinados alimentos”. Entonces, hay que investigar cuáles son los nutrientes necesarios y obtenerlos de fuentes pacíficas a las cuales no les causemos dolor.
Aquí aparece una de las objeciones al veganismo: “No comen animales pero sí comen plantas, que también tienen vida”.
Es verdad, los vegetales son seres vivientes, pero no sintientes, por lo que no sufren dolor o placer. Pueden percibir, pero no sentir. Una cuestión es la “sensibilidad” y otra es la “sensorialidad”. Conceptos diferentes que hacen referencia a fenómenos distintos.
Una dieta equilibrada, creativa y sustentable es posible. Para esto se necesita: organización, investigación y consulta a profesionales de la nutrición que acompañen estos procesos.
Es por esto que compartimos con las personas esta forma de vivir, que promueve una relación más amigable entre todos los seres y nos garantiza la salud para seguir construyendo un mundo donde cada ser pueda encontrar un lugar para desarrollarse; donde cada ser humano viva en paz, en salud y libertad; donde cada animal sea considerado un ser con intereses y necesidades, y donde la práctica del cuidado de la tierra sea real para que este escenario se mantenga en paz.
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Texto: Jorge Bode y Nancy Fernández